Crítica breve de 'La espada del mal' (1966)

La espada del mal
No puedo evitar sentirme impactado, embriagado por la catarsis, como si hubiese sido cortado por el filo de una katana bendita, cuando veo el cuento de un samurái perverso en La espada del mal, de Kihachi Okamoto. Creo que se trata, no solo de una de las mejores películas de samuráis de Okamoto, sino también de una de las más impresionantes del cine chambara que he visto hasta ahora, a la altura de las obras magníficas de Kurosawa y Kobayashi del mismo subgénero. Está basada en la novela del mismo título escrita por Kaizan Nakazato. Relata la historia de Ryonosuke, un samurái sin gloria que transita los senderos solitarios del período Edo acumulando cadáveres y cortando con su espada a todo aquel que se cruce en su camino. Un día su vida da un giro cuando una mujer, Ohama, le ruega que se rinda y no mate a su marido durante una competencia de kendo para que su familia no caiga en desgracia, ofreciendo su cuerpo a cambio de que no suceda nada. Pero como Ryonosuke carece de ética, mata al pobre hombre y se queda con su mujer. Con un tratamiento eficaz de la elipsis, atestiguo la travesía de Ryonosuke cuando, aparentemente, su espada mortal solo le trae miseria y un tormento que resquebraja su psicología hasta transformarlo en un ser amoral y sociopático, condenado a trabajar como mercenario en diversos clanes para alimentar a una esposa y un hijo que le importan muy poco, matando samuráis que buscan vengarse por puro placer, visitando dojos para probar sus habilidades como espadachín. A mi parecer el personaje está sublimemente interpretado por Tatsuya Nakadai cuando emplea a fondo su pericia física, los silencios, sus expresiones corporales y esa mirada paranoica y vidriosa que señala el descenso hacia la locura del rōnin malvado. No hay ni una sola escena en la que no me parezca convincente la furia, la desilusión, el miedo, la sociopatía y la adicción a la maldad de su personaje. Está acompañado de actuaciones secundarias muy notables de Yūzō Kayama, Michiyo Aratama y Toshiro Mifune como un maestro samurái intocable. La estética de Okamoto, así como lo muestra en El samurái asesino, encuadra las acciones de los personajes con una escenografía acertada que recrea la época de una manera muy poética, el primer plano que subraya las emociones recónditas, planos ambiguos que se ejecutan con movimientos de cámara muy rítmicos, la iluminación expresionista y los sonidos diegéticos que amplifican las intenciones. Tiene asimismo una música magistral de Masaru Sato. Adopta un estilo en el que las secuencias de acción son filmadas con un riguroso cuidado compositivo, tan afilado como una espada caliente sacada de la caldera de un herrero. No hay desperdicio alguno. Es una película jidaigeki fascinante, tensa y brutal sobre un samurái que pierde la cordura por ser tratado como un peón político.

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Ficha técnica 
Título original: The Sword of Doom (Dai-bosatsu tôge)
Año: 1966
Duración:  2 hr 00 min
País: Japón
Director: Kihachi Okamoto
Guion: Shinobu Hashimoto
Música: Masaru Satô
Fotografía: Hiroshi Murai
Reparto: Tatsuya Nakadai, Yûzô Kayama, Michiyo Aratama, Toshirô Mifune,
Calificación: 8/10

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