Crítica breve de 'El milagro de Morgan Creek' (1944)

El Milagro de Morgan Creek

No sé en lo absoluto lo que estaba pensando Preston Sturges para la realización de El milagro en Morgan Creek, pero su comedia screwball me resulta artificial, mediocre y muy aburrida contando su cuento moral sobre el matrimonio y los veteranos de guerra. La irreverencia está presente, pero es diametralmente opuesta a las otras grandes comedias del director como El gran McGinty, Las tres noches de Eva y Los viajes de Sullivan. No encuentro nada gracioso en los diálogos vacíos, el parloteo interminable, las risas forzadas y las situaciones redundantes que se repiten una y otra vez para llegar a la misma tontería. Cuentan que Sturges escribió el guion sobre la marcha mientras la oficina de Hays examinaba los temas escandalosos antes de la aprobación. La trama relata las contrariedades de Trudy Kockenlocker, la hermosa rubia de un pequeño pueblo que se dispone a ir a una fiesta de veteranos de guerra, desobedeciendo a su padre, un duro oficial de la policía, que se lo prohíbe. Al día siguiente se aparece borracha, con un anillo de matrimonio en su dedo y embarazada de un hombre del que solo conoce el apellido, aunque tiene problemas para recordarlo. El argumento se centra exclusivamente en las desventuras de Trudy y de su enamorado Norval mientras tratan de solventar la crisis, en unas escenas que en lugar de divertirme me producen una fatiga enorme cuando observo los regaños del padre sobreprotector, los resbalones supuestamente cómicos, la aparición desperdiciada de McGinty y El Jefe, los planes matrimoniales, los enredos alocados, las broncas aparatosas, y un sinnúmero de bobadas que me descolocan hasta bostezar. La química entre Betty Hutton y Eddie Bracken me parece insufrible, hecha a desganas cuando caminan y conversan por las calles. Interpretan a dos personajes de plástico que, en ocasiones, se ven reducidos por el viejo alguacil cascarrabias que interpreta William Demarest. Lo que destaco mínimamente, es que Sturges se da la libertad de encuadrar las dudas de la pareja con unos plano secuencias muy elegantes que extienden los coloquios en medio de las avenidas, así como el uso habitual de la elipsis para trasladar la acción a ciertos lugares. El resto es caótico, poco sorpresivo, exageradamente superficial, poblado de personajes baladíes que hablan más de lo necesario, como si Sturges perdiera su norte abusando de muchos recursos visuales para provocar un humor absurdo que no se siente en ningún momento. 


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Calificación: 3/10




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