Cuerpo y alma es una película de Robert Rossen que mantiene mi interés momentáneamente con el cuento de redención de un boxeador hundido en la avaricia y la corrupción en el mundo de boxeo. Pero desafortunadamente, a pesar de contar con una actuación notable de John Garfield, encuentro que la narrativa es un poco mecánica y carece de la fuerza de un puñetazo como cine negro de boxeo. La historia, escrita con guión de Abraham Polonsky, describe la vida de Charlie Davis, un hombre que rememora, a través de una larga escena retrospectiva, su travesía en el mundo oscuro del boxeo antes de una última pelea para retirarse. El racconto me permite conocer su pasado cuando es un muchacho de familia humilde que desea ser boxeador, se enamora de la pintora Peg Born y disfruta de una felicidad efímera, se asocia con un promotor de combates de boxeo y, sobre todo, cuando es víctima de la codicia y pierde los escrúpulos morales para convertirse en un boxeador exitoso en el campeonato de los combates arreglados, donde alcanza la gloria y también el trago amargo de la autodestrucción que solo le produce infelicidad, desilusión y enemistades. No sé cuántas veces me lo han contado, pero al menos se deja ver. La actuación de Garfield, quien era boxeador en su juventud, me resulta convincente por su pericia física y su expresividad calculada. A su lado también hay roles secundarios acogedores de Lilli Palmer como la mujer comprensiva, Anne Revere como la madre preocupada y Lloyd Gough como el gánster manipulador. Rossen los encuadra con un estilo visual que se ejecuta a través de la lente de James Wong Howe y que amplifica las emociones y los pensamientos de los personajes, sobre todo al emplear el sobreencuadre, la iluminación expresionista, los travellings de seguimiento, los primeros planos que acentúan las intenciones, la sobreimpresión que detalla a fondo los excesos del boxeador. Algunas secuencias en el ring pierden peso como una pluma y se vuelven demasiado blandas para mi gusto. Debajo del cuadrilátero, Rossen construye un comentario sociopolítico muy soterrado sobre cómo los vicios del capitalismo corrompen al hombre honesto de clase trabajadora en la sociedad norteamericana hasta convertirlo en una marioneta al servicio del dinero y el crimen organizado. Aunque la moraleja puede sonar interesante, es una película gris que a mi parecer es tan previsible como las luces que se apagan cuando la pelea termina.
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Calificación: 6/10
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