Crítica breve de 'El beso del asesino' (1955)

El beso del asesino

Compenso mi habitual sesión de clásicos de medianoche viendo El beso del asesino, la segunda película de Stanley Kubrick como director. Y no supone para mí nada fuera de lo ordinario. Kubrick la dirigió teniendo unos 24 años, con un presupuesto mínimo y sin ningún permiso para rodar en locaciones exteriores, rodando con un perfil bajo en la ciudad de Nueva York. Refleja claramente la visión de un cineasta en formación, con un tratamiento algo experimental que coquetea con ideas que se verían más adelante en su cine. Aunque tiene un arranque un poco interesante y un estilo visual que captura las atmósferas urbanas de una manera absorbente, como cine negro de bajo presupuesto su narrativa me parece plana, sin intriga, poblada de unos personajes estereotipados y vacíos que olvido en menos de una hora de metraje. Me cuenta la historia de Davey Gordon, un boxeador neoyorquino de peso welter que en el ocaso de su carrera prueba el amargo sabor de la derrota que lo envía directamente al retiro. Por medio de un prolongado racconto y de una voz en off, el protagonista se fuma un cigarrillo en la Penn Station mientras recuerda la relación que entabla con la vecina de al lado, la bailarina Gloria Price, y la manera en que la ayuda a escapar de las manos sucias de Vincent Rapallo, el gánster celoso y violento del barrio que desea dominarla con su carácter posesivo. Su círculo de violencia se desarrolla con cierta dejadez, y muchas de sus acciones responden a parámetros genéricos del crimen que no poseen nada de fuerza. Hay estilo pero se ausenta la sustancia. Todo me resulta previsible cuando el boxeador se enamora de la rubia fatal y lucha por sacarla de la ley del hampa con una pistola robada. De las actuaciones no puedo decir nada que sea bueno. La estética de Kubrick, se ejecuta con planos muy ambiguos que en un par de ocasiones rompe la regla de los 180 grados y presenta problemas sonoros, pero me parece efectiva cuando rueda con cámara en mano los entornos urbanos de las avenidas de Times Square o los callejones desolados de Brooklyn con una iluminación natural muy acertada. Además de eso, destaco la secuencia onírica con negativos y la climática contienda del gánster que persigue al boxeador con el hacha en el almacén de maniquíes, elementos que serían retomados posteriormente en 2001: odisea del espacio y La naranja mecánica. Es la cinta más convencional que he visto del director. 


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Calificación: 5/10



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