Crítica de 'El escuadrón suicida': antihéroes aburridos de DC

Esta nueva entrega de "El escuadrón suicida" introduce algunas caras nuevas al club de los supervillanos desquiciados, pero ni la violencia excesiva ni el humor negro impide que sea aburrida.


El escuadrón suicida


El escuadrón suicida, el nombre con el que se denomina a un equipo ficticio de supervillanos que aparece en los cómics estadounidenses publicados por DC, siempre me ha parecido una de las propiedades intelectuales más pobres e insulsas del universo extendido de DC de la Warner Bros. La primera adaptación en el cine de la historieta The New 52 a cargo de David Ayer se estrenó por allá en 2016 y todavía al día de hoy me sigue pareciendo uno de los disparates más grandes de ese año, un producto defectuoso que avanza a tropezones con una trama aparatosa poblada de villanos planos y sin carisma. La siguiente, Aves de presa, es un spin off aburridísimo que no ofrece nada sorpresivo ni siquiera presentado las ocurrencias del grupo de villanas feministas de Harley Quinn en su cruzada en contra del dominio masculino. Como era de esperar, la broma de mal gusto continúa con otra película de los antihéroes suicidas porque esas dos cintas anteriores recaudaron suficiente dinero para dejar satisfechos a los peces gordos de saco y corbata que van a seguir produciéndolas hasta que el resultado de la taquilla empiece a preocuparlos.

Esta nueva versión se titula simplemente El escuadrón suicida y se trata, en efecto, de un reinicio de la franquicia. La dirige James Gunn tras haber sido despedido de los estudios de Marvel durante la preproducción de “Guardianes de la galaxia Vol. 3” (más tarde fue recontratado) a causa de unos tuits controversiales sobre pedofilia que casi lo cancelan de por vida. Según me dicen, Gunn la basa en la línea del cómic de Suicide Squad de la década los 80 de John Ostrander, pero manteniendo una continuidad que encaja como puente entre los personajes de la antecesora y los nuevos reclutados. No niego que su estilo visual me resulta vistoso cuando evoca la estética ochentera, además de que posee un humor negro que mínimamente me saca una que otra risa en algunas escenas. Pero desafortunadamente, a pesar dar un salto significativo con su tono autoparódico, esta entrega es igual de aburrida que la predecesora y su ejercicio de supervillanos que salvan al mundo de estrellas de mar emplea una fórmula reciclada que se desploma al vacío y sin frenos durante dos horas que se mueven tontamente como un tiburón antropomórfico.


Margot Robbie como Harley Quinn. Fotograma de HBO Max.

 
La premisa del argumento, en cierta medida, es casi la misma que la anterior. Se sitúa primero en Belle Reve, una prisión de máxima seguridad que alberga algunos de los supervillanos más locos y psicopáticos que uno se pueda imaginar. No por nada tiene la tasa de mortalidad más alta de mortalidad de Estados Unidos. Allí, la oficial de inteligencia, Amanda Waller (Viola Davis), recluta algunos de los presos para una misión de operaciones negras del Task Force X, el grupo peligroso encargado de ejecutar misiones suicidas y sucias en nombre de la administración que los mantiene en la oscuridad.

Muchos de los convictos se apuntan sin problemas porque harían lo que fuera para escapar de su celda. El primer grupo está encabezado por Rick Flag (Joel Kinnaman), Savant (Michael Rooker), Captain Boomerang (Jai Courtney), Weasel (Sean Gunn), Blackguard (Pete Davidson), TDK (Nathan Fillion), Javelin (Flula Borg) y Mongal (Mayling Ng) y Harley Quinn (Margot Robbie). Estos desquiciados presentan superpoderes: TDK puede separar los brazos de su cuerpo para usarlos como armas; Weasel es una comadreja antropomórfica muy despistada que tiene el pasatiempo de asesinar personas; Javelin es un atleta olímpico que empuña jabalinas como armas; y Harley Quinn, digamos, es una criminal enloquecida y temeraria que se toma las cosas a ligera y detrás de la sonrisa oculta su instinto asesino. Su misión consiste en trasladarse a la nación ficticia sudamericana de Corto Maltese dirigida por el gobierno de un general megalómano instaurado por un golpe de estado, con el fin de infiltrarse la torre de Jötunheim, una instalación militar ultra secreta que contiene un proyecto sobre extraterrestres conocido como “Estrella de mar”. Llegan fuertemente armados a la playa de la isla, pero son emboscados y masacrados por el ejército, con excepción de Harley Quinn.


King Shark teniendo un rico almuerzo.



Sin embargo, una escena retrospectiva originada por el recurso narrativo de in media res, muestra que Amanda, paralelamente, convocó a una segunda unidad. Esta segunda unidad, por así decirlo, reemplaza a los personajes de la primera cinta. Y están liderados por Bloodsport (Idris Elba), un mercenario con un traje sofisticado que le permite concebir todo tipo de armas de largo alcance y que, tras dispararle a Superman con una bala de kryptonita y enviarlo a cuidados intensivos, se une a la Task Force X a cambio de reducir su sentencia para reconciliarse con su hija Tyla. El resto de la cuadrilla lo conforman Peacemaker (John Cena), un supersoldado con casco plateado que está obsesionado con mantener la paz a tiro limpio y empleando toda la violencia posible; el torpe y brutal tiburón antropomórfico llamado King Shark (voz de Sylvester Stallone); Polka-Dot Man (David Dastmalchian), un tímido criminal cuya indumentaria emite lunares de colores y que, debido a un experimento fallido que lo traumatizó durante la infancia, ve a su madre en todas partes; y Cleo Cazo, mejor conocida como Ratcatcher 2, una ladrona gentil que tiene la habilidad de controlar a las ratas. Su misión es la misma que la del escuadrón fenecido, pero con el ligero contratiempo de que ahora en la isla deben encontrar, primero, a Rick Flag, el cual ha sido capturado por unos revolucionarios en la selva, y también rescatar a Harley Quinn, que ha sido capturada por el enemigo.


David Dastmalchian, John Cena, Idris Elba, Daniela Melchior. Foto de Warner Bros.

 

Gunn ejecuta las acciones de esos personajes para que sigan al pie de la letra y de una manera convencional la narrativa de la caterva de desajustados en una misión imposible, donde se abren paso en la jungla matando violentamente al enemigo y recopilando información en el bar más cercano mientras de paso suena algún soundtrack con canciones famosas de los ochentas. Ya lo había hecho en su etapa marveliana con los volúmenes de “Guardianes de la galaxia”. Pero aquí el chiste de reunir el escuadrón de dementes con un poco de cultura pop no le funciona adecuadamente y permanece en un vacío de redundancia, alejado diametralmente de cualquier espectro de sorpresas. Las motivaciones de algunos de sus personajes son un poco baladíes y precipitadas para justificar la tarea (son muy tontos para pensar que van a salir de la cárcel tras los crímenes que han cometido solo por realizar una misión gubernamental), a pesar de que hay cierta coherencia en lo que hacen: cumplen el objetivo porque anhelan salir de la cárcel. Pero eso no evita que el viaje se vuelva predecible y rutinario.


Idris Elba y Sylvester Stallone. Fotograma de Warner Bros.



La pornografía de la violencia sustraída de las secuencias de acción y el humor negro que está consciente del estilismo autoparódico no me impide bostezar en unas cuantas ocasiones cuando veo a Bloodsport rivalizando con Peacemaker por la cantidad de bajas, al despistado King Shark buscando amigos y desmembrando soldados para tragárselos, a Polka-Dot Man lanzado bolas de colores para aniquilar a la madre multiplicada, a Ratcatcher 2 acompañada de su fiel amigo Sebastian y convocando a una legión de ratas de alcantarilla. Tampoco supone para mí una sorpresa que Harley Quinn tenga relaciones sexuales con uno de los jefes para luego matarlo cuando este le pide matrimonio, o que escape por la vía de la brutalidad asesinando con la jabalina de la suerte a unos militares para que la simbología de su vestido rojo de mujer fatal tenga sentido. Solo Peacemaker es, en mi opinión, el más interesante por su cínica forma de expresarse y su amor a la paz sangrienta. Pero la realidad es que la trama de los reos justicieros pierde la fuerza y se debilita rápidamente por culpa del reciclaje de las fórmulas bien sabidas del librito de superhéroes.


Margot Robbie como Harley Quinn.

 

Lo más insólito del caso es que, debajo de las acciones de los supervillanos chiflados, hallo una parábola política que está tan enterrada como un fusil de guerra y se desentierra lentamente durante la secuencia climática en la torre de Jötunheim. Sucede cuando Bloodsport, Harley Quinn, Peacemaker y el resto de la agrupación secuestran a Thinker (Peter Capaldi), el científico loco que manipula al extraterrestre que se encuentra en el interior de la torre y que colabora con la dictadura militar para ampliar el Proyecto Starfish en otras naciones del planeta. Ahí se dan cuenta de que el extraterrestre es Starro el conquistador, un alienígena gigantesco en forma de estrella de mar que controla a sus víctimas a través pequeñas estrellas de mar que expulsa de su cuerpo. Y también que el gobierno estadounidense los ha enviado a limpiar los residuos, puesto que son los arquitectos de dicho proyecto secreto en suelo extranjero. Starro mata a Thinker mientras el escuadrón de trastornados se enfrenta a Pacificador, sobre todo porque este último cumple órdenes secretas de encubrir la participación de Estado Unidos en el desastre. Pero una vez que Starro el conquistador acaba con el ejército de Corto Maltees y comienza a tomar el control telepático de la población de la isla, la patrulla de supervillanos, motivados por la ética del deber (luego de tantas atrocidades cometidas en el pasado), finalmente se disponen a luchar para salvar a los ciudadanos destruyendo la amenaza, corolario que logran a través del poder femenino que está de moda.


Joel Kinnaman, Alice Braga, Carmen Cecilia Halphen, Sylvester Stallone, Idris Elba, John Cena. Fotograma de HBO Max.


El tratado no solo habla sobre las prácticas geopolíticas estadounidenses para desinstalar regímenes autoritarios, en una clara referencia a la crisis de Venezuela durante el régimen de Maduro (la bandera de Corto Maltese invierte los colores de la misma), sino que, además, señala que solo el escuadrón norteamericano de la moralidad puede liberar al pueblo sudamericano oprimido y cegado como zombi por las diatribas de militares autoritarios.

En medio del océano de chatarra que suponen los blockbusters de este año, este reboot de “El escuadrón suicida” solo confirma mis dudas de que en Hollywood la regla de la casa es reciclar franquicias hasta la saciedad. Ya no hay héroes que trasciendan ni diversión memorable, sino réplicas baratas de los que ya han retirado su traje. Productos de consumo masivo para usar y desechar. Más allá del espectro de los fanboys masturbatorios con camisetas de superhéroes compradas en eBay con rebajas del 50% que aplauden como focas todo lo que le pongan en la mesa de palomitas, me parece desconcertante la aclamación que tiene esta película. A lo mejor vi otra cosa y estoy equivocado. Es cierto que no se toma nada muy en serio durante dos horas de pirotécnica y descuartizamientos, pero me temo que su cuento de los presos que se convierten en héroes es anodino, repetitivo y bastante olvidable. En términos generales, se olvida tan pronto como finaliza la escena poscrédito.

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Ficha técnica
Título original: The Suicide Squad
Año: 2021
Duración: 2 hr 13 min
País: Estados Unidos
Director: James Gunn
Guión: James Gunn
Música:  John Murphy
Fotografía: Henry Braham
Reparto: Idris Elba, Margot Robbie, Joel Kinnaman, Viola Davis, David Dastmalchian, John Cena, Alice Braga, Peter Capaldi,
Calificación: 5/10

Tráiler de la película



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