Crítica de 'Ni un paso en falso': estafas en la ciudad del motor

En esta película Soderberg regresa al cine de atracos, pero con un retorcido giro de gánsteres, divisiones raciales y conspiraciones de fabricantes de automóviles en la ciudad de Detroit de los años 50.


Ni un paso en falso


Desde su regreso al cine en 2017, el prolífico Steve Soderbergh parece más empeñado que nunca en revisar el género del crimen por el que es reconocido popularmente desde el estreno de la sólida Tráfico y de su fabulosa trilogía iniciada por La gran estafa. Exceptuando la escalofriante Perturbada y la nimia High Flying Bird, lo ha abordado ya tres veces y tengo entendido que se encuentra en posproducción una cuarta película. Primero lo recupera en La estafa de los Logan, donde abraza nuevamente el cine de atracos al colocar a un par de hermanos que ejecutan un robo maestro en las instalaciones de una pista de NASCAR durante una carrera, con un resultado tan cómico como sorpresivo. Luego en Netflix estrenó La lavandería, una especie de comedia criminal de coral bastante regular en la que una viuda investiga un fraude de seguros y descubre a unos abogados corruptos de la ciudad de Panamá que hacen negocios sucios aprovechando la crisis del sistema financiero mundial. Y ahora recientemente ha estrenado en la plataforma de streaming de HBO Max una nueva película de crimen titulada Ni un paso en falso, la cual he tenido la oportunidad de ver.

Ni un paso en falso se trata, a mi parecer, de una entretenida y retorcida película neo-noir en la que Soderbergh, con un estilo visual bastante depurado, no solo realiza con cierta sofisticación un híbrido genérico entre el cine de atracos, la invasión de casa y el cine negro policíaco que era común en los años 50, sino que de nuevo pone sobre el tapete una trama de engaños, enredos y conspiraciones fraudulentas con un amplio collage de personajes de dudosa reputación. Su ejercicio de crimen lo protagonizan dos de los actores fetiche del director, Don Cheadle y Benicio del Toro. Y con ellos ofrece coloquios bastante ingeniosos que me hacen interrogar las acciones de los delincuentes que interpretan en pantalla durante dos horas que avanzan a la velocidad de un Studebaker, en la que nunca faltan los disparos, las sospechas y las mentiras de figuras del hampa y de señores capitalistas de la industria automotriz en la selva de cemento, además de una auténtica reproducción de la época y de la música de David Holmes que otorga dinamismo a la puesta en escena como ya lo ha demostrado anteriormente en otros trabajos del director.


Benicio del Toro y Don Cheadle. Fotograma cortesía de HBO Max.


Su argumento sitúa la acción en la ciudad del motor de 1954 y gira alrededor de Curt Goynes (Don Cheadle), un gánster radicado en Detroit que necesita dinero en efectivo para salir de allí y comprar un terreno que alguien le arrebató. Un día caminando por las calles, Goynes es contratado por Doug Jones (Brendan Fraser), quien le ofrece cinco mil dólares para amenazar a una familia. Para el asalto también se contrata a Ronald Russo (Benicio del Toro), un delincuente racista y desconfiado, y otro que responde al nombre de Charley (Kieran Culkin). La tarea consiste en invadir la casa del contador de General Motors Matt Wertz (David Harbour) y mantener a la familia como rehén mientras envían a Wertz a la oficina donde trabaja como parte de un plan de chantaje que busca recuperar un documento que se halla en la caja fuerte del despacho de su jefe. Como es lógico, los tres andan encapuchados para que no los reconozcan. Y como es una labor de tres individuos, Goynes y Russo custodian a la familia a punta de pistola mientras Charley espera en el carro a que Wertz traiga el documento de la oficina. Pero, como es de esperar, las cosas salen mal cuando Wertz, tras discutir con la secretaria que también es su amante, no encuentra nada en la caja fuerte y desesperadamente le entrega documentos falsos a Jones. Esto tiene como resultado que Jones le ordene a Charley que ejecute a toda la familia con su revólver calibre 38, pero de inmediato, Goynes, que en medio de la tensa escena no quiere involucrarse en un asesinato, dispara y mata a Charley con un disparo en la sien.
 
Después de ese episodio sangriento con el que Soderbergh cierra un homenaje discreto a los clásicos del cine negro de invasión de casa de los 50, la película transforma las acciones de los personajes para responder a una cínica trama de cine de atracos y de cine policial, donde el astuto Goynes convence a Russo para encontrar el preciado documento que desean los que están en la cima de la pirámide y, además, conocer la razón por la que los jefes de la mafia, el italiano Frank Capelli (Ray Liotta) y el afroamericano Aldrick Watkins (Bill Duke), han puesto un precio jugoso sobre sus respectivas cabezas, mientras el detective Joe Finney (Jon Hamm) huele las falacias de la familia cuando indaga el homicidio en la vivienda de los Wertz y conjetura que los peces gordos de la metrópoli están detrás del asunto.


Brendan Fraser como Doug Jones. Foto de HBO Max.


 
En el fondo es la típica trama de los gánsteres en la huida que hacen de detectives para resolver el rompecabezas de la gente poderosa que los quiere muertos, donde nunca faltan las interrogaciones de los sospechosos para reunir evidencias, los fraudes que desembocan en traiciones y emboscadas, los viajes en automóvil por la vía 66, las reuniones en restaurantes que terminan en tiroteos, el melodrama de adulterio matrimonial y las mujeres fatales que están dispuestas a manipular al más vil de los criminales por un maletín con dinero. Pero Soderbergh notablemente evita las convenciones del género por la forma en que emplea los diálogos sutiles del guión de Ed Solomon para describir adecuadamente las motivaciones de los personajes y revelar lo que impulsa sus acciones, con unos giros de tuerca que aparecen cuando uno menos lo espera.
 
La pragmática de los diálogos de esta película es lo que me hace olvidar la exposición que mantiene a los personajes en la superficie de los estereotipos más allá del conflicto central de la trama. La trama funciona a través de los diálogos. Estos revelan, en cierta medida, no solo las causas de las acciones pasadas de los personajes, sino también las consecuencias de lo que hacen en el presente. Un diálogo explicativo revela que Goynes se metió en un lío bien gordo con Watkins porque era el sujeto que le llevaba las cuentas, anotando en una libreta todos los sobornos, chantajes, deudas y los nombres de toda la gente que se ha embarrado la mano en la jungla de asfalto de Michigan, pero un día le pidió prestado 25 mil dólares para poner su propio negocio y, como lo encontraba insuficiente, negoció otro préstamo con la mafia italiana de Capelli, además de una reunión con la banda afroamericana de Watkins. El caso, según relatan, terminó en un enfrentamiento a tiros entre italianos y negros en el hotel Gotham, y Goynes desapareció con el dinero y el cuaderno, por lo que ahora es buscado por ambos bandos por el acto de traición. Por otra parte, un coloquio saca a la luz que Russo está en la mira de Capelli porque este se acuesta desde hace un tiempo con su esposa Vanessa (Julia Fox).


Don Cheadle y Benicio del Toro. Fotograma de HBO Max.


 
Estos diálogos también muestran, con cierta sutileza, subtextos que hablan sobre los prejuicios raciales en una sociedad norteamericana marcada por las agitaciones políticas de los 50 y el proceso de gentrificación originado por la raza, así como la contaminación ocasionada por la producción de los coches y la forma inescrupulosa en que el empresariado automotriz usa métodos del crimen organizado para sustraer información a modo de espionaje industrial, visible quizá en la escena climática en que Goynes y Russo se reúnen a puertas cerradas en el hotel Gotham con el ejecutivo arrogante de la Consolidated Car Association llamado Mike “Mr. Big” Lowen (Matt Damon) y discuten sobre la mesa esos temas mientras esperan recibir un pago de $ 375 mil dólares por el documento. El conversatorio esclarece que toda la espiral de violencia desatada por el pedazo de papel se debe a que son planos de la GM para suprimir la fabricación de dispositivos en los automóviles para reducir la polución, y Big está usando su poder y prácticas poco transparentes para ocultar su existencia del dominio público y utilizarlos como prueba para la presión gubernamental ejercida sobre las compañías automotrices por la falta de controles de contaminación.


Don Cheadle como Curt Goynes. Foto de HBO Max.


Como protagonista, Goynes es mostrado como un gánster afroamericano bastante serio que juega sus cartas sobre la mesa con astucia, que tolera los insultos racistas de los otros, calculando cada paso que da porque sabe que transita por una cuerda floja al tener en sus manos el libro anhelado por el gánster negro y el valioso documento de las piezas de vehículos codiciada por el magnate (Lowen) que contrató al hombre (Nasmith) que contrató al hombre (Capelli) que contrató al hombre (Jones) que los contrató a él y a Russo para recuperarlo, por lo que procede en el tercer acto a una última estafa maestra para saldar la deuda con Watkins entregándole el libro de récords por los 5 mil dólares y cediendo los planos al empresario por una jugosa suma dinero. Lo que lo motiva a seguir adelante en el mundo del crimen de la urbe racista de Michigan es la ansiada redención con la que espera ganar 5 mil dólares para comprar la tierra que le quitaron en Kansas City. Está interpretado con solidez por un Cheadle que cambia el acento con la voz grave y que luce amenazador con la mirada, la chaqueta de cuero marrón y el sombrero de fedora. Y desarrolla una química maravillosa al lado de Del Toro, quien interpreta de manera espléndida y algo jocosa a un gánster racista y despistado obligado a colaborar con un gánster negro.

No creo que esta película se encuentre entre lo mejor que puede ofrecer el catálogo de Soderbergh, pero como drama de atracos me parece retorcida y muy emocionante, ensamblada con un montaje bien rítmico que nunca se queda sin combustible durante las casi dos horas que dura y que demuestra, sin mucho apuro, la genialidad del cineasta para la puesta en escena. Su estética solo mejora con los años. Lo más notable de esta, es ese estilo visual que evoca con el gran plano general el aspecto panorámico y anamórfico de los formatos que eran comunes en el cine de los 50, donde los marcos limítrofes del encuadre se notan claramente distorsionados por la lente gran angular, como si se tratara de un efecto de ojo de pez. También es bastante acertada la manera en que ejecuta los ruidos diegéticos para ampliar tensión, el color rojo que señala el peligro y el uso recurrente del plano holandés para enunciar las sospechas. Esos elementos, junto a la pareja gansteril formada por Cheadle y por Del Toro, hacen de esta una de las imperdibles del director.

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Ficha técnica
Título original: No Sudden Move
Año: 2021
Duración: 2 hr 13 min
País: Estados Unidos
Director: Steven Soderbergh
Guión: Ed Solomon
Música:  David Holmes
Fotografía: Henry Braham
Reparto: Don Cheadle, Benicio del Toro, David Harbour, Jon Hamm, Matt Damon, Brendan Fraser, Ray Liotta, Kieran Culkin, Noah Jupe, Julia Fox
Calificación: 7/10




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