Fitzcarraldo es una película que se mueve como un barco por el caudal de un río, donde Herzog ejerce la función de timonel, pero no como un capitán, sino más bien como un director poseído por el alma de un conquistador de lo inútil que está dispuesto a hundirlo para satisfacer sus exigencias personales. Su propuesta me parece ambiciosa más allá de la simplicidad narrativa y algunas contrariedades ideológicas. Se dice que la producción vivió un auténtico caos en la selva amazónica de Perú porque, además de los accidentes que dejaron múltiples heridos y una insurrección de los extras indígenas, el equipo tuvo que trasladar un barco de 320 toneladas sobre la cima de una colina, una hazaña de Herzog que, si no me equivoco, a la fecha nadie ha conseguido repetir. Su historia se sitúa a finales del siglo XIX y relata un fragmento de la vida de Fitzcarraldo, un empresario excéntrico y melómano de la ópera que, tras una mala racha en los negocios, desea construir un teatro de ópera en la jungla peruana a orillas del Amazonas; aunque para lograr semejante quimera tiene la idea de viajar en barco por el río y transportarlo por tierra hasta la cima de un monte con el fin de aprovechar el atajo y explotar una zona de caucho inexplorada para enriquecerse. La odisea del navío sobre la montaña es, por así decirlo, el gran espectáculo en el que Herzog encuadra la acción con una cámara que evoca ese estilo documental y naturalista de
Aguirre, la ira de Dios, donde captura con el gran plano general a un hombre absorbido por la inmensidad de una jungla inquieta y descarnada. En la superficie su texto refleja los límites de la determinación del hombre y los sacrificios necesarios para alcanzar la gloria. Pero por debajo elabora una lectura antropológica bastante subrepticia sobre las idiosincrasias de los indígenas y la manera en que estos, a su vez, fueron explotados sin preocupación por el dominio poscolonial. Su tratado erige ciertos paralelismos entre los orígenes del capitalismo y los corolarios del poscolonialismo, aunque puede resultar un poco ambiguo cuando glorifica la explotación y establece que el hombre blanco puede conquistar sus sueños explotando a los nativos. Quizá lo más interesante de su aventura, basada en la figura del barón del caucho peruano Carlos Fitzcarrald, es la interpretación de Klaus Kinski, quien nuevamente a las órdenes del director interpreta a un hombre megalómano y lunático que sobrevive a un mundo hostil con los gestos imprevisibles y la inquietante expresividad de su rostro. La ópera de Kinski, en plena selva amazónica, es lo que me hace disfrutarla tanto como la música de Verdi y Puccini recitada por Caruso.
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Ficha técnicaTítulo original: FitzcarraldoAño: 1982
Duración: 2 hr 38 min
País: Alemania
Director: Werner Herzog
Guion: Werner Herzog
Música: Popol Vuh
Fotografía: Thomas Mauch
Reparto: Klaus Kinski, Claudia Cardinale, Paul Hittscher, Miguel Ángel Fuentes,
Calificación: 7/10
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