En esta nueva secuela de Matrix de Lana Wachowski, Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss vuelvan a ponerse la gabardina y lentes oscuros para escapar de la realidad digitalizada.
No recuerdo exactamente la fecha exacta en que se produjo mi primer contacto con The Matrix de las hermanas Wachowski, pero de alguna manera no consigo olvidar la impresión que me causó cuando la vi por primera vez en aquel verano de 1999. Me senté con la boca abierta durante dos horas. Ese mismo año la renté unas cuantas veces en VHS y con cada mirada extraía algo nuevo debajo de la sencilla historia del hacker informático que descubre que su vida es una falsificación producida por la realidad simulada de una inteligencia artificial que controla a los humanos en futuro lejano en el que la distopía es la verdadera realidad. Las imágenes evocaban sobre mí la emoción de atestiguar algo insólito. Y a día de hoy me sigue pareciendo una obra maestra del cine de ciencia ficción ciberpunk por la forma tan brillante en que aglutina el sentido de misterio, las atmósferas oscuras, las secuencias de acción extraídas del cine de artes marciales de Hong Kong, las influencias del anime, los innovadores efectos especiales de bullet time y, sobre todo, los amplios conceptos filosófico que interrogan la naturaleza de la realidad y el engranaje de la esclavitud del salario implantado por el capitalismo que transforma al hombre en una máquina automatizada cuyo desempeño está siempre bajo una vigilancia omnipresente. La secuela que le sigue, Matrix recargado, no estuvo a la altura, pero mantenía el nivel de espectacularidad.
Nada de eso logro extraer del visionado de Matrix Resurrecciones, una secuela que dirige en solitario Lana Wachowski en un intento, supongo, de reanimar la franquicia que se hallaba apagada como una laptop para trasladarla a estos tiempos de cultura woke y demás hierbas aromáticas posmilenial. Se supone que la tenía que ver hace unos meses atrás, pero su lanzamiento fue pospuesto hasta este mes de diciembre debido a la peste del COVID-19. Y no me provoca ninguna emoción significativa más allá de la indiferencia con la que recibo sus imágenes aparatosas. La película de Wachowski presenta en un principio algunos apuntes autorreferenciales que la hacen estar consciente de sí misma como propiedad intelectual, pero desafortunadamente su fórmula que revisa el legado de las antecesoras se desploma al vacío cuando transita por el atajo engañoso del reciclaje en clave de nostalgia diseñado por los ejecutivos de la industria para esos consumidores que toman en altas dosis la pastilla del blockbuster de cada uno de sus productos, con unas secuencias de acción bastante mediocres que durante dos horas y media no me muestran nada que el tráiler no me haya mostrado antes: la terrible falta de impulso emocional que hay detrás del nuevo viaje de Neo y Trinity.
La película inicia con un ligero prólogo que reproduce la primera parte, en el que una muchacha de pelo azul que responde al nombre de Bugs (Jessica Henwick) observa el código antiguo de una escena dentro del modal de un juego de realidad virtual en el que una mujer idéntica a Trinity localiza a Neo y escapa de un edificio vigilado por Agentes y descubre, tras analizar un fragmento inusual del código de Matrix, el paradero de Morpheus (Yahya Abdul-Mateen II), quien ahora es una versión alternativa del Agente Smith dentro un modal creado por Neo basado en los recuerdos reprimidos sobre los originales Smith y Morpheus. Morpheus es, por lo tanto, un algoritmo programado que emula la personalidad del viejo Morpheus tras la muerte de este en Matrix Online y finge ser un agente para rastrear a Neo. Y Bugs resulta ser una humana que ha liberado su mente fuera de Matrix y en el mundo real es la capitana de la nave Mnemosyne. Ambos usan las puertas traseras para escapar de los agentes y, tras una discusión a puertas cerradas, se proponen buscar a Neo para tratar de conocer la razón por la que las máquinas lo han vuelto a implantar en la nueva versión de Matrix con una vida distinta.
A diferencia de las antecesoras, en esta nueva versión de Matrix Thomas Anderson (Keanu Reeves) es un desarrollador exitoso de videojuegos conocido por haber creado una trilogía de juegos de Matrix basada en los sueños que se gestan en su mente como fruto de los recuerdos suprimidos de ser Neo. Pero detrás de la fama adquirida por desarrollar el juego, oculta los efectos de la soledad y la timidez que exterioriza cuando visita todos los días una cafetería donde se encuentra con Tiffany (Carrie-Anne Moss), una mujer casada que le recuerda a Trinity en sus sueños. Adicionalmente lucha contra un trastorno de desrealización y de ansiedad ocasionado por los sueños que invaden su realidad, por lo que acude a un psiquiatra que le prescribe pastillas azules para sostener la cordura y disminuir sus riesgos de suicidarse, pero pronto suspende el uso de los medicamentos y su rutinaria existencia comienza a mezclar episodios extraños en los que ya no distingue entre lo real y lo irreal cuando Morpheus se le aparece y trata de convencerlo para que tome la píldora roja, aunque Thomas se niega porque piensa que es solo un producto de su imaginación.
Los primeros 50 minutos de metraje, a mi parecer, funcionan moderadamente por la manera en que Wachowski retoza con el trato metarreferencial que cuestiona la misma paradoja de Matrix, haciendo un buen uso de los insertos que son colocados para señalar el pasado de los personajes en las películas anteriores y la forma en la que han asumido una nueva identidad. La primera mitad, a través de muchísimas escenas de diálogos y referencias, narra únicamente la odisea de Morpheus y Bugs para liberar al confundido Neo de los dominios de Matrix antes de que se suicide y vuelva a repetir el bucle temporal de su vida como diseñador famoso, revelando también que el Agente Smith (Jonathan Groff) había estado vigilándolo de cerca con el aspecto de su socio de negocios en la empresa de videojuegos. Como es de esperar, Neo es finalmente convencido por Bugs y Morpheus para irse del país de las maravillas a través de los espejos (ya no usan teléfonos ni líneas ocupadas para entrar o salir de Matrix) porque las imágenes de su pasado grabadas dentro de la misma Matrix (material de archivo de las películas anteriores) le recuerdan quien era en realidad.
Sin embargo, luego de todo ese barullo para que el elegido se despierte nuevamente en la cápsula cableada de líquido rojo tengo la sensación de que la película pierde la fuerza necesaria para ser entretenida y gravita por trayectos que son fácilmente descifrables. En pocas palabras se vuelve aburrida, repetida, como si se tratara de un déjà vu anodino que reinicia la primera entrega para que las nuevas generaciones holgazanas de teléfonos inteligentes sepan cómo fue el asunto. Lo que le sucede a Neo a partir de su resurrección me mantiene sujeto a un plan de abulia cuando conversa en una construcción de carga con el holograma Morpheus sobre su pasado como El Elegido y conoce a la tripulación nueva que lidera Bugs. También cuando llega en la nave de Bugs a la nueva colonia subterránea llamada Io, donde conoce a la tripulación y charla con una anciana Niobe (Jada Pinkett Smith) y el programa exiliado Sati (Priyanka Chopra) sobre lo que le ha sucedido a la humanidad luego de la guerra contra las máquinas sucedida sesenta años antes y la supuesta anomalía que ha resucitado a Neo y a Trinity en los límites de Matrix con fines desconocidos. Los diálogos expositivos tienden a extenderse más allá de lo necesario con terminologías redundantes y one liners pretenciosos que huelen a filosofía de bolsillo.
En esta ocasión, la puesta en escena está poblada por personajes unidimensionales cuyas acciones permanecen en una superficie que le resta profundidad a su desarrollo. Neo sigue siendo el hombre frío, reservado, solo 20 años envejecido (a pesar de que han pasado 60 años desde la guerra), que paulatinamente recobra el inmenso poder que posee dentro de los confines de Matrix y lo utiliza con el fin de sacar a su amada secuestrada por las máquinas. Bugs se obsesiona con liberar a Neo del abismo de Matrix porque una vez fue testigo de uno de los intentos de suicidio de este y eso la ayudó luego a ser liberada, por lo que manifiesta su agradecimiento y admiración ayudándolo a salvar a Trinity. Smith es ahora un programa expatriado con una apariencia diferente que, descontento con los cambios que le pasaron factura, monitorea los pasos del Sr. Anderson porque lo necesita para desestabilizar a Matrix y reiniciarla hacia su versión anterior; siendo un antagonista que, a pesar de sus planes malévolos, a veces se muestra dispuesto a cooperar con Neo para su beneficio propio. El nuevo Morpheus es un programa que puede interactuar con el mundo real y tiene la tarea, como su modelo base, de ser el que guíe a Neo por el camino predestinado; aunque esta versión tiene menos sabiduría que Laurence Fishburne, se viste como un chulo y tiene una verborrea satírica a modo de alivio cómico. Trinity, que en la nueva Matrix es una madre llamada Tiffany, es una mujer amante a las motocicletas que presiente los ecos reprimidos de un pasado que la llama para que huya del dominio patriarcal que la oprime. Y el puesto de villano lo ocupa El Analista (Neil Patrick Harris), el arquitecto de la versión actual de Matrix que controla el flujo del tiempo y se hace pasar como el terapeuta de Thomas para mantenerlo cautivo con los sedantes de la pastilla azul, no solo para comprender su mente, sino además para impedir que su eventual escape desestabilice el software reciente del sistema operativo de Matrix que ha construido desde cero (Neo y Trinity deben estar dentro de la matriz para mantenerla marchando adecuadamente). El resto de los secundarios los olvido con facilidad. No hay nada novedoso. Todas sus acciones se ejecutan de una forma previsible con el único propósito de asegurar que Neo se reúna Trinity.
Desconozco cuál ha sido el presupuesto de esta película, pero las secuencias de acción no se asoman ni a la peor de Matrix Revoluciones. Lo que observo me hace pensar que ha sido uno muy bajo. Las coreografías de pelea son tan flojas que a simple vista se nota claramente que saltan usando cables y están ensayando las trompadas y las patadas con efectos visuales de segunda mano. No me produce ninguna sorpresa cuando veo que Neo se enfrenta con el Smith rejuvenecido para recordar los viejos tiempos rompiendo las paredes con los puños en los interiores de un baño, mientras sus amigos luchan contra unos exiliados que salen de todas partes. Quizá solo destaco la secuencia que se construye a base de ralentí y tiempo bala en el taller de reparaciones de moto de Tiffany, en donde Neo intenta convencer a su amante para que recupere su personalidad como Trinity, pero es confrontado por El Analista que inmoviliza los objetos manipulando el tiempo, el cual revela que le ha ordenado a las máquinas que recuperaran y reconstruyeran los cuerpos moribundos de Neo y de Trinity porque el vínculo de ellos desequilibra el funcionamiento interno de Matrix, por lo que se encargó de mantenerlos separados con las remembranzas anuladas para que los otros humanos dentro de Matrix acepten mejor la simulación y produzcan más energía para las máquinas, impidiendo así el reinicio del sistema. Todo las otras secuencias de acción, incluyendo el clímax en el que Neo y Trinity escapan en motocicleta en una noche de zombis en la que llueven bots suicidas, se limitan a lo mismo: mostrar a Neo deteniendo todo tipo municiones y desviando misiles en los edificios con las ondas de choque que emite de sus manos.
Puedo decir, sin temor a equivocarme, que Matrix Resurrecciones es una secuela bastante superflua que ofrece la píldora equivocada al pretender, inútilmente, reformular los mecanismos que hicieron posible que la primera película sea tan original, como si fuera un híbrido que quiere ser reboot y secuela al mismo tiempo. En su preámbulo tiene, eso sí, un conjunto de ideas interesantes sobre la dualidad de las identidades digitales y el control ejercido por la industria del entretenimiento para mantener programados a sus consumidores, pero estas se quedan rudimentarias para ceder el paso a una parábola bastante cursi sobre la emancipación de la mujer y el amor binario que trasciende como la única esperanza para el cambio, como ya es usual en las superproducciones de Hollywood políticamente correctas. El uso del color azul en la puesta en escena señala una y otra vez la perogrullada sobre el poder del amor y la fidelidad. Pero de nada sirve que Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss vuelvan a ponerse la gabardina y lentes oscuros para luchar por voluntad propia contra las máquinas opresoras y reformar la realidad del mundo hasta lograr la utopía volando por los cielos. Está montada con pereza. El enfoque metadiscursivo se borra tan rápido de mi memoria como los efectos secundarios de un fármaco totalmente prescindible.
Ficha técnica
Título original: The Matrix Resurrections
Año: 2021
Duración: 2 hr 28 min
País: Estados Unidos
Director: Lana Wachowski
Guión: Aleksandar Hemon, David Mitchell, Lana Wachowski
Música: Johnny Klimek, Tom Tykwer
Fotografía: John Toll, Daniele Massaccesi
Reparto: Keanu Reeves, Carrie-Anne Moss, Neil Patrick Harris, Yahya Abdul-Mateen II,
Calificación: 5/10
Título original: The Matrix Resurrections
Año: 2021
Duración: 2 hr 28 min
País: Estados Unidos
Director: Lana Wachowski
Guión: Aleksandar Hemon, David Mitchell, Lana Wachowski
Música: Johnny Klimek, Tom Tykwer
Fotografía: John Toll, Daniele Massaccesi
Reparto: Keanu Reeves, Carrie-Anne Moss, Neil Patrick Harris, Yahya Abdul-Mateen II,
Calificación: 5/10
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