En esta comedia satírica Adam McKay utiliza a un reparto estelar de estrellas para interrogar el negacionismo y el impacto del cambio climático.
Según las estimaciones de los científicos que día y noche observan con el telescopio los cielos nocturnos en busca de posibles asteroides que puedan chocar contra la Tierra, se cree que el impacto de un meteorito de los grandes, de aproximadamente 10 km de largo, tendría una potencia equivalente a la de diez mil millones de bombas atómicas y además provocaría una catástrofe sin precedentes que dejaría una senda de destrucción total, convirtiendo la superficie del planeta en un infierno en unos pocos minutos. El último de esos peñones cayó un día soleado hace 65 millones de años y produjo el cambio climático global que causó la extinción de los dinosaurios que una vez reinaron la cima de la pirámide alimenticia, además de tatuar un cráter de proporciones ciclópeas sobre la zona que hoy bautizan con el nombre de Chicxulub. Pero los científicos no son los únicos que se preocupan por dicho evento, también lo son los productores y directores de Hollywood preocupados por sacudir la mata del cine de catástrofes que un sinnúmero de veces ha planteado la calamidad en unas cuantas películas sobre rocas que amenazan con caer en la Tierra, entre las que se encuentran las medianas Impacto profundo y Armageddon.
En la plataforma de streaming de Netflix he visto una nueva que se suma a ese listado de las que abordan el caso hipotético del fin del mundo firmado por un cometa. Se titula No miren arriba y está dirigida por Adam McKay, director algo irregular que marca su regreso a la sátira desde la estupenda Vice. A diferencia de las ya mencionadas, en las que de alguna manera presentan cómo los héroes resuelven la traba con las convenciones típicas del cine de desastre de ciencia ficción, se trata de una sátira cínica que examina, a modo de parábola, la crisis del cambio climático y la banalidad sociopolítica ocasionada por la ineptitud gubernamental y el negacionismo colectivo de gente cuyo juicio está perpetuamente nublado por las estupideces de las redes sociales y la frivolidad mediática. Hasta cierto punto el discurso satírico sobre la crisis medioambiental y el lado ignorante del capitalismo funciona adecuadamente, pero por momentos tengo la sensación de que todo se torna inútilmente redundante y su comedia pierde el efecto sorpresa por el reparto de lujo de personajes estereotipados que permanecen en la superficie porque solo cumplen con una cuota de descripción, dejando que la narrativa de los científicos que intentan razonar con los borregos sobre el fin del mundo sea ridículamente previsible.
Don’t Look Up se ambienta en un futuro no muy lejano y comienza cuando Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), doctora en astronomía de la Universidad Estatal de Michigan, descubre a través del Telescopio Subaru un cometa desconocido que tiene una trayectoria que apunta hacia el planeta Tierra. El dato escalofriante es confirmado por su superior, el Dr. Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), quien tras calcular el trayecto con fórmulas matemáticas se da cuenta, en un primer plano que captura su preocupación, que dicho cometa impactará a la Tierra en aproximadamente seis meses y tiene el tamaño suficiente para desencadenar una extinción masiva que ponga fin a la civilización humana. Tanto Randall como Kate hacen lo que haría cualquier astrónomo ante semejante circunstancia: reportar el asunto de seguridad nacional al primer mandatario. Con asistencia del jefe de la Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria de la NASA, el Dr. Teddy Oglethorpe (Rob Morgan), se dirigen a la Casa Blanca donde el nepotismo es la regla, pero primero duran unas cuantas horas sentados en espera de la presidenta Janie Orlean (Meryl Streep) y su hijo, el jefe de gabinete, Jason Orlean (Jonah Hill).
McKay muestra a Mindy y Dibiasky como los científicos turbados por las observaciones que deben lidiar contra la irracionalidad de los burócratas conservadores que condenan el papel iluminador de la ciencia para el progreso humano y la predicción de catástrofes, además de los medios de comunicación absurdos que trivializan la seriedad del asunto por el bien de los ratings. Esto es evidente, primero, cuando ellos se reúnen con la veleidosa presidenta Orlean para explicarle la gravedad de que el cometa impacte con la Tierra y lo único que reciben de ella y el hijo inicuo es la negativa de restarle importancia porque, desafortunadamente, eso no es una prioridad de Estado como para agendarlo inmediatamente, llegando incluso a ordenarle a la directora inexperta de la NASA que niegue el suceso para que no cunda el pánico; aunque en última instancia la presidenta procede a darle luz verde a una operación para destruir el cometa porque aprovecha la situación para ganar popularidad en los índices de aprobación de los comicios y tapar así un escándalo sexual que afecta la imagen de su gestión, originado por acostarse en un motel con su candidato a la Corte Suprema. Paralelamente, Mindy y Dibiasky llevan la noticia del cometa a un programa de entrevistas matutino, donde los anfitriones Jack Bremmer (Tyler Perry) y Brie Evantee (Cate Blanchett) tratan el tema de una manera frívola y burlesca que solo refleja la ignorancia vomitiva que prevalece en los medios para adormecer a los espectadores que siguen la corriente, teniendo como resultado que Dibiasky pierda la compostura en vivo porque sabe que el mundo se va a acabar pero nadie se lo toma en serio, cosa que acaba generando múltiples memes en línea que la ridiculizan.
Como se trata de una comedia, los personajes responden a estereotipos que están conscientes en todo momento de lo absurdo del mundo. El Dr. Randall Mindy, interpretado espléndidamente por DiCaprio, es un profesor de astronomía y padre de familia que, debajo de su aparente tranquilidad, está muy desesperado porque nadie parece tomarse en serio sus advertencias sobre el fin del mundo, a veces calma su ansiedad con la ayuda de medicamentos antidepresivos, y manifiesta las inseguridades que lo colocan constantemente en una balanza moral que lo obliga a aceptar las exigencias de la presidenta inescrupulosa sin oposiciones y a dejarse seducir por la comunicadora Brie para caer en la trampa del adulterio, logrando ganarse la simpatía de la gente por su naturaleza dócil y permisiva. Mindy, en mi opinión, es el más interesante de todo el reparto porque representa la figura del científico honesto, comprometido con las causas que protejan a la humanidad a toda costa, que es secuestrado por las garras de la manipulación mediática y burocrática. Como por inercia, todos los demás personajes giran alrededor de él, pero no alcanzan a igualar su desarrollo.
Entre los demás secundarios están la Dra. Dibiasky, la presidenta Orlean, el jefe de personal y el magnate de la industria BASH. Dibiasky es la científica que tiene los pies en la tierra y sabe que el mundo se ha vuelto lo suficientemente loco como para negar su descubrimiento, llegando incluso a ser censurada por el poder burocrático. Janie Orlean, interpretada por Streep, es la presidenta trumpista de los Estados Unidos que, como narcisista que viste de rojo republicano y ególatra conservadora montada en las ruedas del poder, pone los intereses de la nación por encima de las vidas de los ciudadanos, aprovechando la misión de la NASA para desviar el cometa como el trampolín de un circo mediático que disminuya el eco de las polémicas y le añada puntos positivos al desempeño su administración, atreviéndose también a abortar la misión en el último minuto cuando se entera de que su corteza contiene elementos de metales raros valorados en trillones de dólares. Igual de cínico es Jason Orlean, el jefe de gabinete e hijo de Janie, que trata a los científicos como una botella de agua en el zafacón y ejerce su poder para hostigarlos, burlándose en muchas ocasiones de lo que dicen. Y el tercer puesto de villano lo ocupa, Peter Isherwell, el CEO multimillonario de la corporación tecnológica BASH que convence a la presidenta Orlean para explotar comercialmente los minerales del suelo del cometa usando drones de perforación, con el fin de fragmentarlo en lugar de destruirlo y así recuperar los pedazos que caigan en el océano. El resto de los personajes son meras caricaturas prescindibles.
No hay que tener el cerebro de Greta Thunberg para darse cuenta de que los personajes de McKay se construyen como estereotipos para erigir un argumento subrepticio sobre la importancia de la toma de decisiones basadas en la ciencia como la única alternativa para combatir los efectos catastróficos del cambio climático (aquí metaforizado por el cometa), los corolarios de los monopolios naturales producidos por el corporativismo agresivo de empresarios capitalistas que solo buscan el beneficio personal, y, sobre todo, las divisiones políticas de una sociedad completamente distraída por las modas superfluas de la cultura pop y las tendencias efímeras en redes sociales que se niega a prestar atención a los avisos de los científicos sobre el colapso de la civilización humana. Tan sencillo como eso. Su amplio collage de personajes se divide entre los seguidores del negacionismo que se niegan a mirar arriba y los profesionales del empirismo que miran desde abajo lo verificable. Los buenos son los científicos que buscan soluciones para enfrentar la contrariedad y, en cambio, los malos son los políticos trumpistas de saco y corbata que, junto a los empresarios, encabezan el liderazgo de los individuos negacionistas de índole irracional que eligen rechazar la realidad para evadir la incómoda verdad y permanecer sentados en la zona de confort de las mentiras. El comentario coincide con la actual coyuntura de los negacionistas del cambio climático provocado por el calentamiento global.
El problema fundamental, a mi parecer, es que el alegato apologista y satírico sobre el cambio climático, que en un principio brilla como la luz del sol con su capa de ironía, pierde su efecto porque la narrativa estructura los episodios de las acciones de los personajes de una manera circular que repite infructuosamente los coloquios sobre el cometa del fin del mundo. Atraviesa demasiado lugares comunes que debilitan el entramado tragicómico. Y todo se reduce a las discusiones a puertas cerradas o en televisión en vivo que banalizan la parte más obvia del mensaje. De ese modo no me sorprendo viendo a Mindy hablando por televisión cuando asume su rol como asesor gubernamental, la movida de Dibiasky como cabeza de la oposición del movimiento público que critica al gobierno y defiende la causa de la comunidad científica, la ninfómana presentadora que se acuesta con Mindy, los agentes del gobierno a los que le importan muy poco lo que le suceda a la gente, la opinión dividida entre los alarmistas que niegan la hipotética devastación global y los juiciosos que refutan las diatribas de los negacionistas más ignorantes, los planes siniestros del multimillonario ambicioso con voz infantil. En la mayoría de los casos me asalta la indiferencia, aunque consigo disfrutar de algunos, como la climática secuencia de la noche del fin del mundo donde el cometa destruye la Tierra mientras los protagonistas condenados celebran la última cena en familia.
Desde luego, valoro las intenciones pedagógicas que subrayan con carácter de urgencia el tópico sobre el cambio climático, pero no me causa nada de gracia su sátira condensada como crítica social por ese toque maniqueo que no deja espacios en blanco para la reflexión. Está ensamblada de una forma pretenciosa, desequilibrada, con personajes sosos que no me terminan de enganchar, a pesar de contar con un reparto estelar. Y ni siquiera me sorprende su epílogo en el que los más ricos escapan en una nave intergaláctica hacia otro planeta en el edén del castigo mientras la hecatombe del cometa desencadena un apocalipsis del que solo sobrevive el político abusivo que ya no tiene nada que perder. Ni el tono que mezcla la tragicomedia con trozos de drama. Tal vez como documental hubiese funcionado mejor, pero esa es otra historia. La encuentro igual de regular que La gran apuesta.
Ficha técnica
Título original: Don't Look Up
Año: 2021
Duración: 2 hr 18 min
País: Estados Unidos
Director: Adam McKay
Guión: Adam McKay
Música: Nicholas Britell
Fotografía: Linus Sandgren
Reparto: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, Jonah Hill, Rob Morgan, Mark Rylance, Tyler Perry, Timothée Chalamet, Ron Perlman,
Calificación: 6/10
Título original: Don't Look Up
Año: 2021
Duración: 2 hr 18 min
País: Estados Unidos
Director: Adam McKay
Guión: Adam McKay
Música: Nicholas Britell
Fotografía: Linus Sandgren
Reparto: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, Jonah Hill, Rob Morgan, Mark Rylance, Tyler Perry, Timothée Chalamet, Ron Perlman,
Calificación: 6/10
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