Crítica de 'Belfast': la infancia de Kenneth Branagh

En esta película, configurada como un drama de mayoría de edad con semblantes autobiográficos, el director británico Kenneth Branagh explora las raíces de su infancia en el Belfast de finales de los tumultuosos años 60.


Belfast



Kenneth Branagh alega que comenzó a trabajar en Belfast en marzo de 2020 cuando fue alcanzado por un pensamiento que lo motivó a escribir un guión sobre un fragmento de la historia de su vida. “Quería volver y estrechar la mano de esa versión de mí mismo de 9 años, y quería entender por lo que habían pasado mis padres en términos de los increíbles sacrificios que hicieron para dar un gran paso en nuestras vidas, del que nunca hablamos posteriormente. Jamás.”, dijo en una entrevista. Se refiere al período de su infancia inspirado en su propia experiencia como un niño inocente que vivía con su familia de clase trabajadora en Belfast durante los años de The Troubles. Aunque no es la primera vez que habla sobre su pasado en Belfast, sobre todo porque lo hace brevemente en su autobiografía de 1989, Beginnings; por lo visto es un tema que ha querido relatar durante más de 50 años, aprovechando ahora que tiene a su disposición los medios cinematográficos para transferirlo a la gran pantalla. La película, estrenada en diversos festivales del cine, ha gozado de una cálida acogida del público y de la crítica que la consideran como su trabajo más personal hasta la fecha.

No dudo para nada de que Belfast sea la obra más íntima que Branagh ha realizado por razones un tanto obvias, pero me produce cierta estupefacción los aplausos que ha recibido la película porque, a decir verdad, me parece una de las flojas de una filmografía tardía que aparentemente va en picada. No puede ser más soporífera. Parece casi una respuesta británica a Roma, de Cuarón. Sigue esa tendencia de cineastas que necesitan contar la historia de su vida a modo de desahogo personal. Pero si la de Cuarón lo hizo con un resultado excelso a nivel estético y narrativo. Aquí en cambio el pastiche resulta burdo cuando Branagh abraza la cotidianidad de su niñez de una manera convencional y sin ningún tipo de emotividad, cercano también a las bagatelas autobiográficas similares de Almodóvar y de Sorrentino. Su drama de mayoría de edad se encuadra con ese blanco y negro monocromático de marcados fines nostálgicos que está de moda para los que buscan narrar esos relatos personales a través de la autenticidad de la era señalada, pero siempre se mantiene en la superficie de los problemas que interroga y no tiene nada remotamente conmovedor en sus episodios sobre la pérdida de la inocencia y los sacrificios familiares ocasionados por disputas políticas.


Jude Hill como Buddy. Fotograma de Focus Features.



La película se ambienta en 1969, en la localidad de Belfast, en Irlanda del Norte, donde se describe la vida cotidiana de una familia protestante de clase trabajadora del Ulster desde la óptica del niño más pequeño que responde al nombre de Buddy (Jude Hill). El núcleo lo conforma el padre Pa (Jamie Dornan), la madre Ma (Caitríona Balfe), el hermano mayor Will y los abuelos paternos, Granny (Judi Dench) y Pop (Ciarán Hinds). En la apertura, Buddy juega muy feliz en la calle con los demás niños del barrio sosteniendo una espada de madera y un escudo de hojalata, pero a una determinada hora del día el castillo de ilusiones que contiene su frasco de candidez se derrumba cuando inician los disturbios de agosto, donde un grupo de unionistas de Irlanda del Norte (de religión protestante), como buenos partidarios de preservar los lazos con el Reino Unido, atacan las casas y negocios de las minorías católicas en la calle en la que vive Buddy con su familia, lanzando piedras y palos para espantarlos. El pequeñín se esconde debajo de la mesa mientras la familia, en estado asustadizo, escucha los ecos de la algarabía en los interiores de la casa. Tras la llegada de los agentes del orden que calman el caos, los residentes del vecindario levantan una barricada (muros de la paz) para así evitar que surjan nuevos conflictos con esa gentuza militante. La familia se tranquiliza, pero el padre que regresa a casa para comprobar el bienestar de todos discute con la esposa sobre la oportunidad laboral que se le ha presentado, mientras Buddy mira con sus ojos inocentes el entorno que no puede comprender.


Judi Dench, Jude Hill y Ciarán Hinds. Fotograma de Focus Features.

 

A partir de ese detonante, Branagh capta por una parte el trauma infantil del chiquillo y, por la otra, los dilemas cotidianos de una familia que explora la posibilidad de emigrar a causa de la crisis política que segrega a la sociedad irlandesa. Muestra a Buddy (la versión ficticia de sí mismo) como un niño ingenuo, travieso, frágil y tímido, cuya fragilidad se ve afectada rápidamente por la escala de violencia que impera en el pueblo y, de vez en cuando, comunica sus inquietudes más intrínsecas a los abuelos que lo ayudan a comprender el mundo inestable de la adultez, además de atestiguar las discusiones domésticas de los padres de clase obrera que desean una mejor condición de vida para la familia y el sentimiento del primer amor que toca su corazón cuando se enamora de Catherine, una compañera católica que es muy inteligente y asiste con él a la escuela primaria donde la profesora ubica a todos los estudiantes sin importar la religión o la etnia particular. Su comportamiento es modificado por la psicogeografía de las hostilidades diarias que se intensifican por los hostigadores liderados por un unionista llamado Billy Clanton (Colin Morgan), el cual busca a víctimas infantiles como Buddy para reclutarlas en su plan de lavarle el cerebro con la moralidad errática de su radicalismo nacionalista y que sean partícipes de la desobediencia civil a temprana edad.


Jamie Dornan, Ciarán Hinds, Jude Hill y Judy Dench.

 

El resto de la familia gira sin mucho apuro alrededor de las secuelas emocionales del niño. La madre es presentada como una mujer responsable que, no solo se preocupa por el sectarismo de los protestantes radicales que amenazan al unión de su familia, sino también el atraso de las deudas que ejercen una presión significativa sobre las finanzas personales y la precariedad económica que los vapulea. Los abuelos son mostrados como los sabios de naturaleza conservadora que usan el don de las vivencias para aconsejar al hijo y los nietos. Y el padre es el hombre honesto de clase trabajadora, con sueños de ser un gran cantante, que lo poco que gana como carpintero lo suministra para la comodidad de la familia, aunque su motivación se sustenta en la duda y en la decisión de irse con su esposa y sus hijos a un lugar tan lejano como la luna que le pueda ofrecer mejores oportunidades.

El retrato del niño tiene un arranque más o menos interesante que hace que me involucre mínimamente por las vicisitudes que le suceden en las calles de Belfast, pero pronto me doy cuenta de que Branagh lo modela a través de un trato baladí y claramente acomodaticio que nunca escapa de esa zona de confort de repetir, con cierto sentimentalismo de bolsillo, las conversaciones del niño cuando es aconsejado por los abuelos; la insistencia del protestante insurrecto que solo aparece en repetidas ocasiones para que se sepa que es el malo del asunto enfrentándose al padre moralmente pulcro y abusando de la pureza del niño para manipularlo con sus doctrinas antisociales; los momentos de familia en la que el padre idealista evalúa la probabilidad de emigrar para escapar de la contienda segregativa que solo empeora; los días en que el niño mira por televisión los noticieros sobre el delicado clima político que no comprende o algunas de las películas del oeste de Ford y Zinnemann. Cuento con los dedos algunos instantes que no se repiten, como la asistencia de la familia a la iglesia en la que un ministro parcializado pronuncia una perorata de bifurcación que pone a cavilar al infante, las salidas familiares al cine, o en la que Buddy es reclutado por una joven en una pandilla local y se une a un disturbio que incluye un saqueo en el supermercado (aunque la madre luego lo obliga a devolver el objeto robado). Pero son todas igual de planas y pierden el impulso dramático para ampliar la psicología de los personajes.



 

Desde luego, Branagh no tiene la intención de que el cuadro del niño y la familia constituya un alegato político sobre los corolarios de The Troubles, sobre todo porque solo le interesa examinar la manera en que la ingenuidad de un niño se ve arrinconada por la intimidación y el miedo a cambiar de lugar, así como también inspecciona las condiciones sociales que obligan a una familia esperanzada a recurrir a la emigración para buscar un poco de prosperidad. Su estética emplea algunos dispositivos que le permiten señalar los estados de ánimo de Buddy y su familia en medio de esa dificultosa etapa de la historia de Irlanda del Norte, como el plano subjetivo, el contrapicado, el sobreencuadre, el primer plano, la elipsis, el plano simbólico, entre otros. Se trata, por lo tanto, de los infortunios de una familia irlandesa de clase trabajadora sin más. Sin embargo, pienso que asimismo utiliza al niño como una excusa algo trivial para colocar un discurso ecléctico sobre el poder de la tolerancia y la comprensión [entre católicos y protestantes] como la única vía para olvidar los trágicos hechos del pasado y lograr un entendimiento mutuo de cara al presente. En ese sentido se vuelve un poco previsible porque, en efecto, el paisaje urbano del poblado norirlandés fraccionado subordina el desarrollo de los personajes ya de por sí superficiales para contestar las interrogantes sobre los lados contradictorios del enfrentamiento étnico-nacionalista de carácter religioso que divide a la gente.



 

Lo único que valoro por encima de todo lo otro es, primero, ese estilo que casi en su totalidad encuadra las incidencias del niño y los entornos urbanos a través de un monocromático blanco y negro de la lente de Haris Zambarloukos que añade cierta belleza con ese acabado tan grisáceo como las nubes de invierno; y, segundo, la auténtica reproducción de la época que subraya la arquitectura rígida del Belfast de los sesenta con las calles, los locales comerciales, las viviendas, los muros militarizados. Pero desafortunadamente ni siquiera esos elementos o la música de escaso valor melódico de Van Morrison pueden paliar el efectismo de una narrativa bastante blanda en la que todas las acciones de los personajes pasan de una manera nimia cuando se ilustra las tragedias personales y sus frustraciones más inmediatas con luces y sombras. El drama carece de fuerza y el componente cómico está fuera de lugar. Las actuaciones del reparto me parecen olvidables. Si estos son los recuerdos de la infancia de Branagh, me temo que son unos bien aburridos. Su carta de amor a su ciudad natal está lejos de ser conmovedora.

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Ficha técnica
Título original: Belfast
Año: 2021
Duración: 1 hr 39 min
País: Reino Unido
Director: Kenneth Branagh
Guión: Kenneth Branagh
Música: Van Morrison
Fotografía: Haris Zambarloukos
Reparto: Jude Hill, Caitriona Balfe, Jamie Dornan, Judi Dench, Ciarán Hinds
Calificación: 5/10





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