El visionado de
Daisy Kenyon, conocida por estos lados como
Entre el amor y el pecado, me produce una sensación adormecedora que me hace colocarla de inmediato en ese catálogo de cintas medianas de Preminger como
El hombre del brazo de oro,
¿Ángel o diablo? y
Anatomía de un asesinato. Esperaba otra cosa. Su melodrama tiene instantes diminutos que se iluminan con la presencia de Joan Crawford, Dana Andrews y Henry Fonda, pero me temo que no hay nada conmovedor en los dilemas de su triángulo amoroso porque todo se repite inútilmente bajo la rutina novelesca del tener y no tener. La protagonista es Daisy Kenyon, una mujer que trabaja en una agencia publicitaria en la ciudad de Nueva York y se encuentra emocionalmente confundida al verse involucrada en un triángulo amoroso con dos hombres que responden a los nombres de Dan O'Mara, un abogado casado, y Peter Lapham, un veterano de la Segunda Guerra Mundial. En un principio me intereso por el idilio, quizá por esa indecisión que mantiene en la cuerda floja a una confundida Daisy que todavía tiene sentimientos encontrados por el canalla Dan, mientras piensa que el agradable Peter le proporciona la seguridad y la estabilidad emocional que anhela en lo profundo de su corazón. El trato es más o menos aterrizado con la ambigüedad moral del trío. Crawford interpreta a Daisy con mucha credibilidad cuando utiliza los gestos de su cara para transferir la cuota de frustración que la atormenta en secreto para decidirse por uno de los dos galanes, como una mujer atrapada en la cárcel de las dudas. También encuentro bastante convincente el rol secundario de Fonda como ese veterano honesto y cordial que encierra un pasado trágico como viudo, dispuesto a lo que sea para conquistar a la mujer que ama y recuperar la felicidad. La de Andrews no me causa ni frío ni calor como ese abogado obsesionado que recurre a la infidelidad para paliar los efectos de un matrimonio irreconciliable. Sin embargo, ni siquiera esas actuaciones del reparto logran reponer el trato rutinario y superficial con el que los personajes desarrollan unas situaciones que, casi siempre, se limitan a discusiones a puertas cerradas sobre la obsesión, el deseo, el adulterio, las heridas psicológicas de la posguerra y los conflictos matrimoniales derivados del divorcio. La trama carece de fuerza por esa predisposición de Preminger de mantenerse en la zona de confort, en la que el ritmo avanza a tropezones, los diálogos solo responden a trivialidades románticas, la iluminación golpea constantemente los rostros de los personajes a veces de forma innecesaria y la música de Newman es desperdiciada para favorecer momentos de silencio que, a fin de cuentas, no amplían para nada el desarrollo central de los personajes. No hay emoción. Su patetismo alcanza los niveles de una telenovela en blanco y negro. Sigo prefiriendo los melodramas de Sirk y de Stahl.
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Ficha técnicaTítulo original: Daisy KenyonAño: 1947
Duración: 1 hr 39 min
País: Estados Unidos
Director: Otto Preminger
Guion: David Hertz
Música: David Raksin
Fotografía: Leon Shamroy
Reparto: Joan Crawford, Dana Andrews, Henry Fonda, Ruth Warrick, Martha Stewart,
Calificación: 6/10
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