En la noche de hoy me ha tocado ver a Crisis, la ópera prima de Ingmar Bergman como director de cine, rodada cuando tenía 27 años tras haber pasado por el teatro. Dura aproximadamente una hora y media y, a decir verdad, no me causa ninguna emoción en particular. La coloco en la casilla casi vacía de las cintas que son regulares de su filmografía temprana, como en el caso de Puerto. El melodrama tiene una puesta en escena bienintencionada que refleja las inclinaciones estéticas tempranas del maestro sueco, pero el pozo psicológico de su propuesta carece de resonancia emocional y se torna un poco superfluo cuando examina los dilemas provincianos en la sociedad sueca posguerra. La historia sigue a Nelly, una joven ingenua que lleva una vida tranquila en un pueblo y que por su gran hermosura tiene a uno de muchos pretendientes, mientras vive bajo el techo de su madre adoptiva, Ingeborg, una mujer estricta con problemas económicos, a veces oportunista, que enseña piano a los jóvenes del pueblo y también dirige una casa de huéspedes. El problema fundamental que encuentro es que Bergman pretende abarcar demasiado narrando las vicisitudes de los personajes, dejándolos en la superficie para que la pragmática de los diálogos y el fuera de campo se encarguen de ilustrar las inquietudes intrínsecas que a simple vista no se ven. Por una parte, narra la angustia (transformada simbólicamente en enfermedad) que padece la falsa madre cuando la hija adoptada se va a la ciudad con la madre biológica, y la inseguridad de la joven al no poder encajar en la mundanidad de los placeres aburguesados de la metrópoli. Por el otro, trata la insatisfacción de la madre frívola y sofisticada [que abandonó a su hija], Jenny, antigua prostituta y dueña de un salón de belleza que se siente profundamente atemorizada por el atractivo perdido y tiene celos provocados por el amante mujeriego que la conquistó a ella en el pasado y ahora intenta seducir a su hija; y, además, ilustra la incertidumbre de ese donjuán impertinente y oportunista llamado Jack, como un hombre cansado del matrimonio miserable y la esclavitud del salario que le pone un precio a su alma. El acartonamiento de esos personajes, con todo sus claroscuros, de alguna manera funciona para dialogar sobre la infelicidad, el sacrifico maternofilial, los caprichos amorosos, los impulsos juveniles, la ambigüedad moral de la vida rural que rechaza escapar de la tradición y la decadencia existencial de una sociedad posguerra que avanza tan rápido como una locomotora. En términos de realización, la puesta en escena de Bergman le da forma a ese sello estilístico que más tarde se convertiría en sinónimo de grandeza, donde prevalece un cuidado compositivo a través de la voz en off, el encuadre móvil, la iluminación expresiva, la música extradiegética, la sobreimpresión y el uso proxémico del espacio que acentúa la dialéctica campo-ciudad. Desafortunadamente ni esos mecanismos corrigen un tono patético y predecible que mantiene a los actores anclados a las raíces teatrales, incluso en los momentos más dúctiles de fatalismo.
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Ficha técnica
Título original: Crisis (Kris)
Título original: Crisis (Kris)
Año: 1946
Duración: 1 hr 33 min
País: Suecia
Director: Ingmar Bergman
Guion: Ingmar Bergman
Música: Erland von Koch
Fotografía: Gösta Roosling
Reparto: Allan Bohlin, Julia Cæsar, Ernst Eklund, Karl Erik Flens,
Calificación: 6/10
Duración: 1 hr 33 min
País: Suecia
Director: Ingmar Bergman
Guion: Ingmar Bergman
Música: Erland von Koch
Fotografía: Gösta Roosling
Reparto: Allan Bohlin, Julia Cæsar, Ernst Eklund, Karl Erik Flens,
Calificación: 6/10
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