Cuando los mundos chocan, de Rudolph Maté, tuvo su estreno hace más de 71 años y todavía, a día de hoy, los efectos especiales que ofrece lucen bastante sólidos dentro de los estándares más básicos del cine de serie B de catástrofes. Es una película de ciencia ficción que, incluso con sus inconsistencias narrativas, me parece bastante entretenida cuando ofrece su espectáculo sobre la catástrofe del fin del mundo, con un ritmo consistente que avanza a la velocidad de un cohete y efectos especiales que estimulan mi imaginación. Está basada en la novela homónima de Edwin Balmer y Philip Wylie, publicada por primera vez en 1933. Tras un prólogo en el que, a modo profético se muestran citas bíblicas del libro del Génesis y la decisión de Dios de acabar con la humanidad, la trama se traslada a la modernidad, en pleno apogeo de la Guerra Fría, donde el piloto David Randall carga consigo las fotografías ultra secretas del astrónomo sudafricano Dr. Emery Bronson para llevarlas al laboratorio de Dr. Cole Hendron en los Estados Unidos, las cuales revelan la peor de las calamidades: una estrella errante llamada Bellus y su planeta Zyra está en curso de colisión con la Tierra sin ningún margen de error, lo que produciría una hecatombe global. A través de un ritmo trepidante, me mantiene adherido a mi asiento durante la hora y media que dura el asunto cuando observo la lucha de los científicos más racionales contra la ignorancia colectiva de los gobernantes mundiales que niegan con incredulidad; la carrera a contrarreloj para construir una nave espacial financiada por un megalómano empresario en silla de ruedas; la iniciativa de transportar a un número limitado de personas al planeta que orbita la estrella para crear allí una nueva civilización; las determinaciones ético-morales del piloto heroico con chaqueta de cuero que anhela maniobrar la aeronave y también quedarse al lado de la mujer que ama; la estela de devastación que deja a su paso el planeta vecino, desatando volcanes y un maremoto que acaba con ciudades enteras. Maté le añade pulso a las secuencias de destrucción con los efectos especiales, y demuestra su destreza artesanal en una puesta en escena coloreada en Technicolor que preserva cierta atención a los detalles de los decorados y el acertado vestuario futurista de Edith Head, manteniendo siempre un tono equilibrado entre el cine de desastre y la ciencia ficción para elaborar una meticulosa parábola sobre los corolarios de la era nuclear de los años 50 (como era habitual en la época). Mis únicas quejas se limitan a que algunas acciones de los personajes, en apariencia, tienen un desarrollo superfluo para responder a los artilugios del género, y, además, algunas piezas argumentales se quedan en el aire de las interrogantes. Aunque supongo que no se puede pedir mucho por las limitaciones presupuestarias. Todo lo otro, incluyendo el pánico y la supervivencia de los últimos humanos, me resulta intrigante.
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Ficha técnica
Título original: When Worlds Collide
Título original: When Worlds Collide
Año: 1951
Duración: 1 hr 32 min
País: Estados Unidos
Director: Rudolph Maté
Guion: Sydney Boehm
Música: Leith Stevens
Fotografía: John F. Seitz
Reparto: Richard Derr, Barbara Rush, Peter Hansen, Larry Keating,
Calificación: 7/10
Duración: 1 hr 32 min
País: Estados Unidos
Director: Rudolph Maté
Guion: Sydney Boehm
Música: Leith Stevens
Fotografía: John F. Seitz
Reparto: Richard Derr, Barbara Rush, Peter Hansen, Larry Keating,
Calificación: 7/10
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