Crítica breve de 'Cortina rasgada' (1966)

Cortina rasgada
Sospecho que Hitchcock rodó Cortina rasgada para cobrar el cheque de la Universal Pictures y sepultarla en el baúl de los recuerdos. De hecho, le aborrecía el guión inicial de Brian Moore, y tampoco quería a Paul Newman y a Julie Andrews en los roles principales. Y no es para menos. Habiéndola visto ahora, me doy cuenta de que es un thriller político aburrido y bastante patético en el que Hitchcock, de una manera previsible, manosea los clichés de la fórmula de espías sin ningún tipo de sorpresa que justifique la pesada duración de más de dos horas. Se nota claramente que es un producto hecho a desganas, como una recolección de viejas ideas del director que son desempolvadas para seguir esa tendencia de la época en Hollywood de películas sobre el espionaje en la Guerra Fría. Su protagonista es el típico hombre hitchcockniano en la posición equivocada, que ahora responde al nombre de Michael Armstrong, un físico norteamericano que viaja a la Republica Democrática Alemana con su prometida, Sarah Sherman, para solicitar asilo político y anunciar públicamente su papel de desertor. Desde un principio, la narrativa sigue la rutinaria existencia de ese profesor que solo finge desertar para acercarse a un científico soviético y robarle la ecuación de un arma nuclear que construye el gobierno. Y en ningún momento hay una escena en la que se examine a fondo la motivación del personaje o el impulso que hay detrás de sus acciones cuando se coloca el discurso sobre la desconfianza doméstica que ocasiona el alboroto. A través del MacGuffin de cabecera, todo se resuelve de una manera esquemática, acomodaticia, terriblemente superflua, cuando el espía inexperto y su esposa huyen de Berlín Oriental, mientras conocen a otros operarios encubiertos que los ayudan a escapar y son perseguidos constantemente por los agentes del régimen de la cortina de hierro que están en todas partes en estado de vigilancia. Los personajes parecen atravesar la línea de segura de la superficialidad. Hitchcock descuida la intriga para permanecer en la zona de confort, en la que no arriesga nada al colocar a sus protagonistas en las mismas situaciones baladíes sobre mentiras, sospechas y traiciones, en unos escenarios que por momentos lucen descaradamente artificiosos. Desde luego, saca a relucir esa estética voyerista en la que habitualmente encuadra la acción mediante un plano subjetivo para trasladar la mirada del espectador a lo que el personaje observa de lejos, particularmente eficaz en la secuencia del asesinato en la granja y también en la persecución en el autobús, quizá las dos únicas que se destacan por encima del resto. Y aprovecha la partitura de John Addison para ampliar las inquietudes de los personajes con un leitmotiv bastante contagioso. En todo lo demás no registro ninguna emoción significativa. El clímax del teatro me parece una rotunda tontería por la forma tan facilona en que sucede. Y no encuentro ningún tipo de química entre Newman y Andrews. El resultado carece de nervio, de la tensión que habita en otras películas hitchcocknianas.

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Ficha técnica
Título original: Torn Curtain
Año: 1966
Duración: 2 hr 08 min
País:  Estados Unidos
Director: Alfred Hitchcock
Guion: Brian Moore
Música: John Addison
Fotografía: John F. Warren
Reparto: Paul Newman, Julie Andrews, Lila Kedrova, Hansjörg Felmy
Calificación: 5/10

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