Rodada con una sencilla economía de recursos,
El cuchillo en el agua es una película de Polanski que no supone para mí nada fuera de lo ordinario como thriller psicológico, a pesar de que se trata de su ópera prima como director de cine. La propuesta de Polanski presenta, en clave de suspenso aterrizado, una observación sobre la lucha de clases sociales, pero navega por mareas irregulares en donde la tensión se va y viene con la brisa. Narra la historia de una pareja que se dirige en un coche hacia un lago para navegar en su yate lujoso, pero son detenidos por un autoestopista joven estacionado en la carretera. Como la trama debe ir alguna parte, la pareja conformada por Andrzej y Krystyna, invitan al muchacho a pasar el día en el bote, pero a medida que pasan las horas crece las diferencias que amenaza con hundirlos. A través de la carga pragmática de los diálogos que sostienen los tres personajes principales, Polanski examina la manera en que el hombre de clase obrera está condenado a un camino difícil de servidumbre voluntaria cuando permanece atado a la esfera de los valores burgueses, sin que nadie le diga cómo manejar ese barco que, en apariencia, metafóricamente no va a ninguna parte. Está más claro que el agua. El triángulo ilustra la lucha por el poder de las clases sociales. El burgués (dueño del bote) aquí es fundamentalmente presentado como un elemento villanesco y conformista acostumbrado a la autoridad derivada de la riqueza que transita hacia la incertidumbre que desconoce, y el proletario, por el contrario, asume el papel de la víctima de una infraclase (el vagabundo que no encaja y es objeto de burlas por su condición socioeconómica) que se ve en la necesidad de arrendar su fuerza de trabajo (simbolizada por el cuchillo) a cambio de un incentivo de bienestar, mientras la mujer que simboliza la fortuna está en el centro de la disputa porque es vista como el fin que justificará los medios. El obrero a contracorriente simplemente no puede nadar en esas aguas peligrosas de los vicios aburguesados (falacias, deshonestidad, hipocresía, prejuicios), y por eso prefiere mentir para escapar de sus garras opresivas. El problema, a mi parecer, es que Polanski solo utiliza a esos tres personajes como una excusa algo banal para subordinarlos a su discurso sociopolítico, dejándolos en una especie de inercia en la que todo se reduce a acciones de navegación, conversaciones triviales y una ausencia de tensión sexual. Sus personajes están trazados sin fuerza, como latas vacías que flotan sobre el pantano a punto de hundirse. El ritmo letárgico solo logra que se hunda más rápido. Se observa claramente que la mano censora del ministerio izquierdoso le puso una señal roja sobre sus impulsos creativos, notable por la forma en que mantiene en estado latente una violencia y una carga erótica que amenaza todo el tiempo con salir a la superficie. La banda sonora de jazz y saxofón me parece anempática. Desde luego, encuentro algunas decisiones estéticas que anuncian el virtuosismo que vendría luego con la perturbadora
Repulsión, como el uso del plano subjetivo para evocar las miradas que provocan inquietud, los saltos de eje, el sonido diegético y el empleo del fuera de campo, en una puesta en escena arriesgada que casi todo el tiempo se encuadra en una sola locación de espacios abiertos: los límites de un velero. Desafortunadamente, nunca me veo emocionado por la supuesta claustrofobia y me resulta prescindible. Es un debut, cuanto mucho, bastante tibio.
Ficha técnica
Título original: Knife in the Water (Nóz w wodzie)
Año: 1962
Duración: 1 hr 34 min
País: Polonia
Director: Roman Polanski
Guion: Roman Polanski, Jerzy Skolimowski, Jakub Goldberg
Música: Christopher Komeda
Fotografía: Jerzy Lipman
Reparto: Leon Niemczyk, Jolanta Umecka, Zygmunt Malanowicz
Calificación: 6/10
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