Mis ganas de recuperar ese ritual de ver películas bíblicas como preámbulo de Semana Santa me ha llevado a desperdiciar cerca de dos horas con el visionado de Sansón y Dalila, de Cecil B. DeMille. Incluso todavía recuerdo difusamente sus imágenes cuando la vi por primera vez en televisión local siendo apenas un chaval. Sin embargo, eso no evita que ahora mi interés se desplome al piso como la melena de Sansón. Es una película que posee el toque habitual de DeMille para el gran espectáculo de espada y sandalias en Technicolor, pero que pierde su fuerza hasta que no queda otra cosa que una épica bíblica de amor manoseada por la cursilería. Como su título lo indica, se basa en el relato popular del libro bíblico de los Jueces, pero también adapta parte de la novela de Vladimir Jabotinsky. Se ambienta en el antiguo Israel del año 1000 a. C. Y narra la historia de Sansón, un israelita viril que ha sido bendecido por Dios con una fuerza sobrehumana que sale de su larga cabellera, la cual utiliza para defender a la gente oprimida de su pueblo de los ataques de los Filisteos que dominan todo el territorio. En la primera mitad, suceden cosas más o menos interesantes, como la lucha de Sansón contra un león, la tragedia de la boda, los celos de Dalila por el amor no correspondido y la rebelión de Sansón cuando acaba con un ejército completo. En la segunda, el tono melodramático me comienza a aburrir con la inconsistencia de ritmo que presenta el argumento, sobre todo cuando Sansón se convierte en un fugitivo motivado por un fuerte sentido de venganza para terminar con el reinado filisteo, mientras Dalila intenta conocer el secreto de su fuerza. Todo sucede de una manera mecánica, cursi, predecible, que coloca a Sansón en un sendero demasiado indulgente para elaborar un texto un poco superficial sobre el clasismo, la opresión y el valor de la fe, pero, subterráneamente, desde la típica moral religiosa que examina la condena de los judíos que traicionan las tradiciones del matrimonio casándose con una mujer que no pertenezca a su cultura. En pocas palabras, Sansón está condenado desde el principio por haberse relacionado con las mujeres filisteas en lugar de aceptar a la danita que lo ama. La actuación de Victor Mature me parece dúctil, unidimensional, cuando encarna la figura de ese forzudo mitológico que es demasiado ciego para darse cuenta de las trampas colocadas sobre su cabello, a pesar de la pericia física para atacar a soldados filisteos y a un león con ayuda de un doble de riesgo. Solo Hedy Lamarr, en la contraparte, entrega una interpretación de mucha credibilidad como la vampiresa del Antiguo Testamento que, con sus gestos, seduce al fortachón con la verborrea más engañosa para concretar su venganza personal, siendo la encarnación de la perversidad, la manipulación y la envidia. Ellos pasean por una puesta en escena pomposa en la que DeMille, con sus manías para la espectacularidad, se preocupa por unos decorados enormes y un vestuario bastante acentuado que alcanza su máximo grado siútico en la climática secuencia de la hecatombe del templo en la fiesta de Dagón. Esos valores de producción, junto a la banda sonora de Victor Young, es lo único que puedo destacar.
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Ficha técnica
Título original: Samson and Delilah
Título original: Samson and Delilah
Año: 1949
Duración: 2 hr 14 min
País: Estados Unidos
Director: Cecil B. DeMille
Guion: Jesse Lasky Jr., Fredric M. Frank
Música: Victor Young
Fotografía: George Barnes
Reparto: Victor Mature, Hedy Lamarr, George Sanders, Angela Lansbury,
Calificación: 5/10
Duración: 2 hr 14 min
País: Estados Unidos
Director: Cecil B. DeMille
Guion: Jesse Lasky Jr., Fredric M. Frank
Música: Victor Young
Fotografía: George Barnes
Reparto: Victor Mature, Hedy Lamarr, George Sanders, Angela Lansbury,
Calificación: 5/10
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