XXY, la ópera prima de la directora argentina Lucía Puenzo, es una película que plantea un discurso un poco interesante sobre la sexualidad y el autoaceptación, pero la manera tan superflua en que lo desarrolla transforma su drama de mayoría de edad en una cosa anémica y redundante que, a fin de cuentas, solo me produce bostezos. Narra la historia de una joven intersexual de 15 años que vive junto a sus padres en una pequeña casa situada en una zona costera, con la finalidad de evitar los prejuicios de la gente por la rara condición que padece, aunque su vida se pone cuesta abajo con la llegada de un chico tímido y sus padres (uno de ellos cirujano interesado en el caso), que han llegado a visitar la familia para discutir sobre la mesa la posibilidad de una operación. A través de planos de un pretendido lirismo, Puenzo relata sin mucho apuro las secuelas emocionales de esa adolescente de aspecto androgénico cuando recibe el maltrato físico y verbal de los moradores machistas por ser una hermafrodita, pero también la frustración en las habitaciones cuando cuestiona su hermafroditismo y la necesidad de encontrar a alguien que la acepte como es. Pero, al parecer, nunca escapa de la superficie y el secreto a voces pierde el efecto sorpresa por esa indulgencia calculada que nunca interroga al personaje más allá del espectro de la víctima y el descubrimiento de su intersexualidad, colocándola siempre en situaciones rebuscadas que previsiblemente piden a gritos la confrontación para despejar de la playa las dudas más obvias sobre su ambigüedad sexual. Todo luce demasiado puesto cuando la muchacha rechazada se aísla en la soledad y el sufrimiento, cuando las madres discuten en la cocina, cuando el joven homosexual reprimido la busca obsesivamente, cuando el padre maneja la camioneta para confrontar a los pescadores prejuiciosos. Hay poca profundidad en los personajes. Puenzo solo los utiliza como simples autómatas expositivos para examinar, dentro de los estándares más básicos de mayoría de edad, la manera en que los adolescentes confrontan los miedos intrínsecos sobre la identidad sexual para alcanzar la autoaceptación. La actuación central de Inés Efron no me termina de convencer porque su expresividad, a veces, resulta demasiado dúctil, quedándose siempre en el lloriqueo novelesco y las correderas por la arena, a pesar de que físicamente transmite con su cuerpo el extraño cuadro clínico de la protagonista. Desde luego, detecto una interpretación contenida y sobria de Ricardo Darín cuando emplea los silencios y la mirada serena para comunicar la preocupación de ese padre que busca lo mejor para su hija. También hallo particularmente vistoso el tratamiento atmosférico de esas escenas panorámicas que tiñen de gris las olas azuladas y los cielos nublados que evocan la pesadumbre de esa gente afligida por el conflicto. El resto de la propuesta me parece prescindible, tan salada como las aguas del mar argentino.
Ficha técnica
Título original: XXY
Año: 2007
Duración: 1 hr 27 min
País: Argentina
Director: Lucía Puenzo
Guion: Lucía Puenzo
Música: Andrés Goldstein, Daniel Tarrab
Fotografía: Natasha Braier
Reparto: Inés Efrón, Ricardo Darín, Valeria Bertuccelli, Martín Piroyansky
Calificación: 5/10
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