Crítica breve de 'La bestia humana' (1938)

La bestia humana
La bestia humana es una película de Jean Renoir que está basada en la clásica novela naturalista de Émile Zola, que más tarde también sería adaptada en Hollywood por Fritz Lang en la tensa Deseos humanos. Ambas tratan tópicos similares, pero esta, a mi parecer, tiene un trato bastante aterrizado por la manera en que Renoir construye la tragedia fatalista sobre el adulterio y los deseos humanos transitando por las vías más ecuánimes del realismo poético. Trata la historia de Lantier, un maquinista de tren sinuoso y algo solitario que transita por los rieles ferroviarios para apaciguar los impulsos homicidas que ha heredado del alcoholismo de varias generaciones en su familia, demostrado cuando intenta estrangular con sus manos a una mujer que conocía. Una parte sustancial de la trama se desarrolla en las estaciones ferroviarias en Le Havre, donde Lantier es testigo de un asesinato en los interiores de un tren en manos del esposo irascible y celoso de una mujer infeliz llamada Séverine, de la que luego se enamora hasta obsesionarse, además de ocultarle a la policía que la vio a ella saliendo de la cabina para evitar levantar las sospechas. Manteniéndose por los terrenos del realismo poético más orgánico, Renoir, a través de la trágica existencia de sus personajes, no solo refleja la imposibilidad del hombre de clase trabajadora de escapar de los márgenes más bajos de la sociedad, sino, además, la decepción de gente que no halla la felicidad por ninguna parte. Lantier es un hombre condenado por su estado de locura hereditaria (es un homicida misógino) y solo es feliz cuando está en completa soledad conduciendo la locomotora, y Séverine, al contrario, es una mujer desconfiada que siempre ha sido infeliz al lado de hombres que solo abusan física y verbalmente de ella. Los personajes son seres atrapados en un callejón sin salida, sin moralidad, en la dialéctica de la condición humana, esa que esquematiza la eterna insatisfacción producida por la naturaleza de los deseos incumplidos que encierra al hombre en una espiral de contradicciones. Aunque hay ligeras cosas que se mantienen en la superficie (como el origen del tormento de Lantier o la investigación policial inconclusa), están interpretados por un buen reparto. Gabin me parece sobrio cuando emplea los silencios, los gestos y la mirada serena para comunicar la agonía de ese hombre solitario marcado por el estigma de una herencia genética maldita que lo convierte en un discreto pero violento asesino de mujeres. También Simone Simon como la mujer adúltera que ha sufrido el infierno del maltrato doméstico en su matrimonio y anhela matar a su marido para poner fin a su angustia. Están encuadrados con mucha sutileza por Renoir, en una puesta en escena en la que abunda una cámara que capta con mucho realismo la sordidez atmosférica de las estaciones de tren y los entornos míseros donde se puede respirar el fatalismo; donde el fuera de campo, la elipsis, los travellings laterales, el plano subjetivo, los diálogos no iconógenos, el sonido diegético (el ruido de los trenes) y la iluminación de matiz expresionista acentúa la psicología de los personajes cuando transitan con frecuencia por el camino de la desilusión y de la muerte anticipada. No sé si se trate de una obra mayúscula del director, pero lo que veo, al menos, me resulta emotivo.

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Ficha técnica
Título original: The Human Beast (La bête humaine)
Año: 1938
Duración: 1 hr 40 min
País: Francia
Director: Jean Renoir
Guion: Jean Renoir
Música: Joseph Kosma
Fotografía: Curt Courant
Reparto: Jean Gabin, Simone Simon, Fernand Ledoux, Julien Carette,
Calificación: 7/10

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