Crítica breve de 'La reina de Cobra' (1944)

La reina de Cobra
Mi interés por la filmografía de la actriz dominicana María Montez me ha llevado ver La reina de Cobra, una película algo olvidada del subgénero de aventuras de los mares del sur que la coloca de nuevo al lado de Jon Hall y Sabu, en los tiempos en que era conocida como la "Reina del Technicolor" en la Universal y gozaba de una popularidad que, tristemente, solo duraría menos de seis años durante la década de los 40. Y no me parece que sea gran cosa. Siodmak la dirige con un estilo exótico que nunca abandona el disfraz del camp y la pomposidad acartonada, pero como aventura tropical la mayor parte del tiempo carece de algo que sea emocionante y ni siquiera la doble actuación decorativa de Montez puede rescatarla del abismo. En la trama, Montez interpreta a Tollea, una bella mujer que en la víspera de su boda es raptada y trasladada a la isla vecina de Cobra por órdenes de una señora que resulta ser su abuela materna, mientras el prometido decepcionado zarpa hacia el lugar contra viento y marea para salvarla, en una isla gobernada por una tiranía de ceremonias religiosas con cobras de hule. Hay romance, encontronazos, dilemas, salvajismo, manipulación, conspiraciones maquiavélicas, santuarios sagrados y sacrificios humanos como ofrenda para los dioses iracundos del volcán inactivo. Sin embargo, a los pocos minutos se vuelve redundante cuando la narrativa pone al héroe y su amigo nativo en los terrenos previsibles para buscar a la damisela bondadosa que ha sido secuestrada para reemplazar a la hermana gemela que es malvada y propensa a los rituales más sangrientos que se inauguran en los templos con danzas fálicas de serpientes y los bastones de unos sacerdotes vestidos con túnicas de lentejuelas. Las situaciones absurdas del melodrama se amontonan como las palmas de la playa, y la cuota de gratuidad aleja a los personajes de cualquier intento de desarrollo cuando se mantienen en la superficie de las descripciones y la falta de tacto dramático para justificar el escapismo trillado de serie B. Tiene un ritmo que es un poco inconsistente en la hora y cuarto que dura el asunto isleño. En términos generales, Siodmak, con cierta predisposición para lo artesanal, sigue sin mucho apuro la fórmula implantada por la Universal para los papeles como monarca de los trópicos en los que Montez era encasillada, donde toda la acción se muestra a través de escenarios dotados de exotismo, con un vestuario suntuoso y unos efectos especiales (incluyendo fondos de mate y planos sobreimpuestos) que adornan cada rincón de la puesta en escena bañada de la tinta fabulesca fabricada por el Technicolor. Solo Montez me parece mínimamente solvente cuando interpreta con su acento a dos princesas completamente opuestas (una magnánima y otra perversa), aunque su tiempo de brillo suele ser intermitente por el amplio catálogo de personajes anodinos que, al igual que ella, habitan ese exagerado paraíso indígena del Pacífico. Ni lo que dicen ni lo que hacen me llega a emocionar.

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Ficha técnica
Título original: Cobra Woman
Año: 1944
Duración: 1 hr 07 min
País: Estados Unidos
Director: Robert Siodmak
Guion: Scott Darling, Gene Lewis
Música: Edward Ward
Fotografía: W. Howard Greene, George Robinson
Reparto: María Montez, Jon Hall, Sabu, Edgar Barrier, Mary Nash,
Calificación: 5/10


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