Carretera perdida es la primera película de Lynch en lo que yo denomino como la trilogía de Los Ángeles, junto con
Mulholland Drive e
Inland Empire, en la que los personajes que presenta parecen estar suspendidos en sueños perdidos, recuerdos difusos y estados alterados de disociación que conducen a la muerte. No creo que sea exactamente uno de sus puntos más altos, pero me parece intrigante porque la edifica como un misterio
neo-noir que transita, sin desviarse, por las autopistas laberínticas más oscuras de la alienación, el sexo y el asesinato, donde las situaciones de horror doméstico más inesperadas se estacionan en la vía como acto de escapada surrealista. En una primera mitad, la trama sigue a Fred Madison, un saxofonista reservado y algo sinuoso que comienza a recibir unas misteriosas cintas de vídeo en las que aparece grabado junto con su esposa pelirroja Reneé en los interiores de su propia casa, mientras se convierte en prisionero de las dudas y de la desconfianza hacia su esposa (sospecha que le es infiel a sus espaldas y planea asesinarla), en una serie de episodios alucinatorios que incluyen un encuentro en una fiesta con un hombre misterioso parecido al diablo y una tragedia conyugal que más tarde lo trasladan a una prisión bajo el cargo de homicidio en primer grado, donde lentamente se transforma en víctima de un trastorno de personalidad múltiple. En la segunda, muestra a Pete Dayton, un joven mecánico de automóviles que ocasionalmente presta sus servicios al gánster más duro de la ciudad y tiene una relación con la novia de este, una rubia peligrosa llamada Alice Wakefield, que lo coloca en el epicentro de problemas al descubrir una red de pornografía y sospechar que el jefe planea matarles. En términos generales, Lynch construye la narración circular como una forma de viaje paradójico por el subconsciente para examinar, en clave psicoanalítica, las señales que hay detrás de los celos, la culpa, el deseo y la inseguridad masculina que se manifiesta como una obsesión sobre la figura femenina, entendido desde la mirada subjetiva de una persona fraccionada por una crisis de identidad y las reminiscencias de la cotidianidad que lo condenan constantemente como piezas perdidas de un rompecabezas de cosas que sucedieron y otras que también son productos de su locura. En pocas palabras, Fred es un hombre alienado que se refugia en las fantasías producidas por su estado de fuga para negar el lado perverso que lo llevó a asesinar a su esposa y a su amante antes de huir por la carretera maldita de la policía y olvidarse de su carrera exitosa como jazzista, pero también, dialécticamente, a codiciar lo que nunca pudo tener como mecánico fracasado que probó el amargo sabor del rechazo. La complejidad de la estructura narrativa, a mi juicio, mantiene a los personajes enganchados en la superficie de los estereotipos convencionales del cine negro, pero Lynch me hace olvidarlo por esos recursos estéticos que emplea sutilmente para comunicar el espectro de desrealización del protagonista a través de atmósferas pesadillescas que amplían los callejones de ese mundo oscuro en el que impera el adulterio, el erotismo, la traición y la violencia, como si fuera una especie de relato
pulp que, a decir verdad, funciona adecuadamente con el reparto encabezado por Bill Pullman, Patricia Arquette, Robert Loggia y Robert Blake, además de una solvente banda sonora. Su ritmo endiablado avanza como un Cadillac con el tanque lleno por la ruta 66, casi con el mismo kilometraje lynchiano que
Corazón salvaje.
Ficha técnica
Título original: Lost Highway
Año: 1997
Duración: 2 hr 14 min
País: Estados Unidos
Director: David Lynch
Guion: David Lynch, Barry Gifford
Música: Angelo Badalamenti
Fotografía: Peter Deming
Reparto: Bill Pullman, Balthazar Getty, Patricia Arquette, Robert Loggia, Robert Blake,
Calificación: 7/10
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