Este nuevo film animado de Pixar saca a la luz el compromiso que tienen con su cruzada adoctrinadora para infantes de todas las edades.
Hace algún tiempo un tuit de mi propiedad causó cierto alboroto en una patrulla de ofendidos en Twitter. Me refería específicamente a la controversia de Lightyear que comenzó en las oficinas de la compañía cuando decidieron mantener una escena innecesaria que presenta brevemente el beso entre una pareja del mismo sexo frente a niños. La querella obligó a que dicha escena se eliminara en la posproducción para evitar las posibles pérdidas financieras de los más de 14 países del Medio Oriente y Asia en donde fue prohibida tras algunas revisiones de los censores. Pero tiempo después se restableció cuando el señor Bob Chapek, el CEO de Disney, mostró abiertamente su oposición a un proyecto de ley de derechos de los padres en la educación en Florida y, a la vez, también impuso su autoridad para controlar la crisis que provocó a lo interno de la casa de Mickey. El asunto en cuestión no solo revela solo al estado actual de las películas animadas de Disney y Pixar contaminadas con la corrección política, sino además, el papel que desempeñan como instrumentos ideológicos al servicio del fundamentalismo woke para propagar ideas de manera insincera y con cierto nivel de fanatismo sobre la mente de los millones de niños a los que llegan con mercadeo.
El huracán mediático ocasionado por la polémica del besito es lo único, a mi parecer, que la ha mantenido durante tanto tiempo colgada como objeto de discusión en la cultura popular, porque de lo contrario hubiese pasado sin pena ni gloria. La película, que marca el debut como director de Angus MacLane (antes había co-dirigido junto a Stanton la inane Buscando a Dory), me parece aburrida hasta el infinito y más allá cuando narra los orígenes de Buzz Lightyear de forma apresurada y en piloto automático, sin dejar ningún rastro alguno de la chispa de aquel juguete legendario de Toy Story que supuestamente está basado en el astronauta de carne y hueso de ese universo metaficcional que Andy vio cuando era un niño. Su zigzagueo por el espacio se torna ridículamente predecible y por momentos me asalta la sensación de que es un spin-off creado por la fórmula de Pixar con la finalidad de extender inútilmente la franquicia más allá de lo necesario y, por supuesto, de cumplir con su agenda inclusiva a través del héroe galáctico que, desde que se desmonta de la nave, solo funciona como una figurilla de acción completamente manipulada por esa ideología izquierdosa que está de moda.
Para empezar, el argumento se sitúa en un futuro distante, en el que Buzz Lightyear (voz de Chris Evans) es un guardián espacial que aterriza en su nave interestelar en el planeta habitable T’Kani Prime junto a su oficial al mando y mejor amiga, Alisha Hawthorne (voz de Uzo Aduba), con el fin de explorar la región. Sin embargo, son obligados a abortar la misión tras descubrir que el exterior está poblado por formas de vida hostiles. El plan de huida falla cuando Buzz, como aviador confianzudo, daña una sección exterior de la nave en una acción evasiva, constriñendo la tripulación a estacionarse para reparar el daño y así continuar el viaje. Pasan un año estacionados sobre el extraño planeta, y con las piezas de infraestructura disponible toda la tripulación construye una colonia que los presiona a adaptarse a un nuevo estilo de vida, mientras Buzz ocasionalmente realiza una prueba de cálculo de combustible de unos cuatro minutos para tratar de alcanzar la hipervelocidad fuera del planeta en su aeronave espacial, aunque termina fallando y descubriendo que en su breve estancia por el espacio interplanetario han pasado cuatro años en el planeta a causa de los efectos de dilatación del tiempo.
De manera muy similar a su contraparte de juguete en Toy Story, Buzz es presentado aquí como un astronauta serio, honesto, consumido por una fuerte ambición que nunca lo separa de sus ideales heroicos más inmediatos, aunque es menos ingenuo, tiene un traje más realista y sus diálogos no lo tildan de alivio cómico en muchas ocasiones. Se muestra como un tipo que tiene un enorme respeto y admiración por la comandante Hawthorne, de la que siempre sigue sus consejos y comparte su frase más emblemática. Pero como es demasiado terco, suele rechazar las órdenes inmediatas para seguir su instintos egoístas y está perpetuamente obsesionado con el cumplimiento del deber, hasta el punto de que sus viajes por el espacio lo hacen reflexionar sobre el tiempo perdido a lo largo de 62 años de misiones fallidas y la falta de sus seres queridos de los que solo quedan los retratos que evocan el recuerdo, siendo su compañero un gato robótico llamado Sox (voz de Peter Sohn), que lo ayuda a solventar algunas de las tareas básicas de la operación para obtener velocidades más rápidas que la luz. Su figura es, por lo tanto, la de un hombre solitario que se niega a aceptar el camino de la felicidad al poner el encargo por encima de la empatía. Esto se observa con claridad, supongo, en la secuencia en la que observa a Alisha siendo feliz con su esposa y su hijo a lo largo de los años, mientras él está solo y los demás miembros de la tripulación que una vez llegó a conocer se mueren de vejez, quedando, en efecto, en un territorio donde es un desconocido para las nuevas generaciones.
El trato hasta ese punto es más o menos interesante por esa metáfora sobre la soledad y la necesidad de redescubrirse que me obliga a sospechar de que todo apunta a las sorpresas que van más allá del infinito, como es habitual en algunas de las cintas más fantásticas de Pixar; particularmente en la secuencia en que Buzz, en contra de los mandatos de su nuevo superior, se roba una nave y consigue lograr con éxito el salto hiperespacial en una última sesión de ensayo que lo traslada a 22 años más en el futuro. Pero por desgracia, la estructura narrativa lo coloca de una manera bastante convencional en el epicentro de las típicas persecuciones iniciadas por los villanos de hojalata para que descubra el valor de la amistad a través de la investigación. De nada sirve que Buzz supere los obstáculos al lado de la nieta de su amiga, Izzy Hawthorne (voz de Keke Palmer), y de los tontos reclutas Steel (voz de Dale Soules) y Morrison (voz de Taika Waititi) que aparecen para añadir una comicidad nula. Los conflictos están esbozados sin ingenio o de algo que sea emocionante. Todo está terriblemente condicionado a las mismas secuencias de acción que se repiten a modo de rutina con los personajes acartonados que, muchas veces, eclipsan el protagonismo de Buzz hasta reducirlo a uno más del grupo para metaforizar, en sintonía zurda, el poder colectivo de la igualdad de condiciones, donde el individuo está condenado al fracaso si piensa por sí solo y rechaza la simbiosis de la comunidad.
En pocas palabras, la aventura de ciencia ficción responde a un texto ideológico que por defecto teledirige inexorablemente las acciones de los personajes. Pero a diferencia de otras cintas de Pixar donde hay un perfecto equilibrio para desarrollar personajes a través de una idea sencilla, aquí está todo demasiado impuesto por la fuerza y apenas predomina una potencia motora que saque a los personajes de la inercia superficial para que se profundicen los motivos. Y adquiere una mayor ausencia de sutileza cerca del tercer acto cuando Buzz, tras las cansinas persecuciones junto a los secundarios, se encuentra con el siniestro villano Zurg (voz de James Brolin), y este se quita el casco para revelar que es una versión anciana de él mismo que ha viajado al pasado desde una línea de tiempo alternativa en la que siguió transitando hacia el infinito y más allá del futuro hasta llegar a una nave abandonada con una tecnología de una civilización extraterrestre avanzada, pero que utilizó toda la gasolina viajando al pasado y anhela el cristal de hipervelocidad de su yo joven del presente para reiniciar su quehacer de escape a un pasado que le permita impedir que la nave de exploración aterrice en la superficie de T’Kani Prime.
El encuentro paradójico con el doppelgänger no solamente pone a Buzz a cuestionarse a sí mismo y las cosas que podría perder si no aprovecha las oportunidades del presente, sino también las implicaciones morales de su cambio brusco de identidad a posteriori como resultado de seguir tomando decisiones egotistas en el largo plazo sin pensar en los demás, porque su yo longevo manifiesta, en efecto, las consecuencias nefastas de ese trayecto. Su decisión de permanecer en el planeta woke evoca la parábola de la autoaceptación como la única disyuntiva ante la discriminación (del mundo anterior).
Rescato, desde luego, esa animación que a veces cautiva mi sentido de la vista cuando ilustra las bases planetarias generadas por ordenador, las naves espaciales que viajan por el cosmos, los interiores de la estación del emperador megalómano y todo el ecosistema exótico del mundo colonizado, con los efectos visuales que son característicos del arsenal de pirotecnia Pixar. El diseño de los personajes es un poco genérico, pero me agrada que no le hayan hecho tantas modificaciones al aspecto físico de Buzz para acercarlo, cierta capa de realismo, a una versión más madura de lo que ya se ha visto antes cuando viste el uniforme espacial icónico de color blanco con rayas verdes. El trabajo de doblaje de Evans capta con mucha fidelidad la voz varonil y fervorosa, sin nada que envidiarle a la labor predecesora de Tim Allen como el personaje de la saga original.
En términos generales, prefiero el Pixar de los tiempos de Toy Story, Toy Story 2, Monsters Inc, Buscando a Nemo, Los increíbles, Ratatouille, Wall-E y Up, en los que la creatividad para concebir narrativas hermosas no se subordinaba de manera tan pretenciosa a ideologías ni agendas políticas de segunda. Eso decía mi tuit sobre esta película y, a día de hoy, lo sigo sosteniendo. Por el afán de manosear con sesgo ideológico el origen de un personaje tan carismático como Buzz, carece enormemente del factor de diversión de muchas de esas cintas que menciono, hasta que no queda otra cosa que el vacío creativo que MacLane intenta reponer con una acción mareante, paradojas temporales y personajes unidimensionales que terminan liquidando mi interés por una secuela que resuelva el inconveniente. Me parece una de las mediocres de su catálogo.
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Ficha técnica
Título original: Lightyear
Año: 2022
Duración: 1 hr 40 min
País: Estados Unidos
Director: Angus MacLane
Guión: Jason Headley, Angus MacLane, Matthew Aldrich
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Jeremy Lasky, Ian Megibben
Reparto (voces): Chris Evans, Taika Waititi, Keke Palmer
Calificación: 5/10
Título original: Lightyear
Año: 2022
Duración: 1 hr 40 min
País: Estados Unidos
Director: Angus MacLane
Guión: Jason Headley, Angus MacLane, Matthew Aldrich
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Jeremy Lasky, Ian Megibben
Reparto (voces): Chris Evans, Taika Waititi, Keke Palmer
Calificación: 5/10
Wow, que manera de no criticar a la pelicula sino demostrar tu rabia e ira a cierta ideologia politica que evidentemente ni presente estaba en la pelicula. con tal "Critica" hasta Star Trek parece comunista.
ResponderBorrarde verdad que cuestiono tu trayectoria en el cine si asi son tus reseñas.
Llegué a la misma conclusión que Terrios sin haber leído su comentario. Que reseña tan sesgada.
ResponderBorrarFelicidades.
ResponderBorrarHace setenta años, gracias a los valores que usted defiende, usted no hubiera podido ni publicar una reseña.
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