Una extraña obsesión, conocida en algunos lugares con el título de
La chaqueta de piel de ciervo o
Deerskin: Matador Style, es una comedia negra que, de una manera entretenida y muy original, se toma tan solo una hora y un cuarto para mostrar las obsesiones de Dupieux sobre los mecanismos expresivos del cine, sin perder en ningún momento el lado sorpresivo que evoca su registro híbrido entre el slasher y el neowestern más atípico, insólitamente con una actuación desternillante y perturbadora de Jean Dujardin que atraviesa caminos para mí insospechados cuando hace de un hombre fracasado, solitario y completamente desquiciado. En la trama, firmada con guion de Dupieux, Dujardin interpreta a Georges, un hombre de unos 44 años que se gasta unos 7 mil euros en una chaqueta de cuero con flecos y en una videocámara digital con la intención de partir hacia un pueblo remoto, donde se registra en un pequeño hotel cercano a una montaña y conoce, además, a una cantinera que es aficionada a la edición de vídeos, a la que invita a participar como editora en la película que está rodando. El cuadro clínico de George, ampliado por un espectro de psicopatía y manías siniestras, me parece interesante cuando comienza a tener conversaciones a puerta cerrada con su chaqueta de piel de venado y graba con su cámara obsesivamente a la gente del condado, ofreciéndoles un poco de dinero (prestado de la cantinera que financia su filme) a cambio de que se quiten la chaqueta y prometan que no volverán a usarla nunca más; algo que, dicho sea de paso, manifiesta en la superficie la descomposición psicológica ocasionada por la ruptura matrimonial y la irrealización de los deseos frustrados de ser cineasta que lentamente lo traslada a los límites que despierta su instinto homicida. Con un estilo que conjunta la sangre del terror slasher y el vestuario de manual del western, Dupieux consigue dimensionar las capas de conflictos internos del personaje, particularmente con el atrezo de ropa de vaquero y la videocámara que filma a través del sobreencuadre el cuchillo que corta gargantas, a veces con un uso sutil del sonido diegético interno-subjetivo que comunica la despersonalización más trastornada cuando el tipo habla con su otro yo. Pero lo hace, supongo, con la finalidad de colocar una pequeña parábola que interroga el cine entendido como un medio que se "roba" la realidad y condena al realizador a un círculo vicioso homologable al de un asesino serial cuando "asesina" a los que filma con el objetivo, mientras ensambla las piezas de su obra (simbolizada por el atuendo de cowboy). Detrás de la brutalidad ejercida, su análisis desmonta los mitos de la crisis creativa de los cineastas, casi como un homenaje discreto a
Tres rostros para el miedo (Powell, 1960) en el que la cámara es un testigo ocular y demoledoramente simbólico de los actos de "violencia" ejercidos por el proceso fílmico que destruye el espíritu creativo del cineasta, además de subrayar el rol de la mujer como nueva cineasta en la cadena de inclusión y diversidad. El resultado en apariencia es simple, pero me engancha, desde luego, por esa complejidad significante que reflexiona sobre la naturaleza del propio cine.
Ficha técnica
Título original: Deerskin (Le daim)
Año: 2019
Duración: 1 hr 16 min
País: Francia
Director: Quentin Dupieux
Guion: Quentin Dupieux
Música: Janko Nilovic
Fotografía: Quentin Dupieux
Reparto: Jean Dujardin, Adèle Haenel, Albert Delpy, Coralie Russier
Calificación: 7/10
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