Me siento rejuvenecer es una comedia alocada que reúne algunos de los elementos de la fórmula hawksiana, pero me temo que Hawks la edifica con un ritmo irregular que pierde el efecto cómico con cada gag aburrido sobre el elixir de la eterna juventud, sin mostrar ninguna sorpresa significativa que me provoque alguna risotada en la hora y media que dura el asunto de chimpancés, crisis matrimoniales y experimentos científicos. La encuentro igual de inane y ruidosa que La adorable revoltosa, esa otra comedia screwball de Hawks protagonizada por Cary Grant que involucra accidentes y locuras científicas. En esta ocasión, Grant interpreta a Barnaby Fulton, un químico investigador que trabaja para una destacada empresa farmacéutica y cuyo matrimonio con su esposa atraviesa una crisis discreta ocasionada por la rutina que tiene de experimentar obsesivamente con monos para hallar el ingrediente que pueda rejuvenecer a las personas, cosa que consigue accidentalmente una primate suya que se escapa de la jaula al mezclar los materiales en una de las sesiones del laboratorio. Las ocurrencias del científico loco tiene, a mi parecer, un arranque interesante que alcanza su mayor punto, primero, en la secuencia en la que prueba la sustancia secreta y actúa como un veinteañero y, segundo, en las escenas en que sale de paseo en el convertible junto a la voluptuosa secretaria del jefe para coquetear rememorando su vena de playboy. Pero todo se desploma en una serie de situaciones esperpénticas en la que el constante charloteo hawksiano me resulta tan molesto como insoportable, carente de algún humor que me saque unas cuantas risas o de algo que sea emocionante en los berrinches. El mismo Hawks dijo en una vez que la película no era tan divertida como podría haber sido por la falta de credibilidad de la premisa disparatada. Y yo pienso exactamente lo mismo. Su tono absurdo abandona la gracia por ese efectismo forzado, apresurado, que de forma redundante subordina a los personajes a los mismos episodios ridículos que, dicho sea de paso, no añaden ningún impulso significativo a la trama sobre el regreso a la juventud que se fue. No hay sentido de ritmo y todo avanza de una manera atropellada que se ensambla con las típicas escenas largas de Hawks, desprovistas de música para elevar la tonalidad letárgica con los planos generales, pobladas de largos diálogos firmados por la pluma de Ben Hecht, Charles Lederer y I.A.L. Diamond que solo poseen una ironía rebuscada. El rol de Grant solo me causa abulia como el doctor despistado que desea ser joven entre payasadas y muecas, pero por alguna razón su estilo suelto y carismático desarrolla una química maravillosa de unos pocos minutos al lado de Marilyn Monroe como la rubia tonta y sensual que desvía las miradas masculinas (en su última actuación como secundaria antes de su estrellato en Los caballeros las prefieren rubias). La simbiosis que ellos dos tienen en tan poco tiempo es tan evidente que la presencia de Ginger Rogers como la cónyuge celosa convertida en niña no brilla como debería y a ratos llega a ser olvidable incluso cuando rememora sus actos de baile. Es, desde luego, una de las comedias mediocres del director.
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Ficha técnica
Título original: Monkey Business
Título original: Monkey Business
Año: 1952
Duración: 1 hr 37 min
País: Estados Unidos
Director: Howard Hawks
Guion: Ben Hecht, Charles Lederer, I.A.L. Diamond
Música: Leigh Harline
Fotografía: Milton R. Krasner
Reparto: Cary Grant, Ginger Rogers, Charles Coburn, Marilyn Monroe, Hugh Marlowe,
Calificación: 5/10
País: Estados Unidos
Director: Howard Hawks
Guion: Ben Hecht, Charles Lederer, I.A.L. Diamond
Música: Leigh Harline
Fotografía: Milton R. Krasner
Reparto: Cary Grant, Ginger Rogers, Charles Coburn, Marilyn Monroe, Hugh Marlowe,
Calificación: 5/10
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