Crítica de la película «París, distrito 13» (2021)

París, distrito 13
En París, distrito 13, el realizador francés Jacques Audiard interroga con cierto grosor episódico los dilemas del amor en la era digital de la identidad de género y la diversidad intercultural, pero en general su visión de conjunto pierde el potencial dramático deseado cuando repite en demasía los mismos episodios de las preocupaciones millennials en blanco y negro. Su trama, basada parcialmente en las historietas del caricaturista norteamericano Adrian Tomine, narra la vida de tres personajes de distintas etnias en la sociedad francesa contemporánea. La primera es Émilie, una muchacha de origen asiático que lidia con la dura presión de los problemas familiares (su abuela enferma) y que, además, cae en las trampas sentimentales que la desestabilizan emocionalmente cuando tiene una relación Camille. El segundo es Camille, un maestro de tez negra que regresa a la universidad para obtener su doctorado, atrapado por el deseo sexual que alimenta su ego masculino de mujeriego y el deseo de estar al lado de una bella mujer para no sentirse solo, cosa que hace con Nora tras la ruptura con Émilie. La tercera es Nora, una mujer de 33 años que cursa el segundo año de su licenciatura en derecho y asiste a la misma universidad que Camille, que sufre las consecuencias del acoso por las redes sociales y de las heridas del abuso sexual, mientras anhela escapar de la inseguridad y de la infinita soledad producida por su bisexualidad latente para refugiarse en una persona que llene el vacío afectivo que deja todos los días frente a la pantalla del ordenador cuando navega por la internet buscando citas en línea. Con un blanco y negro monocromático que ocasionalmente crea atmósferas urbanas algo melancólicas, Audiard esboza las inquietudes amorosas de los personajes que se cruzan a lo largo de varios capítulos, con la finalidad, supongo, de reflexionar sobre las contrariedades ocasionadas por la falta de oportunidad, el desempleo, el sexo, la insatisfacción, la estabilidad emocional y la sensación de no ir a ninguna parte cuando se es inmigrante, en una sociedad francesa poblada por una generación millennial atormentada por la ansiedad que le impide avanzar fuera de los círculos viciosos. También examina la manera en que las tecnologías de la información insensibilizan al ser humano hasta convertir su prisma identitario en una imagen ficticia fabricada por entornos digitales que falsifican la personalidad. Pero, más allá del comentario social, el problema que encuentro es que, en la superficie, todo lo que plantea abandona la capa de intimismo por esa necesidad de narrar múltiples conflictos que, a un ritmo accidentado, nunca muestran nada revelador y permanecen anclados a la redundancia de coloquios en la calle o de las típicas escenas eróticas de sexo suave en la cama que se repiten hasta el paroxismo. En pocas palabras, el batiburrillo de peripecias sentimentales simplemente carece de un tono que sea consistente desarrollando a los personajes. Solo me parece interesante la interpretación de Noémie Merlant cuando comunica con sus gestos la desilusión de una mujer solitaria en las calles parisinas manchadas de gris. El resultado hubiese sido otro si toda la película girara en torno a su personaje.

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Ficha técnica
Título original: Paris, 13th District (Les Olympiades, Paris 13e)
Año: 2021
Duración: 1 hr 45 min
País: Francia
Director: Jacques Audiard
Guion: Jacques Audiard, Léa Mysius, Céline Sciamma, Nicolas Livecchi
Música: Rone
Fotografía: Paul Guilhaume
Reparto: Lucie Zhang, Makita Samba, Noémie Merlant, Jehnny Beth,
Calificación: 6/10

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