Corazón gigante, la propuesta más reciente del director islandés Dagur Kári, no es exactamente una película que me lleve hasta las nubes de una montaña, pero encuentro particularmente sobrio su retrato tragicómico sobre la soledad, la madurez y la falta de afecto de un alma atormentada en las frías praderas escandinavas, mostrado a través de una actuación bastante sutil de Gunnar Jónsson. Con cierta simplicidad, en la trama Jónsson interpreta a Fúsi, un hombre obeso y barbudo de unos 40 años que vive con su madre y trabaja como operador de cargas en un aeropuerto de la ciudad, mientras tiene como pasatiempo pintar figuras en miniatura de juguetes para recrear sobre una mesa maquetada los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial y, además, observa por la ventana cómo el tiempo le ha pasado por encima hasta dejarlo diluido en los lagos frígidos de la virginidad. Una parte cuantiosa del argumento gira en torno a los esfuerzos de Fúsi para conquistar a una mujer aparentemente depresiva que conoce en una clase de baile y con la que desarrolla un vínculo afectivo que amenaza con trasladarlo al sendero de la felicidad que tanto quiere, a pesar de luchar contra los demonios de la timidez que obstaculizan sus deseos más inmediatos, algo que de alguna manera me recuerda al personaje de Ernest Borgnine en Marty. En términos generales, el cuadro psicológico del personaje examina la frustración entendida como el retraimiento que es ocasionado por el miedo a la maduración y el duro camino de las responsabilidades adultas. En pocas palabras, Kári muestra a Fúsi como un sujeto que lucha constantemente contra sus propios temores internos y los impulsos reprimidos que le impiden manifestar lo que verdaderamente siente para seguir adelante como un adulto dentro de los parámetros ampliamente aceptados como norma social (casado con hijos, trabajo asalariado, vida familiar higienizada, etc.). Sinuosamente también interroga los prejuicios hacia los solitarios inadaptados que no encajan en ninguna parte. Su estilo capta con cierto intimismo la pesadumbre del protagonista gigantesco que se enamora, habitualmente con atmósferas gélidas que transmiten el aislamiento, el uso de la música diegética de valor empático y los diálogos con doble significado. El asunto que esquematiza me parece interesante porque es tratado con sutileza, sin golpes bajos ni clichés rebuscados, con ese sentido del humor escandinavo que es inteligente e invita a las reflexiones morales más serias. Pero, asimismo, me resulta emotivo por la actuación central de Jónsson, sobre todo cuando emplea los silencios, los gestos, la voz y la mirada cabizbaja para comunicar el lado tímido de ese individuo con el espíritu tan puro como la leche que solo anhela rellenar el enorme vacío con un poco de amor. Junto a él, hay un rol secundario notable de Ilmur Kristjánsdóttir como la mujer solitaria y deprimida que busca paliar las rupturas amorosas del pasado con alguien que tenga un corazón lo suficientemente noble como el de ella. Con ellos dos no hay grandes revelaciones ni un final condescendiente de esos que redimen moralmente, pero siempre me conmuevo con su drama al observar cómo sus personajes escapan de los dolores más íntimos para iniciar tardíamente lo que dejaron atrás.
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Ficha técnica
Título original: Virgin Mountain (Fúsi)
Año: 2015
Duración: 1 hr 35 min
País: Islandia
Director: Dagur Kári
País: Islandia
Director: Dagur Kári
Guion: Dagur Kári
Música: Dagur Kári, Karsten Fundal
Fotografía: Rasmus Videbæk
Reparto: Gunnar Jónsson, Ilmur Kristjánsdóttir, Margrét Helga Jóhannsdóttir,
Calificación: 7/10
Fotografía: Rasmus Videbæk
Reparto: Gunnar Jónsson, Ilmur Kristjánsdóttir, Margrét Helga Jóhannsdóttir,
Calificación: 7/10
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