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Lo que arde, el tercer largometraje del director español de ascendencia gallega Óliver Laxe, observo que se interroga, con mirada poética y cierto naturalismo simbólico, un tratado dialéctico sobre la naturaleza del hombre y su ruptura con el ecosistema por el que camina. Pero, por desgracia, tiene escasa fuerza emocional y los personajes funcionan como simples figuras de arcilla que se queman a fuego lento solo para añadir algo de profundidad a un texto tan inane como pretencioso, quedando subordinada por el lado visual a los paisajes naturalistas de carácter contemplativo que sirven solo como justificación banal del director para evitar que la demasía de redundancia termine por deshacer todo lo que construye como los restos de las cenizas esparcidas por los bosques deforestados. En pocas palabras, ofrece poca cosa por esa necesidad superflua de permanecer atada a una imagen-texto que solo busca complacer a los típicos críticos que pueblan los festivales para olfatear los discursos ideológicos de ciertas películas y encumbrarlas hasta el paroxismo más ridículo. En esta ocasión, Laxe habla sobre la manera en que el hombre se ha convertido en una máquina que, no solamente es capaz de destruirse a sí misma, sino también a su propio entorno natural. Su comentario ecológico sobre el hombre y su vínculo con la naturaleza se esquematiza a través de la historia de Amador, un sujeto que sale de la cárcel tras cumplir condena por haber provocado un incendio y regresa a la casa de su madre en una aldea remota en las montañas, donde entre otras cosas tiene que lidiar con los prejuicios de los pueblerinos que lo obligan a suprimir su condición de pirómano por el bien de la comunidad. El personaje es, por lo tanto, un individuo que niega su propia identidad para encajar con la gleba, y la madre simboliza el poder benevolente de la naturaleza anciana que lo ha cuidado desde siempre. Laxe, asistido por las tareas fotográficas de Mauro Herce y una música extradiegética (de Händel y de Vivaldi), encuadra el sentimiento de culpa del protagonista con ritmo sosegado y un tratamiento atmosférico en el que abundan los planos panorámicos de las arboledas y los cambios de registros climáticos en los que la colorización (con los tonos fríos y cálidos) refleja, tanto de día como de noche, el espacio caótico de la naturaleza; a veces mostrando entre silencios la vida rural de los campesinos galicianos que ordeñan a las vacas y siembran árboles. Su arranque me resulta ligeramente hipnótico por la belleza que evocan algunas de sus imágenes con pretendido lirismo, pero su narrativa plúmbea se desploma como un árbol talado y los personajes, interpretados en su mayoría por actores no profesionales de esa región gallega, tienen escasa resonancia dramática y no llego a conmoverme por sus acciones ni siquiera en el anticipado final en llamas que simboliza el acto de resistencia campesina. Las descripciones que muestra sobre los valores rurales y la cotidianidad me dejan de importar a la media hora. En términos generales, su enfoque didáctico sobre el cuidado del medioambiente y los males de la deforestación apenas se escapa de los apuntes de pie de página. El material hubiese funcionado mejor, supongo, si fuera un documental.
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Ficha técnica
Título original: Fire Will Come (O que arde)
Año: 2019
Duración: 1 hr 26 min
País: España
Director: Oliver Laxe
Guion: Santiago Fillol, Oliver Laxe
Música:
Fotografía: Mauro Herce
Reparto: Amador Arias, Benedicta Sánchez, Inazio Abrao,
Calificación: 5/10
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