Relato criminal es una película de cine negro en la que Joseph H. Lewis ofrece, a mi parecer, ligeros momentos de intriga policial de serie B a cargo de Glenn Ford, pero su línea moralizante sobre la ética del deber traza una trayectoria predecible que emblandece la trama hasta volverla aburrida. Su argumento, basado en el artículo de Collier's de 1947 que forma parte de la autobiografía del agente federal Frank J. Wilson (uno de los agentes encargados de tumbar el imperio de Al Capone), narra los esfuerzos de Frank Warren, un agente del tesoro que se aparta de su cotidianidad al lado de su esposa y concentra todo su esfuerzo como detective encubierto para poner fin a las actividades delictivas de un poderoso jefe de un sindicato mafioso, mientras lucha contra las inseguridades internas que lo mantienen suspendido entre la trampa de la duda, los peligros de profundizar en la investigación y la necesidad de retirarse para vivir una vida tranquila en el campo. En términos generales, Frank es un personaje que sigue sin mucho apuro ese manual del estereotipo de policía honesto al estilo de Elliott Ness, donde investiga en los callejones del hampa para sacar a la luz la contabilidad sucia del Gran Jefe incluso sabiendo que la brutalidad y el soborno se encuentran a la vuelta de la esquina. Sin embargo, exceptuando unos cuantos tiroteos y las típicas escenas de intimidaciones gansteriles, Lewis no le añade algún componente dramático que saque la narrativa de la inercia de interrogatorios a puertas cerradas y de las sospechas más anticipadas en la que el hombre íntegro está destinado a cumplir con los deberes prestablecidos para que el comentario sobre la justicia y la corrupción policial prevalezca en todo el sentido moralista (establecido, por supuesto, por la policía de la moral que administraba el código); a pesar de cierta solvencia que observo cuando emplea sus destrezas estéticas para captar con atmósferas urbanas las inquietudes de los sospechosos habituales, a través de un uso correcto del encuadre móvil y de la iluminación de corte expresivo que acentúa las intenciones más inmediatas de los personajes, a veces colgando la cámara de Burnett Guffey en lugares inusuales que me invita a señalar. La actuación de Glenn Ford como el inspector que juega a ser policía me parece un poco tibia cuando camina con traje y sombrero para comunicar sin mucho esfuerzo la inseguridad que lo coloca en la encrucijada moral. A su lado hay una interpretación secundaria terriblemente decorativa de Nina Foch como la esposa agradable que desea lo mejor para su esposo. Solo consigue cautivarme el rol pequeño que ejerce Barry Kelley como el abogado corrupto y carismático que actúa como intermediario de sobornos entre el jefe y los testigos (estupenda la secuencia de su muerte en manos de gánsteres que lo atropellan en medio de la balacera). Extrañamente el ritmo se preserva adecuadamente a lo largo de su crónica de investigaciones criminales, pero nunca encuentro esa escena que me atrape y me haga saltar del asiento. Es, digamos, una propuesta regular de cine negro.
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Ficha técnica
Título original: The Undercover Man
Año: 1949
Duración: 1 hr 25 min
País: Estados Unidos
Director: Joseph H. Lewis
Guion: Sydney Boehm, Jack Rubin, Malvin Wald, Frank J. Wilson
Música: George Duning
Fotografía: Burnett Guffey
Reparto: Glenn Ford, Nina Foch, James Whitmore, Barry Kelley, Frank Tweddell,
Calificación: 6/10
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