Alicia ya no vive aquí debe ser una de las películas más injustamente olvidadas del cine de Scorsese de los años 70, de esas que con el paso del tiempo se fugan del imaginario colectivo. No se trata, en mi opinión, de un filme mayor de Scorsese, sobre todo porque pierde un poco de ritmo en algunas escenas, pero encuentro particularmente cautivador su largo viaje por la carretera sobre dilemas domésticos y sacrificios maternos, especialmente cuando Ellen Burstyn está al volante en una actuación soberbia que me obliga a creer en todas las vicisitudes que atraviesa su personaje. En la trama, Burstyn interpreta a Alice Hyatt, una mujer casada con un camionero de Coca-Cola y madre de un niño de once años que lleva una vida infeliz en la localidad de Socorro en Nuevo México, agotada por la rutina de ser una ama de casa que no se siente propiamente valorada, donde habitualmente es víctima de la violencia doméstica y de los abusos propiciados por el marido machista que no la quiere; pero cuya existencia da un giro cuando su esposo se muere en un accidente y ella decide abandonar el estado de viudez para perseguir su sueño de ser cantante, algo que ha gobernado sus impulsos latentes desde que era una niña inocente en el seno de una familia disfuncional. En una primera mitad, se muestra las secuelas del viaje de Alice con su hijo al estacionarse en un pueblo en el que trabaja como cantante en un bar de mala muerte y la relación que tiene con un hombre sinuoso con tendencias violentas. En la segunda, Alice trabaja como camarera en una cafetería para sustentar a su hijo travieso y, además, conoce a un hombre divorciado que realmente la valora. Con la historia de Alice, Scorsese captura en la superficie los conflictos internos de una mujer que solo conoce las relaciones tóxicas y las responsabilidades maternas que ponen de lado las quimeras más inmediatas, pero, también, ilustra un retrato militantemente feminista sobre la emancipación femenina entendida como la búsqueda de independencia de una mujer cuya dignidad es lacerada por la falta de oportunidades y lucha para liberarse del dominio patriarcal que la oprime como una norma ampliamente establecida por los roles tradicionales de las políticas de género. Alice se marcha con su hijo Tommy porque comprende, lentamente, que los segundos chances siempre llegan cuando se olvida el pasado. En ese sentido, Monterrey, el sitio al que Alice desea ir, metaforiza, casi desde un cuadro psicoanalítico, ese lugar inalcanzable en el que verdaderamente ella podría ser feliz, reencontrándose consigo misma y con su yo de la infancia que dejó a cambio de una estela de decisiones erráticas en la adultez y el matrimonio. Scorsese lo concibe con una pericia estética que señala su madurez formal, específicamente al emplear el encuadre móvil de una cámara en constante movimiento que refleja la enorme frustración emocional de Alice, además del uso acertado de la banda sonora y de la psicología del color (memorable la secuencia de apertura del flashback que con la iluminación rojiza evoca el estado de ensoñación de la protagonista). Hay buenas actuaciones secundarias de Diane Ladd, Harvey Keitel y Kris Kristofferson. Pero la que destaco, por encima de todo, es la interpretación sobria de Burstyn como esa mujer indecisa que nunca pierde la esperanza ante los duros golpes que trae la vida. Cuando ella está en pantalla, el relato sobre la fragilidad del sueño americano siempre alcanza las tres dimensiones.
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Ficha técnica
Título original: Alice Doesn't Live Here Anymore
Año: 1974
Duración: 1 hr 52 min
País: Estados Unidos
Director: Martin Scorsese
Guion: Robert Getchell
Música: Richard LaSalle
Fotografía: Kent L. Wakeford
Reparto: Ellen Burstyn, Alfred Lutter, Kris Kristofferson, Diane Ladd, Harvey Keitel, Jodie Foster,
Calificación: 7/10
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