El peregrino es, en mi opinión, una de las películas mudas de Charlie Chaplin más olvidadas de los años 20 y se encuentra, si no me equivoco, eclipsada por obras mayúsculas posteriores de su filmografía como
La quimera de oro y
El circo. Fue la última que realizó para la First National antes de finalizar su contrato en 1923, que le daba un enorme control creativo más allá de la influencia de los otros estudios de Hollywood. A casi 100 años de haberse estrenado he tenido la oportunidad de verla en mi cineteca personal y, a decir verdad, no creo que se trate de un film mayor. Sin embargo, me parece una comedia agradable sobre tradiciones religiosas y el valor de la bondad, en la que Chaplin ejecuta, de manera simple, algunos gags cómicos que me hacen reír cuando menos lo espero. En la trama Chaplin interpreta una vez más al icónico Charlot, pero esta vez como un fugitivo inocente y bondadoso que se fuga de la cárcel y se roba la ropa de un sacerdote para reemplazar su uniforme de prisión, donde se estaciona en un pequeño pueblo en el que es confundido por el verdadero reverendo y se ve involucrado en situaciones graciosas. Con este sencillo argumento, Chaplin hilvana una comicidad que fluye como esas plantas guiadas por el viento que ruedan por el desierto, en una puesta en escena que conserva sus raíces teatrales en los interiores recurrentes de una casa en los que se desarrolla la acción, donde los gestos y las expresiones calculadas de su protagonista consiguen de forma irregular que algunos de los gags sean efectivos en los momentos más inesperados. Desde luego, su lado humanista, tragicómico, no está del todo finamente ajustado como en otras de sus apariciones, y muchas veces tengo la impresión de que se vuelca por una inercia que redunda más de lo necesario cuando algunos personajes entran en la escena. Su Charlot tampoco lleva el sombrero ni el bastón. Pero hay algunos registros que me atrapan considerablemente, como la pantomima del sermón del domingo en la que Charlot predica con la biblia del humor el cuento de David y Goliat; los encontronazos con los invitados en la casa de la muchacha que anhela casarse (memorable el gag del pastel de bombín); la persecución que termina en un casino que es asaltado por unos bandidos del salvaje oeste. El ritmo se mantiene y pocas veces pierde su consistencia tonal. También es muy contagiosa para mis oídos la canción "I'm Bound For Texas", incorporada a la banda sonora en la reedición que Chaplin le hizo en 1959 como parte de la trilogía
The Chaplin Revue. La secuencia final, en la que Charlot es perseguido por la policía hasta terminar en la frontera entre Estados Unidos y México, me resulta bastante conmovedora porque, ante todo, recupera esa vena poética que caracteriza la maestría de Chaplin y humaniza el destino de ese vagabundo cosmopolita y sin fortuna que se dirige a los senderos de la eternidad. En general, es un mediometraje menor de Chaplin, pero no deja de ser estimable y algo placentero.
Ficha técnica
Título original: The Pilgrim
Año: 1923
Duración: 47 min
País: Estados Unidos
Director: Charlie Chaplin
Guion: Charlie Chaplin
Música: N/A (muda)
Fotografía: Roland Totheroh
Reparto: Charlie Chaplin, Edna Purviance, Kitty Bradbury,
Calificación: 7/10
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