Con el estreno de
Pantera Negra: Wakanda por siempre, al cual he podido asistir gracias a un generoso pase de prensa, me da la impresión de que es ya una norma previamente establecida la fatiga creativa de la cuarta fase del cine de superhéroes de Marvel y, dicho sea de paso, solo les queda mantenerse en esa zona de confort en la que la fórmula inane que manosean consistentemente, casi como si fuera un ritual, alcanza nuevos límites de reciclaje y está siempre al servicio de componentes ideológicos colocados por la fuerza para subrayar las líneas morales de índole
woke que se mueven fuera de la pantalla para su beneficio. No creo que le llegue ni a los talones a
Pantera Negra. Es una secuela que me aburre a perpetuidad con la abundancia de personajes femeninos unidimensionales y, ante todo, por la acción blanda que expone el lado antropológico de Marvel sin ningún sentido de maravilla o de algo que sea sorpresivo para mis ojos, durante casi tres horas abusivas, sin ritmo, que avanzan como una tortuga fuera del agua para dilatar el anticipado homenaje póstumo a Chadwick Boseman. La trama, situada mayormente tras la muerte del rey T'Challa, narra los esfuerzos de la princesa Shuri para unificar el reino de Wakanda durante la crisis de liderazgo que atraviesa y la carencia de tacto diplomático de parte de la reina Ramonda frente a las amenazas de las potencias mundiales que anhelan apoderarse de su recurso más valioso para financiar sus guerras; mientras de paso levanta las sospechas de formar una alianza con Namor, un guerrero ancestral muy poderoso de etnia maya que gobierna la nación submarina oculta de Tālocān. En términos generales, su narrativa me parece que sigue, al pie de la letra y sin desviarse, los clichés predecibles de ese manual de superhéroes que al parecer no tiene fecha de caducidad, pero ahora desde una óptica femenina en la que la heroína, atormentada por la pérdida, lucha contra las inseguridades internas que le impiden asumir su destino como soberana del reino y emplea su astucia para proteger a los suyos de los peligros extranjeros con la tecnología afrofuturista de punta. Su tono es lóbrego y decididamente serio cuando examina los corolarios del dolor provocados por la muerte de los seres queridos, además de ilustrar en varias escenas las costumbres de la cultura maya con los decorados exóticos y el vestuario aborigen ocasionalmente generado por ordenador. Pero no pasa ni media hora cuando comienzo a sospechar de una ausencia de impulso que suspende a los personajes en un aparato de inacción que está poblado, recurrentemente, de diálogos a puerta cerrada que no van a ninguna parte y de personajes de escaso desarrollo que solo sirven para rellenar las típicas fichas de los estereotipos con fines mercadológicos, donde las pocas secuencias de acción se reducen a los conflictos derivados de una guerra bastante predecible en el mar. El conjunto luce desequilibrado. Letitia Wright hace lo que puede para servir como protagonista de relevo, en un rol de cierta pericia física y de registro expresivo creíble, pero a su personaje le falta el carisma necesario para abandonar la capa de lo olvidable en su viaje de autoaceptación, así como sucede con el amplio catálogo de secundarios innecesarios que proveen un alivio cómico del que no me río y, sobre todo, adornan unos combates sosos que no ofrecen nada novedoso con la pirotecnia dosificada. Me resulta infinitamente más atrapante la de Tenoch Huerta como el antihéroe acuático que desea vengarse de los colonizadores que esclavizaron a su pueblo. Una historia de origen sobre Namor hubiese sido más interesante que este bodrio de Ryan Coogler.
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Ficha técnica
Título original: Black Panther: Wakanda Forever
Año: 2022
Duración: 2 hr 41 min
País: Estados Unidos
Director: Ryan Coogler
Guion: Ryan Coogler, Joe Robert Cole
Música: Ludwig Göransson
Fotografía: Autumn Durald
Reparto: Angela Bassett, Letitia Wright, Winston Duke, Danai Gurira,
Calificación: 4/10
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