Crítica de la película «Klaus» (2019)

Klaus
En Klaus, ópera prima del director español Sergio Pablos, recupero un poco la fe pérdida hace ya muchos años sobre la fábula navideña de Santa Claus. No se trata, en mi opinión, de una película fuera de serie o de algo que no haya visto antes, pero posee una animación espléndida que sirve de fondo para reescribir el mito de Santa Claus con unos personajes agradables que alcanzan su mayor punto emotivo en su retrato navideño sobre la bondad y el valor de los actos desinteresados, donde en todo momento me mantengo atento a lo que sucede como un niño que espera los juguetes frente a la chimenea antes de la medianoche. La trama se sitúa en el siglo XIX y trata sobre Jesper, un cartero holgazán y algo egoísta de la academia postal que es obligado por su padre a viajar en contra de su voluntad a un pueblo remoto ubicado en una isla del círculo polar, con la misión de entregar 6000 cartas en un año para impedir que lo deshereden, pero cuyo grado de dificultad se incrementa al darse cuenta de que los habitantes no intercambian correspondencia porque, entre otras cosas, se encuentran divididos en dos clanes que sostienen un conflicto desde tiempos inmemoriales ocasionado por el el odio y el resentimiento. En general, las experiencias de Jesper me resultan contagiosas a partir del instante en que conoce a Klaus; un carpintero ermitaño, corpulento, reservado, con la barba blanca y un aspecto misterioso, que reside en una cabaña repleta de juguetes situada en los bosques más alejados de la montaña de la isla Smeerensburg y con el que, aparentemente, descubre la fuerza de la generosidad cuando decide llevar las correspondencias de los niños tristes que recuperan la felicidad al recibir los juguetes que él mismo fabrica. El tono de humor y las situaciones divertidas mantienen cierto nivel de consistencia con el buen trabajo de doblaje, en una narrativa en la que Pablos se olvida de la magia y de los renos voladores para reinventar la leyenda de Papá Noel con un trato aterrizado que dota de realismo (dentro de los marcos limítrofes de su fantasía) los elementos tradicionales que la componen, especialmente la manera en que el personaje responde al llamado del deber para sanar las heridas del pasado y redescubrirse a sí mismo con una buena causa moral detrás de su motivación: el altruismo de obsequiar los juguetes para que los niños inocentes [que tanto deseaba tener con su difunta esposa] sean felices una vez más. Lo consigue, en la superficie, bajo unos escenarios que en un principio contrastan el espíritu jovial de la navidad a través paisajes atmosféricos y espacios lúgubres de tinta gótica, además de ilustrar el cuento con una animación tradicional que añade iluminación volumétrica a las texturas de esos personajes que parecen renderizados con los rasgos típicos de la cultura escandinava. A pesar de algunas escenas predecibles y los villanos estereotipados, el viaje navideño nunca abandona la chispa de la diversión y su clímax, en el que el anciano regresa a la eternidad como hojas en el viento, es una cosa muy poética que me saca unas cuantas lágrimas con su música empática y que, a decir verdad, no olvidaré durante mucho tiempo.

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Ficha técnica
Título original: Klaus
Año: 2019
Duración: 1 hr 36 min
País: España
Director: Sergio Pablos
Guion: Sergio Pablos, Zach Lewis, Jim Mahoney
Música: Alfonso G. Aguilar
Fotografía: Animación 
Reparto (voces): Jason Schwartzman, J. K. Simmons, Rashida Jones, Will Sasso
Calificación: 7/10

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