Crítica de la película «Pueblerina» (1949)

Pueblerina
En Pueblerina, Emilio Fernández sigue al pie de la letra los tropos que eran habituales en su cine costumbrista de la década de los años 40, donde muestra ante todo la condición del campesinado mexicano a través de tragedias melodramáticas. Pero carece, a mi juicio, de la envergadura de películas notables como Flor Silvestre, María Candelaria, Enamorada y La malquerida. Su melodrama ofrece instantes minúsculos que acentúan metáforas sobre la culpa, la redención y el orgullo roto, pero pierde pujanza dramática cuando Columba Domínguez y Roberto Cañedo atraviesan los mismos terrenos planos una y otra vez que son fotografiados por el objetivo luminoso de Gabriel Figueroa, donde todo el argumento permanece en las situaciones previsibles. La trama gira en torno a Aurelio, un hombre de pocas palabras y de mirada serena que regresa a su pueblo tras haber cumplido condena en prisión por vengar la violación de su amada Paloma en manos del poderoso rival hacendado Julio González (es posible que Julio haya utilizado su poder e influencia para incriminarlo), donde pretende olvidar el pasado y, entre otras cosas, se entera de que Paloma vive exiliada en una casita de la montaña con su hijo (fruto del episodio trágico). La estela de desdicha del personaje me parece, en un principio, un poco interesante en las escenas en que se enfrenta a los villanos insistentes que representan los prejuicios y las injusticias sociales que marginan al campesino inocente. El texto examina, al menos de forma superficial, la manera en que el hombre deja de lado el orgullo típico del machismo mexicano por una cuota de amor al servicio del sacrificio más inmediato, así como los traumas psicológicos de una mujer marcada por las cicatrices de una violación. En ese sentido, los personajes están interpretados con cierta solvencia. Cañedo tiene una buena actuación como ese hombre determinado que se redime para seguir adelante cosechando la semilla de la felicidad junto a su esposa. Domínguez, por otra parte, capta fielmente con su rostro virginal la inocencia de una mujer afectada por el miedo, la vergüenza y la degradación moral, aunque muchas veces luce más sumisa de la cuenta, como si se tratara de una mera figura ornamental. En cambio, el villano encarnado por Manuel Dondé parece caricatura repetida. El Indio los encuadra en una puesta en escena que aprovecha la lente de Figueroa para ilustrar sus inquietudes a través del primer plano, la elipsis (poética la secuencia de la siembra) y de las panorámicas que amplían la cotidianidad de la vida campesina con paisajes de cierta poesía visual, además de emplear adecuadamente la música de Antonio Díaz Conde para dimensionar los sentimientos y los problemas intrínsecos que no se ven a simple vista. El problema es que, lejos de sus pericias estéticas, no le añade algún registro sustancioso a la historia de amor indígena, quedando muchas veces en el territorio seguro y facilón que interroga las acciones de los personajes desde la superficie, sin alcanzar nunca algún grado de profundidad o un ápice de ironía. La cuelgo a lo justo en su catálogo de obras regulares, como La perla.

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Ficha técnica
Título original: Pueblerina
Año: 1949
Duración: 1 hr 45 min
País: México
Director: Emilio Fernández
Guion: Emilio Fernández
Música: Antonio Díaz Conde
Fotografía: Gabriel Figueroa
Reparto: Columba Domínguez, Roberto Cañedo, Arturo Soto Rangel, Manuel Dondé,
Calificación: 6/10

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