Crítica de la película «Genuine» (1920)

Genuine
Gracias a la generosidad de esos corsarios que pueblan la Internet he conseguido ver una copia completa algo maltratada de Genuine, una película muda relativamente olvidada del director alemán Robert Wiene. Según me cuentan, Wiene la concibió como una especie de secuela espiritual de esa obra maestra llamada El gabinete del doctor Caligari, llegando incluso a utilizar al mismo equipo constituido por el guionista Carl Mayer, el director de fotografía Willy Hameister y el diseñador de producción Cesar Klein, con la absoluta intención de alcanzar el mismo estilo visual. Desconozco exactamente qué lo motivó a seguir esas inclinaciones estéticas más allá del mero autoplagio, pero en esta ocasión el asunto de los sueños erráticos no le sale tan bien. A pesar de los decorados que crean atmósferas retorcidas de ensueño, se trata, a mi juicio, de un trabajo menor del cine expresionista alemán que nunca encuentra el punto fuerte para sorprenderme. Su trama sigue a un pintor retraído y amargado llamado Percy, en los momentos en que oculta el cuadro exótico de una mujer que ha pintado y se niega a mostrárselo a los amigos curiosos que desean verlo, donde prefiere pasar el tiempo a solas contemplando el retrato en su sala de estudio y, dicho sea de paso, se queda dormido mientras lee la historia de la leyenda de Genuine, la sacerdotisa que inspiró la figura de su cuadro. En general, Wiene estructura la narrativa a través de un largo racconto que sigue al pie de la letra los parámetros de los relatos de vampiresas que eran habituales en el cine mudo de mediado de los años 10 y de principio de la década del 20, como sucede en la hollywoodense Érase un tonto (Powell, 1915.); donde el protagonista y todos los hombres que pasan por el encuadre se convierten en víctimas de la súcubo salvaje y de belleza extravagante que los seduce durante un sueño que parece eterno. En ese sentido, la actuación de Fern Andra me resulta creíble cuando usa sus pericias histriónicas para captar la efigie de esa mujer seductora que abusa de sus poderes de seducción para manipular a los hombres excéntricos hasta hundirlos en el fango del fatalismo, casi como si mimetizara los gestos de otras divas fatales como Musidora, Pola Negri y Theda Bara. Wiene la encuadra en una puesta en escena expresionista que se destaca, ante todo, por el cuidado decorativo que adorna algunos rincones con maquetas y objetos geométricos pesadillescos, distorsionados, que funcionan para ampliar el estado psicológico del protagonista, muchas veces evocando un estilismo de corte orientalista que se fuga entre las luces y las sombras. El problema fundamental, a mi parecer, es que no logra añadirle algún golpe de efecto o componente dramático a una trama blandengue que se debilita lentamente por la exposición del melodrama cutre y de las situaciones redundantes que se mantienen a partir de la aparición de la mujer que se escapa del lienzo para emanciparse del dominio patriarcal que la esclaviza. Todo luce demasiado colocado con sus personajes acartonados. Su cuento sobre amor, obsesión y muerte simplemente no está a la altura de sus mejores trabajos.

Ficha técnica
Título original: Genuine
Año: 1920
Duración: 1 hr 28 min
País: Alemania
Director: Robert Wiene
Guion: Carl Mayer
Música: N/A (muda)
Fotografía: Willy Hameister
Reparto: Fern Andra, Albert Bennefeld, Lewis Brody, John Gottowt
Calificación: 5/10


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