Tras tener unos cuantos años sin ver cine de Charles Vidor (siendo
Gilda la última que recuerdo haber visto) me asomo una vez más a su filmografía con el visionado de
Los desesperados, un western que en su tiempo se convirtió en la primera producción de la Columbia Pictures estrenada en Technicolor. Pero de alguna manera permanezco impávido ante sus imágenes del oeste. Más allá de la reproducción adecuada de la época, es un western en Technicolor bastante aburrido que está, casi siempre, poblado de vaqueros anodinos que solo se mantienen en la superficie caminando y hablando sandeces en un pueblo corrompido. Su argumento se sitúa en 1863 en un pequeño poblado de Utah llamado Red Valley, donde el sheriff Steve Upton anda detrás del rastro de unos forajidos que robaron a tiro limpio el banco con ayuda de un banquero corrupto y un ranchero, mientras paralelamente su antiguo compañero, Cheyenne Rogers, regresa al condado para olvidar el pasado oscuro de pistolero y seducir a la chica de la que se enamora en el establo. A pesar de un inicio algo interesante que me atrapa por esa manera de retratar la cotidianidad del viejo oeste norteamericano con los estereotipos habituales (el vaquero sinuoso, el alguacil correcto, el cantinero tonto, la cabaretera, la damisela, los bandidos, etc.), en un momento determinado caigo prisionero de una abulia que se amplifica, ante todo, por una serie de situaciones que debilitan la narrativa a través de unas acciones redundantes de los personajes y de una falta de cohesión interna que produce una barahúnda, en donde por lo regular todo el aparato de acción se reduce a conversaciones banales en las calles o en los establos, escenas con un humor slapstick fuera de tono que me resulta molesto, subtramas sueltas que no encajan por ningún lado y le restan peso a la autoridad moral del protagonista, tiroteos sin ningún tipo de impulso entre los buenos y los malos, persecuciones a caballo por las praderas que surgen de la nada para cerrar conflictos innecesarios. En un punto el desorden narrativo me obliga a cuestionar la identidad de un protagonista que parece estar perdido entre unos ladrones acartonados y un alguacilillo rival que anda mayormente despistado, dando la impresión de que carece de profundidad más allá de las descripciones superfluas que lo colocan en el puesto del pistolero ágil y reservado que rehúye del pasado nefasto para buscar el interés romántico que lo tranquilice en la burbuja matrimonial. El papel protagónico de Glenn Ford, en su etapa de mozalbete, simplemente luce demasiado blandengue como el cowboy y tiene escasa química con Claire Trevor (de ninguna forma acabo de creerme su romance). Lo mismo sucede con Randolph Scott y el resto de los secundarios cuyos nombres no consigo recordar tras los créditos. Lo único que me produce algún efecto son las panorámicas que capturan la belleza de los campos atiborrados de ganado, polvo y vaqueradas con un enriquecido proceso de color; así como los decorados que trascriben con fidelidad los pueblitos del período. Es un western sin ritmo, previsible y, sobre todo, tan vacío como un revólver sin balas.
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Ficha técnicaTítulo original: The Desperadoes
Año: 1943
Duración: 1 hr 27 min
País: Estados Unidos
Director: Charles Vidor
Guion: Robert Carson
Música: John Leipold
Fotografía: George Meehan
Reparto: Randolph Scott, Glenn Ford, Claire Trevor, Evelyn Keyes,
Calificación: 5/10
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