En el catálogo más reciente de Netflix he conseguido ver a
Sin novedad en el frente, una película del director alemán Edward Berger que sigue esa tendencia de la industria que recupera el cine bélico sobre la Primera Guerra Mundial (con ejemplos tan claros como
Caballo de guerra,
Final del viaje y
1917) para invitar a reflexionar en un momento clave de la actualidad en el que las tensiones geopolíticas podrían desencadenar una nueva contienda. Si no me equivoco es la segunda adaptación al cine de la novela de Erich Maria Remarque (una tercera versión fue estrenada inicialmente para la televisión por la CBS en 1979), tras la extraordinaria obra de Lewis Milestone de 1930. De ninguna manera cometería el sacrilegio de decir que es superior a aquel film casi perfecto de Milestone cuyas imágenes todavía permanecen impresas sobre mi memoria, pero lejos del tremendismo calculado, me parece una película inquietante y bien entretenida, que alcanza su mayor punto de solidez en los valores estéticos que captan con detalle los horrores de la guerra y la aniquilación moral de los soldados. Como las anteriores, la trama se sitúa en 1917 en la etapa final de la Gran Guerra y trata sobre Paul Bäumer, un joven de 17 años que se alista en las filas del Ejército Imperial Alemán para cumplir su sueño de adquirir una cruz de hierro que haga sentir orgulloso a los compueblanos patrióticos igual de idealistas que él. En general, la estructura se edifica siguiendo de cerca la narrativa clásica de la Gran Guerra, en la que el soldado idealista, motivado por el deber patriotero, es testigo ocular de las atrocidades de la guerra en el frente occidental, mientras asesina con su arma a los enemigos que salen de todas partes en unas trincheras que están continuamente manchadas de sangre y brutalidad, sometiéndose al estrés postraumático que destruye la psicología colectiva de sus compañeros y donde la esperanza de regresar a casa se desvanece como el humo de las explosiones; pero cuyo viaje es paralelamente detenido por las situaciones a puerta cerrada ocasionadas por las discusiones entre los generales conservadores que desean prolongar la contienda y los diplomáticos que buscan recuperar el camino del armisticio para detener el aumento de bajas. En ese sentido es un poco previsible, pero no veo que pierda el nivel de consistencia describiendo las tragedias psicológicas del protagonista que interpreta solventemente Felix Kammerer, sobre todo cuando emplea el registro expresivo de su rostro para ilustrar, en su primera gran actuación, el quiebre psicológico y físico de un soldado que pierde toda noción moralidad, avergonzado por una patria que lo ha traicionado en medio de la crueldad más deshumanizante. No hay ni una sola escena o secuencia de batalla en la que no me parezca creíble. Berger lo captura en una puesta en escena construida con un montaje rítmico que encadena las escenas con cohesión durante dos horas y media, en la que predominan las funcionalidades del encuadre móvil que amplía la guerra en movimiento a través de plano secuencias y unas panorámicas que transfieren con fidelidad el espectro de desolación, con una reproducción de la época que adquiere un grado de autenticidad con el vestuario y los decorados realistas. El asunto se eleva, además, con el leitmotiv de una banda sonora de peso melancólico de Volker Bertelman. Es, sin dudas, una película bélica bastante conmovedora, aunque no llegue a estar al nivel de las grandes del género.
Ficha técnicaTítulo original: All Quiet on the Western Front (Im Westen nichts Neues)
Año: 2022
Duración: 2 hr 28 min
País: Alemania
Director: Edward Berger
Guion: Lesley Paterson, Ian Stokell, Edward Berge
Música: Volker Bertelmann
Fotografía: James Friend
Reparto: Felix Kammerer, Albrecht Schuch, Aaron Hilmer, Moritz Klaus, Daniel Brühl
Calificación: 7/10
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