Crítica de la película «Trenes rigurosamente vigilados» (1966)

Trenes rigurosamente vigilados
Tras el visionado de Trenes rigurosamente vigilados, ópera prima del reconocido cineasta checo Jiří Menzel, me invade la extraña sensación de que no es exactamente lo que me andaban vendiendo los mercaderes del cine de autor que promueven religiosamente algunas obras de la nueva ola checa. La encuentro igual de regular que Los amores de una rubia, de Milos Forman. Como retrato de mayoría de edad tiene un encanto inicial con su viaje sobre autodescubrimiento y despertar sexual, pero lentamente pierde el vapor poético para mantener la locomotora política a toda marcha, en donde por lo general las peripecias de los personajes abandonan el efecto cómico por la necesidad de Menzel de sobrecargar el encuadre de esas lecturas sociopolíticas soterradas que eran habituales durante el régimen comunista para burlar el rígido aparato de censura. Su argumento, basado en la novela homónima de 1965 del destacado autor checo Bohumil Hrabal, se ambienta en Checoslovaquia a finales de la Segunda Guerra Mundial y narra un fragmento de la vida de Miloš Hrma, un joven tímido que trabaja por cuenta propia y sin remuneración como controlador en una estación ferroviaria en un pequeño pueblo, donde se ocupa de los deberes junto al disciplinado jefe de la estación y al despachador de trenes que es un mujeriego, pero cuya labor de proteger ciertos trenes estratégicos (indispensables para los planes de dominación del Führer en Europa central) se ve interrumpida por las inquietudes sexuales provocadas por su enamorada Masa, a la que persigue incansablemente para besarla. Con las vicisitudes del protagonista, Menzel ilustra en la superficie la cotidianidad de una sociedad checa poblada de trabajadores pobres, conformistas, holgazanes, fracasados, promiscuos, que como inadaptados sociales durante generaciones han asumido el trabajo como una forma de ocio en la que la norma central es el rechazo del deber y el irrespeto por la autoridad (o sea, habla de los vicios de la ociosidad que explota la voluntad de productividad del proletariado); pero cuyo fondo político sustituye las doctrinas socialistas con la ocupación nazi para edificar un texto que satiriza la burocracia estatal y la decadencia moral impuesta sobre la gente común por una cortina de acero, entendida como la responsabilidad como acto de resistencia de un individuo sometido a la vigilancia permanente que se miente a sí mismo para no escapar de la zona de confort de la inacción que explota sus miedos y deseos internos (manifestados a través de la sexualidad reprimida) por el bien del orgullo familiar. Miloš de alguna forma representa el sacrificio y el sentido de valor de ese pueblo improductivo cuya libertad todavía se halla en un estado virginal, y en cambio, Masa simboliza la imposibilidad de poseer esa experiencia idealizada que se desea alcanzar. Hay unas cuantas escenas que se desarrollan con erotismo y un humor absurdo. Pero, lejos de las virtudes estéticas (que las tiene) y de la crítica social más obvia, pocas veces sucede algún golpe de efecto que añada alguna dimensión dramática a las situaciones cotidianas en las que se involucran los personajes, quedando sujetos muchas veces a un círculo de redundancia que me hace predecir fácilmente el resultado final. En pocas palabras, su tragicomedia carece del impulso necesario para llegar de emergencia a la estación más cercana.

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Ficha técnica
Título original: Closely Watched Trains (Ostre sledované vlaky)
Año: 1966
Duración: 1 hr 32 min
País: Checoslovaquia
Director: Jiří Menzel
Guion: Jiří Menzel, Bohumil Hrabal
Música: Jirí Sust
Fotografía: Jaromír Sofr
Reparto: Václav Neckár, Josef Somr, Vlastimil Brodsky, Vladimír Valenta
Calificación: 6/10


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