Tras posponerla durante algunos años, finalmente consigo ver a
Miriam miente, el primer largometraje de ficción de la cineasta dominicana Natalia Cabral y el director español Oriol Estrada, estrenado luego de su trayectoria en el cine documental. Y, desafortunadamente, no supone para mí nada fuera de lo ordinario. Es un drama de mayoría de edad en el que, por lo regular, el trato bienintencionado se debilita perezosamente por la ausencia de pulso dramático que mantiene en una zona demasiado higienizada el comentario sobre el clasismo, las dudas adolescentes y los prejuicios raciales en la sociedad dominicana, donde en ocasiones siento que los personajes permanecen en la piscina de la condescendencia durante hora y media. El argumento se sitúa, presumo, en la ciudad de Santo Domingo y sigue el microcosmo de Miriam, una joven tímida de clase acomodada que conoce a su novio en un chat en internet, pero cuya naturaleza reservada y el efecto de inferioridad, producido en parte por su tez mulata y el divorcio de sus padres, le impide revelar a su madre clasista que este también es negro, mientras se asocia con sus amiguitas blancas de la alta burguesía y discute las preocupaciones típicas de la adolescencia de cara a la fiesta de 15 años en la que ensaya con el grupo. Una parte de la trama muestra las inseguridades intrínsecas de la protagonista que encuentra el primer amor, durante los ensayos preliminares de la celebración con las quinceañeras y su negativa a presentar a su familia al chico mulato que será su chambelán (incluso ella misma se niega a mostrar su rostro al chico por la fuerte vergüenza que siente por el color de su piel) por los comentarios prejuiciosos de la madre que piensa que se trata de un joven blanco y rico. El epicentro del discurso, con cierta coherencia textual, examina la discriminación social y racial que prevalece en la sociedad dominicana, entendido también como la mentira de una muchacha mulata que teme expresar sus inquietudes por la baja autoestima impuesta por los claroscuros raciales de su familia y que rechaza los estereotipos establecidos por la intolerancia, de unos burgueses que parecen respirar un aire de superioridad moral frente a todo aquel que sea negro y pobre y no se ajuste a su posición privilegiada. En ese sentido me parece creíble la actuación de la desconocida Dulce Rodríguez cuando maneja su registro expresivo con delicadeza para comunicar, a través del silencio y las miradas, el estado de ánimo de una joven introvertida que es ocasionado por el miedo a enfrentar las presiones familiares y la hipocresía burguesa. Ella es el corazón de todo y eclipsa a los secundarios blandos de Vicente Santos, Carolina Rohana, Frank Perozo y Pachy Méndez. El problema fundamental es que todo permanece en un terreno acomodaticio que nunca ofrece un poco de brío dramático para sacar a los personajes más allá de las descripciones superfluas que señala a las víctimas con mucha obviedad, en la que la falta de confrontaciones y las situaciones previsibles están al servicio de una crítica social bastante rutinaria. Solo me atrevo a subrayar algunas de las decisiones estéticas que toman Cabral y Estrada para encuadrar los dilemas interiores de la protagonista. Todo lo demás lo he visto en otros dramas con mejores resultados.
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Ficha técnicaTítulo original: Miriam miente
Año: 2018
Duración: 1 hr 30 min
País: República Dominicana
Director: Natalia Cabral, Oriol Estrada
Guion: Natalia Cabral, Oriol Estrada
Música: Ernesto paredano
Fotografía: Israel Cárdenas
Reparto: Dulce Rodríguez, Carolina Rohana, Pachy Méndez, Frank Perozo, Georgina Duluc, Vicente Santos,
Calificación: 6/10
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