Crítica de la película «Flash» (2023)

The Flash
Flash es una película de Andy Muschietti que, posiblemente, en otro universo me hubiese gustado por completo con algunas modificaciones de guion de último minuto. Pero en lo que eso sucede, me limito a las sensaciones encontradas que me produce como punto final del Universo Extendido de DC (DCEU). Es una cinta irregular de superhéroes que, con un puñado de cameos y pirotecnia visual, tiene un arranque trepidante al mostrar el origen de un sólido Barry Allen que interpreta Miller, pero cuyos destellos se pierden a una velocidad considerable cuando atraviesa los caminos habituales y manoseados de los multiversos que están de moda en Hollywood, llegando incluso a estacionarse en instantes predecibles que extienden innecesariamente el metraje de dos horas y media y que, por así decirlo, nunca detienen el reloj para cuestionar algunos de los motivos inconclusos de ese coral de héroes extraído de varias líneas temporales que se basan en el cómic de Flashpoint, de Geoff Johns. La trama se sitúa poco después de los eventos recientes del DCEU y sigue a Barry Allen después de que este ayuda a Batman y Mujer Maravilla a frenar un robo en Ciudad Gótica, donde pasa por un estado depresivo al recordar la tragedia de su madre ocurrida durante la infancia (que provocó el encarcelamiento injusto de su padre) y, en un ataque de furia, activa la Fuerza de la Velocidad a una cantidad de energía que sobrepasa sus propios límites con el fin de viajar al pasado para impedir la muerte de ella, algo que lo coloca accidentalmente en una dimensión paralela en la que pierde sus superpoderes y busca, junto con su otro yo, al Bruce Wayne de esa realidad alternativa para que lo ayude a encontrar a Superman y detener así el genocidio del General Zod en el año 2013. De entrada, el manejo del multiverso ofrece unos cuantos chistes de una línea que me causan unas pocas risas y encuentro unas pocas secuencias que son más que pasables (como en la que Flash rescata en cámara lenta a una lluvia de bebés en el edificio colapsado y la misión de infiltración en la que el Batman de Michael Keaton y los dos Flash irrumpen en una instalación rusa para rescatar a Superchica), además de que escucho una banda sonora bastante solvente de Benjamin Wallfisch que es placentera para mis oídos. Y también una actuación dual algo llamativa en la que Miller demuestra, por momentos, su destreza para interpretar a dos personajes de Allen con personalidades diametralmente opuestas (uno es un introvertido serio y el otro un extrovertido inmaduro). Pero por alguna razón el barullo mantiene todo en un horizonte demasiado facilón en el que las situaciones de los personajes se resuelven en un par de viajes sin muchas dificultades y, ante todo, ocurren una serie de tropezones narrativos que amplifican el volumen en un tercer acto sobrecargado en el que permanezco en un lapso abúlico cercano al aburrimiento cuando combaten al villano del multiverso paradójico, en medio de unos efectos especiales de CGI que parecen renderizados con tecnología cutre de los 90 en algunas escenas. Muschietti no consigue corregir un ritmo atropellado y opta, en su lugar, por rellenar los huecos con unos cuantos guiños que proporcionan material mercadológico para la nueva fase del Universo de DC que, aparentemente, está a punto de despegar. En pocas palabras, su film sobre Flash es más de lo mismo y carece de sorpresas.

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Ficha técnica
Título original: The Flash
Año: 2023
Duración: 2 hr. 24 min.
País: Estados Unidos
Director: Andy Muschietti
Guión: Christina Hodson
Música: Benjamin Wallfisch
Fotografía: Henry Braham
Reparto: Ezra Miller, Michael Keaton, Sasha Calle, Maribel Verdú, Michael Shannon, Ron Livingston, Kiersey Clemons
Calificación: 6/10

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