La ciénega es una película de Lucrecia Martel que ha sido catalogada recientemente como una de las mejores del cine argentino y, además, es mercadeada religiosamente por los mormones de cine arte que supuestamente son curadores del contenido en plataformas de streaming como Criterion Collection y hasta en Mubi. Yo, que la he visto para comprobar si semejante nivel de aclamación es cierto, me quedo completamente perplejo y comienzo a poner en duda la reputación dichos servicios. Me parece, por lo regular, una ópera prima en la que la señora Martel, con cierta pretensión estética de manual, encuadra un retrato sobre la decadencia de las clases sociales argentinas en el abismo de la recesión socioeconómica, pero cuyo núcleo está poblado de personajes estériles y de anodinos episodios de cotidianeidad que se repiten hasta el paroxismo durante casi dos horas que no van a ningún lado. El argumento se sitúa en Salta en el noroeste argentino y sigue a dos familias que comparten la inercia de la miseria que se respira en la población, a pesar de que pertenecen a clases sociales diametralmente opuestas. Una es la familia de clase media compuesta por Rafael, Tali y sus cuatro hijos pequeños, quienes residen en la región de La Ciénaga y atraviesan una dura crisis económica. La otra es la familia burguesa de Mecha (prima de Tali), Gregorio, sus tres hijas y el hijo mayor que viene de visitas, quienes viven en la finca La Mandrágora ubicada en el campo y se pasan la mayor parte del tiempo en la piscina o tirados en la cama. Martel utiliza una serie de dispositivos estéticos que funcionan a través del principio de no duplicidad de la imagen para comunicar, dentro de los límites del encuadre, las inquietudes de los personajes que no se ven a simple vista, habitualmente con el sobreencuadre, el plano simbólico, el sonido diegético, la elipsis de estructura (el vino, la copa rota, la lluvia, la vaca embarrada, la piscina sucia, las cicatrices, la sangre, los cuerpos, el sudor, las miradas, etc.) y unas atmosferas sórdidas que evocan el clima caluroso, húmedo y de gran pluviosidad de la zona rural donde se desarrolla el asunto, pero con la finalidad de edificar, en la superficie, un comentario intertextual sobre la condición de la familia argentina que se deteriora lentamente en cualquier estrato social por el duro colapso económico, entendido como el vínculo encontrado de dos familias que intentan combatir las secuelas de una miserabilidad a la que no terminan de adaptarse por sus respectivas vías, gente desesperanzada que espera el milagro de una virgen que no termina de llegar. También aborda subtextos sobre el incesto, el desempleo, el lesbianismo, la identidad sexual adolescente, el clasismo y la discriminación racial. Desafortunadamente, toda su narrativa me parece un mamarracho inerte que me mantiene en un estado abúlico cuando veo sus obviedades y la rutinaria existencia de esos personajes huecos que solo rellenan un abanico de descripciones y recitan diálogos mecánicos para acentuar las metáforas más básicas al servicio de las pretensiones estéticas, en unas situaciones que carecen de tacto dramático o de alguna profundidad emocional. Su pretendido ascetismo es soso. No logro empatizar con los viejos burgueses que descansan frente a la piscina en los días nublados, ni por las adolescentes que tienen fantasías diversas mientras descubren su sexualidad, ni por los chiquillos que disparan su rifle en la cacería de las montañas, ni por la mujer que envidia el estatus social de la prima cincuentona, ni por el joven desempleado sin rumbo. Por alguna razón, solo la interpretación de Graciela Borges me resulta orgánica cuando se pone en la piel de una matrona holgazana, alcohólica, depresiva, intolerante, que se pasa el día en la cama tomando vino y escuchando el teléfono sonar para reprochar a la sirvienta indígena. Cuando ella no está en pantalla, descubro una cinta que tiene cierto valor semiológico para examinar realidades sociales a través de símbolos, pero sin aliciente, sin emoción, en la que no sucede nada sustancioso que me invite a razonar más allá de la capa de significantes.
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Ficha técnica
Título original: La Ciénaga
Año: 2001
Duración: 1 hr. 43 min.
País: Argentina
Director: Lucrecia Martel
Guión: Lucrecia Martel
Música: Herve Guyader, Emmanuel Croset
Fotografía: Hugo Colace
Reparto: Graciela Borges, Mercedes Morán, Martín Adjemián, Daniel Valenzuela, Leonora Balcarce
Calificación: 5/10
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