Crítica de la película «Mimic» (1997)

Mimic
Mimic es una película en la que Guillermo Del Toro imita la fórmula de esos blockbusters de bichos monstruosos que había instalado la insulsa Especies en 1995, estrenándose en Hollywood luego de este haber debutado en el cine mexicano un par de años atrás con la aterradora Cronos. Se dice que el corte final fue adulterado por un furioso Harvey Weinstein al que no le gustaba para nada lo que estaba haciendo Del Toro y amenazó incluso con despedirlo antes de que Mira Sorvino interviniera para que lo dejara terminar el rodaje. Y se nota claramente que, en la superficie, es un producto bastante accidentado que nació muerto desde la sala de montaje. Como cinta de terror de ciencia ficción, Del Toro le imprime un tono atmosférico que refleja su obsesión temprana por los insectos y los monstruos en sitios oscuros, pero carece de sustos repentinos que sean efectivos y está habitada, mayormente, por personajes artificiosos que solo cumplen con una cuota de descripción básica de guion, donde para mí es muy fácil predecir cada uno de los pasos que dan en las casi dos horas fatigosas que dura el asunto en las alcantarillas. La trama se desarrolla en la ciudad de Nueva York y sigue el rastro de Susan Tyler, una entomóloga que alcanza una reputación notable tras modificar genéticamente en su laboratorio una especie de insecto que le sirve para detener una epidemia mortal causada por las cucarachas que se cobra la vida de cientos de niños; pero cuya carrera de un giro inesperado cuando descubre tres años después que un espécimen de la raza que ella creó (un híbrido entre mantis y termita) habita en las profundidades de los alcantarillados en una colonia de criaturas extrañas altamente evolucionadas como depredadores. La premisa en cuestión tiene un arranque algo intrigante que me mantiene pegado del asiento cuando la científica y su prometido siguen como detectives las pistas de los insectos mutados, pero a la media hora el ritmo se vuelve pesado y avanza como un reloj sin agujas, en una serie de situaciones rutinarias que, por lo regular, mantiene las acciones de los personajes bajo las ecuaciones manoseadas de ese terror que sucede a puerta cerradas en callejones lúgubres de los que nadie puede escapar, donde no son más que marionetas huecas que dan un par de vueltas por los nidos señalados mientras son perseguidos por los monstruos homicidas que salen de todas partes para matarlos. Más allá del efectismo calculado y previsible, no consigo extraer ninguna emoción de la experta, del doctor, del policía afroamericano, del señor limpiabotas, del niño autista. Todos son personajes aburridos que olvido cuando pasan los créditos. Sin embargo, me causa cierto placer estético la forma en la que Del Toro utiliza las pericias de su habitual colaborador, Dan Lautsen, para evocar atmósferas que adornan los paisajes urbanos de la ciudad de Nueva York con claroscuros y espacios lóbregos que se amplifican en las escenas de los turbios túneles subterráneos que huelen a humedad y cloacas, además de su experimentación con el atrezo que absorbe esos fetiches que tiene su poética sobre los insectos, los relojes y los monstruos raros sin nacer. Todo lo demás es pura bagatela, aburrida como excremento de cucaracha.

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Ficha técnica
Título original: Mimic
Año: 1997
Duración: 1 hr. 45 min.
País: Estados Unidos
Director: Guillermo del Toro
Guión: Matthew Robbins, Guillermo del Toro
Música: Marco Beltrami
Fotografía: Dan Laustsen
Reparto: Mira Sorvino, Jeremy Northam, Josh Brolin, Charles S. Dutton, F. Abraham Murray
Calificación: 5/10

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