En
El conde, Pablo Larraín regresa a ese cine sobre figuras históricas que ha depurado su estilo en los últimos años (con ejemplos tan claros como
Jackie,
Neruda y
Spencer), pero refugiándose en los elementos habituales de la sátira para señalar, en clave de la ucronía y de la comedia de terror, algunos de los delitos del dictador chileno Augusto Pinochet. No es exactamente una película que me traslade hasta las nubes de su filmografía, sobre todo porque a veces pierde ritmo y su crítica política permanece situada en un terreno gris, pero su farsa de terror vampírico me resulta mordaz, oscura y bien entretenida cuando vuela por los cielos para interrogar la decadencia de una élite política que se chupa la sangre de los inocentes en beneficios de la tiranía. Su núcleo parece casi una secuela espiritual de
El club, pero ahora su argumento no se concentra en unos curas condenados al ostracismo mientras expían sus pecados, sino más bien en una familia de burgueses que se reúnen a puerta cerrada para discutir su estado decadente; en una extraña mezcla narrativa que toma prestada algunas ideas conceptuales de
Teorema (Pasolini, 1968) y
Nosferatu, el vampiro (Herzog, 1979). Tras el breve prólogo de una voz en
off que describe a Pinochet como un vampiro de 250 años que comenzó su historial delictivo desde la Revolución francesa, su trama se desarrolla en la actualidad chilena y muestra a Pinochet como un anciano débil, cansado, inmoral, atrapado por la gloria del pasado, que ha dejado de tomar la sangre de la gente y tras su muerte fingida vive en una localidad remota junto a su fiel mayordomo, Fyodor; donde tiene la intención de morirse de una vez por todas por la complicada situación financiera de su familia y la deshonra pública de su figura (le molesta que lo acusen de ladrón, a pesar de que no le importa que lo llamen asesino), aunque ocasionalmente suele vestirse de militar para volar de noche por la ciudad en busca de nuevas víctimas. El periplo del vampiro Pinochet, dentro de su marco de originalidad, tiene algunas escenas divertidas que se construyen a partir de los episodios sangrientos y, ante todo, de los diálogos que sostiene la familia con una monja joven que llega para exorcizar los demonios del conde, pero cuya sintaxis, arreglada por el relato no iconógeno, revela a modo subliminal la corrupción del dictador entendido como el enriquecimiento ilícito de un tirano corrupto que, fuera de los crímenes de lesa humanidad y de la falta de ética, se refugiaba en la malversación de fondos estatales y en el lavado de activos para enriquecer a su familia. Su discurso de carácter antipinochetista también acentúa la hipocresía conservadora para aceptar las verdades lóbregas que se ceden como herencia dentro de la esfera de privilegios, mostrando a Pinochet y su familia sin ningún tipo de carisma o empatía, como seres vampirescos de moral putrefacta, aunque en algunos pasajes se debilita cuando solo subraya la parte obvia del asunto. Sin embargo, incluso con las falencias discursivas la fábula gótica mantiene un grado de consistencia, manteniendo el tono burlesco con actuaciones agradables de Jaime Vadell, Paula Luchsinger, Gloria Münchmeyer y el siempre mayúsculo Alfredo Castro. Con ellos, Larraín reconstruye los últimos días del dictador no solo para revisar las fechorías oscurecidas por la impunidad, sino, además, para rastrear el legado político que todavía pesa sobre la memoria colectiva de una sociedad chilena amenazada por el resurgimiento de la extrema derecha; en una puesta en escena que goza de realismo mágico y de atmósferas oscuras de contraste gótico que elevan el componente proxémico del espacio con el trabajo fotográfico en blanco y negro de Edward Lachman, además de una partitura de música clásica que escucho con placer. A veces el resultado peca de solemne, pero es una comedia negra que nunca pierde su horizonte cómico, profano y excéntrico. Para mi gusto es, propiamente dicho, otra buena película del director chileno.
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Ficha técnica
Título original: El Conde
Año: 2023
Duración: 1 hr. 51 min.
País: Chile
Director: Pablo Larraín
Guión: Guillermo Calderón, Pablo Larraín
Música:
Fotografía: Edward Lachman
Reparto: Jaime Vadell, Paula Luchsinger, Alfredo Castro, Gloria Münchmeyer, Stella Gonet
Calificación: 7/10
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