Crítica de la película «Dantón» (1983)

Dantón
Tras unos cuantos años sin escudriñar el cine de ese gran director polaco llamado Andrzej Wajda, siendo El hombre de hierro la última película suya que recuerdo haber visto, regreso a su selección con el visionado de Dantón, una película biográfica que está adaptada de la obra de teatro escrita en 1929 por el dramaturgo Stanisława Przybyszewska y que, por alguna razón, ha quedado marginada en el olvido con el paso de los años. Para sorpresa mía, es una de las mejores que he visto del cineasta. Lejos de las imprecisiones, es una película histórica en la que Wajda ilustra, con una estética soberbia, la injusticia y los choques de poder que devoraron la Revolución francesa como Saturno lo hizo con sus hijos, empleando dos actuaciones formidables de Gérard Depardieu y de Wojciech Pszoniak que elevan la consistencia narrativa durante más de dos horas. El argumento se sitúa en pleno apogeo del Reinado de Terror y se desarrolla básicamente sobre el conflicto político entre dos de las personalidades más emblemáticas de la época de la Revolución, los dos líderes jacobinos Georges Danton y Maximilien Robespierre, donde el núcleo interroga los claroscuros morales de ambos. En una primera parte, Robespierre tiene mayor protagonismo y es mostrado como un autócrata frío, reservado, quebradizo, taciturno, que ejerce el poder de forma dictatorial desde las reuniones a puerta cerrada que organiza en su Comité de Salud Pública con la única finalidad de castigar a los opositores y de conspirar para eliminar a Danton, aunque en un principio se niega porque este es su amigo y además se ha ganado la voluntad popular. En una segunda mitad, Danton adquiere un rol más significativo y es presentado como un individuo justo, temperamental, contestatario, de oratoria elegante, que deposita su confianza en esa gente que se muere de hambre en las calles y lo ven como un libertador que desafía la autoridad, mientras rechaza la vía del golpe de Estado para derrocar la tiranía de Robespierre, optando por el método del diálogo como herramienta razonable de diplomacia gubernamental antes del juicio ilegítimo. La actuación de Depardieu me parece bastante sobria cuando interpreta a Danton con gestos histriónicos que agregan un valor mayúsculo a los discursos idealistas que lanza con energía wagneriana sobre el Tribunal que escucha su voz ronca antes de guillotinarlo. En la contraparte, Pszoniak también está a la altura cuando personifica a Robespierre como un dictador hipocondríaco, sibilino, que medita entre silencios y exabruptos para guillotinar a sus enemigos mientras es consumido por la incertidumbre. Con un ritmo consistente, Wajda consigue dotar la dialéctica de estos dos adversarios de una capa de intimismo y, ante todo, le confiere al relato una dimensión realista que reduce las acciones de los personajes a conversaciones en interiores que acentúan, entre otras, la lucha por la libertad entendida como la resistencia de un hombre honesto y de convicción firme que pone su dignidad por encima de todo para señalar las injusticias, las persecuciones y las mentiras como una condena de los que corrompen el poder burocrático para pulverizar la esperanza de la gente y dinamitar los caminos democráticos de la república, en una lectura que a modo soterrado también refleja con paralelismos la lucha del sindicato Solidaridad contra el estado opresivo y tiránico que ejercía el régimen soviético sobre el pueblo polaco (donde Danton y Robespierre son, respectivamente, analogías de Lech Walesa y de Wojciech Witold Jaruzelski). Pero también captura con sobriedad el panorama del París del siglo XVIII en una puesta en escena que se destaca por la reproducción auténtica del período a través del vestuario y los decorados detallados del diseño de producción de Allan Starski, encuadrando además la sordidez de las calles empobrecidas y los salones cubiertos de espacios elegantes, con un trabajo de fotografía bastante solvente de Igor Luther en el que predomina el encuadre móvil y las atmósferas que evocan el fatalismo trágico que se avecina por medio de símbolos. La música sinfónica de Jean Prodromidès me causa un placer acústico cercano al atonalismo de Skriabin cuando escucho su partitura siniestra de coros y orquestaciones. Y el plano final, del niño que tímidamente rompe la cuarta pared para declamar los artículos de derecho de la Constitución revolucionaria frente a un atormentado Robespierre, tiene una potencia emocional que, propiamente dicho, no olvidaré en mucho tiempo. 

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Ficha técnica
Título original: Danton
Año: 1983
Duración: 2 hr. 16 min.
País: Francia
Director: Andrzej Wajda
Guion: Jean-Claude Carrière, Agnieszka Holland, Jacek Gasiorowski, Andrzej Wajda
Música: Jean Prodromidès
Fotografía: Igor Luther
Reparto: Gérard Depardieu, Wojciech Pszoniak, Anne Alvaro, Patrice Chéreau, Angela Winkler
Calificación: 8/10

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