Crítica de la película «Anatomía de una caída» (2023)

Anatomía de una caída
En Anatomía de una caída, el cuarto largometraje de la cineasta francesa Justine Triet, se examina los dilemas que hay detrás de la convivencia matrimonial, con un acercamiento híbrido entre el drama judicial y el thriller psicológico. Su galardón a la Palma de Oro en el pasado Festival de Cine de Cannes convirtió a Triet en la tercera directora en ganar dicho premio, aunque yo sospecho que no es más que una respuesta a esas tendencias feministas que se han establecido como norma para las premiaciones de los últimos años. Pero, al menos, encuentro que Triet disecciona el largo juicio sobre asesinato y eleva su volumen de intriga con una actuación formidable de Sandra Hüller que, debajo de la nieve fría, oculta reflexiones arriesgadas sobre las presiones de la vida conyugal, en dos horas y media que me mantienen pegado del asiento en un estado de suspenso y de las que solo reprocho su excesiva duración. La trama, ambientada en Francia, se sitúa en la casa de una región montañosa en Grenoble y rastrea la existencia de Sandra Voyter, una escritora alemana que conversa con una joven entrevistadora y descubre, tiempo después, el cadáver de su esposo tirado en la nieve debajo de la ventana de su ático, en un hecho misterioso que pronto la lleva a ser arrestada como la principal sospechosa de la muerte de este y, tristemente, cuyo único testigo es el hijo ciego que fue el primero en llegar a la escena del crimen junto a su perro. La narrativa de la mujer acusada de asesinar a su marido se estructura, en una primera mitad, con los mecanismos habituales del cine policial, mostrado desde las escenas de los análisis de los forenses y de los policías que investigan las evidencias encontradas para validar la hipótesis del homicidio, mientras Sandra sigue los consejos de su abogado para prepararse para el escrutinio público; pero, en la segunda mitad, con múltiples capas psicológicas, sintetiza el largo proceso judicial que se amplía con los testimonios de Sandra y los argumentos de los abogados de la defensa que buscan demostrar su inocencia frente a una fiscalía que acusa sin pruebas, en una serie de escenas que añaden cierta complejidad al asunto a través del relato no iconógeno y las escenas retrospectivas que reflejan el deterioro de una crisis matrimonial; donde aparecen, además, testificaciones, dudas, contradicciones y mentiras de personajes que buscan tergiversar la verdad en medio de las revelaciones oscuras que salen a la luz. Las dos mitades me obligan a razonar por la manera escueta en que Triet subraya el enigma de la tragedia familiar para anatomizar, desde su horizonte más transparente, un discurso en clave feminista sobre los claroscuros de una relación de pareja, pero entendido como el hastío de una mujer abusada verbalmente por un marido maniacodepresivo y controlador que la culpaba por su fracaso como esposa y como madre (se entiende que el declive de su matrimonio no fue solo el fruto de los celos, la incomunicación, las infidelidades y la rutina diaria, sino, además, de la falta de responsabilidad para custodiar a su hijo, acto que desencadenó el accidente que lo dejó ciego y agudizó el espectro de culpa de ambos), en donde el asesinato-suicidio hipotético del esposo es ya un hecho trivial que solo funciona de justificación para que ella, como esposa, reordene los asuntos pendientes de la maternidad y recupere, simbólicamente, la libertad arrebatada por el compromiso. Hay, desde luego, un ligero tono misándrico con el que Triet, ajustada a su agenda, se dispone a mostrar al esposo fallecido como un perdedor que es víctima de su propia caída mientras la esposa bisexual nunca es condenada por sus miserias personales. Pero, al margen de su dispositivo textual y de las metáforas obvias, me olvido de cualquier irregularidad con esa interpretación de Hüller que me resulta muy orgánica cuando ejerce su registro expresivo para sintonizar, con los gestos sutiles y su destreza para hablar tres idiomas, el duelo silencioso de una mujer avergonzada que se refugia en la ficción para rehuir de las diferencias matrimoniales que agobian su realidad, alcanzando su punto de solidificación en la escena retrospectiva del episodio de violencia doméstica. En ese sentido, me parece sobria la forma en que Triet captura la agonía de la protagonista con una estética que amplifica el grado de ambigüedad moral a través del plano subjetivo, el campo-contracampo, la elipsis, el primer plano, el sobreencuadre, la mezcla de sonido y, sobre todo, el uso constante de una música diegética que acentúa las emociones soterradas de los personajes con el leitmotiv del cover de "PIMP" arreglado por Bacao Rhythm & Steel Band. Su ensayo anatómico sobre un juicio se vuelve un tanto previsible por algunos de los giros tomados, pero, en síntesis, nunca pierde el lado atrapante cuando interroga con diálogos el núcleo de una familia disfuncional que es procesada por la justicia.

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Ficha técnica
Título original: Anatomy of a Fall (Anatomie d'une chute)
Año: 2023
Duración: 2 hr. 31 min.
País: Francia
Director: Justine Triet
Guion: Arthur Harari, Justine Triet
Música: Variada
Fotografía: Simon Beaufils
Reparto: Sandra Hüller, Samuel Theis, Milo Machado Graner, Swann Arlaud, Jehnny Beth
Calificación: 7/10

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