Secuestro infernal es una película que supone el debut como director de Christopher McQuarrie y, además, sospecho, sigue la corriente de ese cine de atracos constituido por la acción y los tiroteos que involucran a múltiples personajes que persiguen el mismo objetivo en formato de MacGuffin, algo que estaba de muy de moda en Hollywood a finales de los 90. Su relato criminal tiene un arranque que me mantiene interesado hasta la media hora, pero luego su camino pierde su grado de efecto entre tiroteos violentos, personajes flojos y una trama aburrida, en general, sobre embarazos infernales, del que llego a razonar lo suficiente como para pensar que con una buena pulida de guion el producto final hubiese sido otra cosa. La trama, escrita por el mismo McQuarrie, tiene como protagonista a dos delincuentes de poca monta que, luego de escuchar una conversación telefónica en la que se detalla el pago de un millón de dólares a una madre sustituta, salen de una clínica de donación de esperma con el fin de secuestrar a tiro limpio a esa mujer embarazada que ha sido contratada como vientre de alquiler por una pareja adinerada; pero ocurre un punto de giro cuando se dan cuenta, en medio de tiroteos y persecuciones, que el deudor del rescate no es más que un jefe mafioso (destacado en el negocio del lavado de dinero) que envía a sus hombres a negociar la situación. La narrativa de los secuestradores al límite me atrapa, en un principio, por la manera en que McQuarrie configura algunos de los dispositivos del cine gansteril a través de balaceras, las conversaciones que revelan el pasado turbio de los personajes y las situaciones enredadas por la que cruzan varios personajes, entre los que se hallan los dos ladrones, un gánster, una rubia fatal, los dos guardaespaldas, un ginecólogo y un asesino a sueldo veterano. Sin embargo, las escenas que ensambla muchas veces carecen de gancho emocional, y los personajes permanecen situados en un horizonte demasiado superficial que solo responde a descripciones específicas para impulsar el aparato de acción, quedando ocasionalmente en trampas convencionales que me obligan a deducir fácilmente el lado más previsible del asunto y el destino final de los hampones. La música que escucho no me toca los oídos. Tampoco hay mucha destreza que ver por la parte visual. De todos los personajes que presenta, solo alcanzo a destacar a la desaparecida Juliette Lewis como la embarazada histérica y, asimismo, la actuación de James Caan como el tipo duro que se roba toda la película con su actitud amenazadora, un cigarrillo en la boca y un par de diálogos como el siguiente: "Puedo prometerte un día de ajuste de cuentas que no vivirás lo suficiente como para no olvidarlo nunca". También hay algo de pulso en la climática confrontación del motel mexicano en la que todos los maleantes, fuertemente armados, se disparan a quemarropa para quedarse con el dinero del rescate sin saber que se trata de una emboscada, mientras la parturienta grita de dolor antes de dar a luz al bebé en medio de la lluvia de balas; en un intento desesperado de McQuarrie por recuperar inútilmente aquella poética de la violencia que se encuentra en el cine de Peckinpah y de Siegel, casi como si se tratara de un neowestern. Al margen de esa secuencia, todo lo demás me parece un ejercicio fútil y bastante regular sobre el crimen organizado, con caracterizaciones tan delgadas que se secan como el polvo del desierto.
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Ficha técnica
Título original: The Way of the Gun
Año: 2000
Duración: 1 hr. 59 min.
País: Estados Unidos
Director: Christopher McQuarrie
Guion: Christopher McQuarrie
Música: Joe Kraemer
Fotografía: Dick Pope
Reparto: Benicio del Toro, Ryan Phillippe, James Caan, Juliette Lewis, Taye Diggs
Calificación: 6/10
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