Crítica de «Ferrari»: tragedia sobre el magnate de los auto rojos

En su regreso al cine tras una ausencia de nueve años, Michael Mann retrata la biografía del empresario y piloto italiano Enzo Ferrari.



Ferrari



Ferrari es una película en la que, Michael Mann, recupera los registros habituales del drama biográfico para narrar la vida de Enzo Ferrari, el magnate italiano que fundó el famoso fabricante de automóviles superdeportivos que durante años se ha establecido como una insignia inconfundible de lujo, alta velocidad y coches rojos que tienen como escudo a un caballo negro sobre un fondo amarillo. Por lo que sé, se basa en la biografía titulada Enzo Ferrari: The Man, the Cars, the Races, the Machine, publicada en 1991 por el periodista Brock Yates. Y Mann la había estado desarrollando desde principios de este siglo, poco después de discutir la realización del proyecto con Sydney Pollack y de revisar el guion que estaba escrito por Troy Kennedy Martin. Pero se estancó durante dos décadas cuando el mismo Mann rechazó un presupuesto de 40 millones para el rodaje (que no encontraba suficiente para satisfacer su visión). Durante ese tiempo sonaron nombres como Christian Bale y Hugh Jackman para protagonizarla, pero todo quedó en un limbo de desarrollo hasta que, finalmente, Adam Driver ocupó su puesto, luego de que la producción se reactivara en 2022. Se dice que Driver, junto a Penélope Cruz, recibió unos cuantos aplausos en el Festival de Cine de Venecia que se celebró el año pasado, donde la película tuvo su estreno inicial.

Yo, particularmente, no quiero ni imaginarme qué tipo de película vieron esos periodistas que publicaron sus loas con fines publicitarios para la temporada de premios, pero supongo que fue algún “regreso de forma”, como le suelen llamar, porque yo, al contrario, y a diferencia de ellos, tras durar más de dos horas metido en una sala oscura no consigo meterme de lleno en la existencia trágica del commendatore de la Ferrari que ostenta Mann. Y, a pesar del arranque trepidante que goza de actuaciones sobrias de Driver y Cruz, no me parece otra cosa que un biopic convencional, mecánico, al que le falta algo de empuje en su récord de carreras y tragedias familiares, que filtra su combustible a medio camino y, a veces, avanza como un coche sin rumbo por una vía accidentada cuando Mann retrata los dilemas del señor Enzo, siguiendo la línea establecida ya por cintas superiores sobre figuras históricas del automovilismo como Rush (Howard, 2013) y Ford v. Ferrari (Mangold, 2019). En sus escenas me asalta esa sensación de que escasean unas cuantas piezas a su engranaje, pero de igual forma el asunto se deja ver dentro de sus limitaciones.


Adam Driver como Enzo Ferrari

 

El argumento de la película se ambiente en el verano de 1957 y sigue al empresario italiano Enzo Ferrari (Adam Driver) en los instantes que prepara a su equipo de carreras para una larga carrera de resistencia de mil millas de recorrido y, además, tiene que lidiar con la crisis doméstica que enfrenta junto a su esposa Laura (Penélope Cruz) a raíz de la muerte de su hijo, Dino, quien falleció un año antes a los 24 años de edad como víctima de una distrofia muscular. Pero Ferrari también es un mujeriego que esconde las infidelidades a su esposa. Y su presión aumenta, a la vez, por las conversaciones que sostiene con su amante, Lina Lardi (Shailene Woodley), que lo presiona día y noche para que reconozca el apellido de su hijo ilegítimo, Piero, antes de la fecha de su confirmación (que se dificulta porque está todavía casado con Laura y el divorcio en Italia es ilegal en la época donde tienen lugar los acontecimientos). Las circunstancias familiares de último minuto suponen para don Ferrari una barrera que obstruye los riesgos administrativos que toma para la fabricación de los vehículos que diseña especialmente para las competencias.
 
En términos generales, Mann no presenta la vida de Ferrari a través de la fórmula facilona que sintetiza los sucesos más importantes de su biografía durante varias décadas, como suele suceder en los biopics más comunes de Hollywood. En cambio, opta por mostrar a Ferrari en un período de transición ocurrido específicamente en 1957 tras la muerte de su hijo, donde pone sobre el tapete una metáfora sobre la imposibilidad de superar el luto como el catalizador que lo impulsa a fabricar los coches más veloces para redimirse por los pecados cometidos por la irresponsabilidad paternofilial y evitar así la hemorragia financiera que afecta la empresa (se entiende que este fabrica autos más rápidos mientras contempla la posibilidad de fusionar su corporación con la financiación de inversionistas para resolver las pérdidas económicas que amenazan con llevarlo a la bancarrota). El señor Ferrari que muestra es un hombre sinuoso, reservado, frío, distante, adúltero, que se refugia en los breves episodios de felicidad que tiene junto a su hijo más pequeño para olvidar el calvario interno provocado por la culpa de no haber podido salvar al hijo mayor que quería con locura y cuyo fallecimiento, propiamente dicho, debilitó el vínculo matrimonial que tenía con Laura hasta un punto cercano a la ruptura y la desilusión (razón por la que este visita todos los días la tumba de su hijo en el cementerio).


Penélope Cruz como Laura Ferrari


 
Sin embargo, esas decisiones de Mann solo consiguen que la narrativa se vuelva aburrida y algo redundante cuando todo el núcleo del conflicto se mantiene, por lo regular, en la circularidad del drama familiar y las carreras a contrarreloj de los pilotos que manejan los autos rojos en las pistas de prueba. De esa manera para mí no es muy difícil anticipar el ejercicio de autoridad de Enzo sobre los subordinados que le temen; las discusiones acaloradas de Enzo con la esposa celosa de mirada maniacodepresiva; la negación de Laura de ceder la mitad de las acciones de la compañía para la eventual fusión corporativa; los encontronazos de Enzo con la prensa amarillista; las constantes revisiones en el taller de mecánica de los carros previos a su lanzamiento; la investigación de Laura para descubrir la infidelidad de su marido al encontrar la casa donde viven Lina y Piero en el campo a las afueras de Módena; las quejas de la amante para que Enzo le otorgue su apellido a Piero. No hay mucha sorpresa en ese conjunto de escenas. Pero, al menos, alcanzo a sentirme a gusto con las secuencias de acción en las que los automóviles conducidos por los pilotos de Ferrari avanzan a toda marcha para ganarle a los rivales de Maserati, sobre todo en la climática carrera de la Mille Miglia en Brescia, en la que el grupo de conductores que encabeza Alfonso de Portago (Gabriel Leone) atraviesa una carretera desconocida a todo gas, en la que los neumáticos piden a gritos una modificación en la parada en boxes y las señales anuncian el accidente inminente de un auto que pierde el control y mata a nueve espectadores. Esta carrera es, a mi juicio, la parte más sólida de la película.


Adam Driver como Enzo Ferrari


 
Dentro del rango de descripción, también logro ver algo de credibilidad en las actuaciones de Driver y de Cruz. Driver luce creíble cuando ejerce la mirada seria y su registro expresivo para interpretar a Ferrari como un sujeto elegante, ambicioso, de pocas palabras, vestido con trajes caros y gafas de sol, que detrás de la frialdad y del espíritu de piloto experimentado guarda la herida ocasionada por la culpa y el duelo que obstaculiza su pasión por la manufactura de vehículos. Cruz, por su lado, ofrece una espléndida interpretación como la esposa depresiva, histérica, celosa y paranoica que se niega a reestablecer el vínculo con su esposo para castigarlo por el adulterio que oculta a sus espaldas, donde llega incluso a capturar con la mirada y la voz alterada el dolor de una madre que perdió a su único hijo. No son, desde luego, las mejores de sus carreras ni mucho menos, pero sí añaden algo de sustancia psicológica a la capa externa que describe a los personajes, aunque las deficiencias del guion maltratan su desarrollo.
 
Esta cinta marca el regreso al cine de Mann tras una ausencia de casi nueve años, así como otra nueva excursión al cine biográfico desde Ali (2001) y la estupenda Enemigos públicos (2009). Al margen de los resultados, me agrada que retome los rasgos característicos de su estética en los sonidos estruendosos y la meticulosa reproducción de la época de los 50 que subraya con solvencia en los decorados, las réplicas de los modelos clásicos de Ferrari y el vestuario. También valoro la energía que le inyecta a las secuencias de carrera, pero, desafortunadamente, algo me dice que no supo tomar las mejores decisiones en la sala de montaje. Su ritmo se ralentiza como un auto sin gasolina en la autopista, quedando en un terreno fracturado, disperso, en el que se echa de menos la cohesión interna del relato.  Hay pocos golpes de efecto detrás de su presunto intimismo. Y la presencia de Driver o de Cruz no es suficiente para sacar al material de la rutina y los tránsitos previsibles. Me atrevo a decir que es otra de las regulares de su filmografía.

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Ficha técnica
Título original: Ferrari
Año: 2023
Duración: 2 hr. 10 min.
País: Estados Unidos
Director: Michael Mann
Guion: Troy Kennedy-Martin
Música: Daniel Pemberton
Fotografía: Erik Messerschmidt
Reparto: Adam Driver, Penélope Cruz, Shailene Woodley, Sarah Gadon, Gabriel Leone
Calificación: 6/10

Tráiler de Ferrari







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