Crítica de la película «Los tres días del cóndor» (1975)

Los tres días del cóndor
Los tres días del cóndor es una película en la que, Sydney Pollack, persigue esa tendencia sobre thrillers políticos que estaba vigente en el cine de Hollywood de los años 70, en la misma línea que El último testigo (Pakula, 1974) y La conversación (Coppola, 1974), donde la ecuación se compone por personajes paranoicos que accidentalmente descubren una conspiración gubernamental. Tras verla durante casi dos horas, me invade la sensación de que no está la altura de la formidable Todos los hombres del presidente (Pakula, 1976), con la que comparte similitudes, pero sospecho de inmediato que es lo suficientemente entretenida como para pasar un rato placentero. Pollack la dirige como un thriller político que, con pulso y tensión, evoca en cada escena el sentido de paranoia que deja el rastro de una conspiración burocrática, donde uno nunca se sabe lo que puede pasar a la vuelta de la esquina. La trama narra la existencia de Joe Turner, un agudo analista de la CIA que trabaja en una oficina clandestina de la agencia ubicada en Nueva York, donde suele examinar documentos y descifra códigos ocultos en los libros, pero cuya existencia da un giro cuando presenta un informe al cuartel general de la CIA y atestigua el asesinato a sangre fría de los miembros de su sección, una situación que lo obliga a investigar a los burócratas que ponen un precio sobre su cabeza por descubrir secretos oscuros. En general, el asunto de este hombre que sabía demasiado no supone para mí nada original por la manera básica en la que se estructura el argumento sobre la base del género de espías, pero consigo quedar enganchado cuando Joe utiliza su perspicacia para seguir con cuidado las pistas y desenmascarar a los asesinos del gobierno que lo persiguen por las calles de Nueva York, mientras este de paso desarrolla un interés romántico por la rubia neoyorquina que secuestra en un instante dado para evitar ser capturado. De esa forma para mí es fácil disfrutar de los tiroteos violentos en los callejones, las miradas paranoicas sobre las aceras, las llamadas grabadas en cabinas telefónicas, las reuniones a puerta cerrada de los burócratas perversos y las trampas colocadas como señuelos por agentes de la CIA que buscan eliminar los cabos sueltos, casi como si se tratara de un material escrito por John le Carré bajo un seudónimo. El comentario sobre las conspiraciones gubernamentales y la corrupción burocrática para encubrir operaciones ilícitas encaja con cierta puntualidad en el contexto de la era posterior al escándalo de Watergate, además de que señala a modo casi profético los planes de la política exterior del tío Sam en el Medio Oriente para custodiar el petróleo ajeno. Dentro de sus respectivas limitaciones, la actuación de Robert Redford me parece creíble cuando emplea la mirada directa y la pericia física para ponerse el abrigo de un especialista paranoico, solitario, astuto, desconfiado, que es perseguido en la jungla de asfalto y se enfrenta a un poder omnipresente que vigila desde las sombras a los que se quedan solos ante el peligro. Junto a él, veo aceptable el rol de Faye Dunaway como mujer histérica que es secuestrada en el día menos pensado; así como también el Max von Sydow como el siniestro asesino profesional que ejecuta con gabardina, sombrero, gafas y pistola en mano. La música setentera de Dave Grusin agrada mis oídos con unos cuantos arreglos de jazz en su selección. Y la acción funciona adecuadamente por el ritmo que inyecta Pollack a cada una de las escenas con su uso del encuadre móvil y algunas florituras técnicas. Es, sin dudas, una intrigante película de su filmografía. 

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Ficha técnica
Título original: Three Days of the Condor
Año: 1975
Duración: 1 hr. 57 min.
País: Estados Unidos
Director: Sydney Pollack
Guion: Lorenzo Semple Jr., David Rayfiel
Música: Dave Grusin
Fotografía: Owen Roizman
Reparto: Robert Redford, Faye Dunaway, Max von Sydow, Cliff Robertson
Calificación: 7/10


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