Con
Golda, biopic histórico sobre la primera ministra israelí Golda Meir, me sucede algo extraño que reconozco de inmediato. Es un biopic algo soso que, dentro del margen de sus limitaciones, avanza de manera concisa como tanque de guerra, producto, supongo, de un montaje ensamblado con fluidez. Pero, desafortunadamente, pasada la media hora abandona toda su fuerza dramática y reduce la presencia de la Dama de Hierro a la de una caricatura artificiosa que se consume a sí misma como la colilla de un cigarrillo, donde ni siquiera Helen Mirren puede levantar el letargo de unas escenas rutinarias que, a fin de cuentas, permanecen en una zona de confort en sus lecturas básicas sobre la guerra de Yom Kippur. Su argumento se sitúa en octubre de 1973 al iniciarse la conflagración y narra la existencia de Golda Heir, en los momentos en que discute a puerta cerrada con los militares y los jefes de los servicios de inteligencia para formular una estrategia que pueda detener el ataque sorpresa de los ejércitos de Egipto y Siria en el día sagrado; mientras en su rol de primera ministra sufre de ataques de ansiedad que le confiesa a su secretaria Lou Kaddar y se preocupa por el acelerado número de bajas de las tropas israelíes que luchan en la frontera. La narrativa empleada por Guy Nattiv utiliza la fórmula previamente utilizada en la estupenda
Enemigo invisible (Hood, 2015), en la que una jefa ordena a militares desde una sala de mando para atacar objetivos específicos desde larga distancia; pero ahora con el aditivo de una figura biográfica en situaciones similares. No puede ser coincidencia que Mirren protagonice ambas películas. De esa manera para mí no supone ninguna sorpresa el hecho de que la rutina política de Meir se vea reducida a los diálogos de estrategias militares, las discusiones diplomáticas con Henry Kissinger, las grabaciones escuchadas sobre el horror de los soldados abatidos, las llamadas por teléfono para suprimir las crecientes tensiones, las negociaciones de paz como resolución del conflicto. No hay mucho desarrollo detrás de los personajes. Por alguna razón, Nattiv se niega a profundizar en la psicología de Meir y todo su aparato narrativo parece situarse en un horizonte superficial que solo describe las acciones de los personajes para subrayar un comentario sobre los dilemas éticos en los tiempos de guerra que, visto desde fuera, solo responde a un discurso triunfalista acondicionado por el modelo de propaganda sionista. Mirren, por lo menos, cumple el objetivo de retratar la personalidad de Meir con cierta credibilidad al emplear el maquillaje y la prótesis sobre su rostro envejecido; interpretándola como una mujer con carácter y cigarrillo en mano que ejerce su autoridad en un cuarto dominado por hombres. El único inconveniente es que su actuación se queda encerrada en la rutina de conversaciones, la costumbre de fumar cigarrillos, los paseos solitarios y las visitas al médico para luchar contra el cáncer. Junto a la actuación de Mirren hay, además, una reproducción auténtica del período que se amplía con el material de archivo que añade un tono de documental a la representación del contexto histórico que se estaciona poco antes del tratado de paz egipcio-israelí que luego sería el catalizador del asesinato de Anwar el-Sadat, algo simbolizado aquí crípticamente en el clímax en el que Meir mira el discurso por televisión previo a su fallecimiento. Todo lo demás, en este asunto político sobre la heroína israelí, se pierde en una nube de humo.
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Ficha técnicaTítulo original: GoldaAño: 2023
Duración: 1 hr. 40 min.
País: Reino Unido
Director: Guy Nattiv
Guion: Nicholas Martin
Música: Dascha Dauenhauer
Fotografía: Jasper Wolf
Reparto: Helen Mirren, Liev Schreiber, Camille Cottin, Lior Ashkenazi, Rami Heuberger
Calificación: 5/10
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