Crítica de la película «Del pesebre a la cruz» (1912)

Del pesebre a la cruz
La motivación de ver algunas epopeyas bíblicas durante Semana Santa me ha llevado hasta las imágenes de Del pesebre a la cruz, una película muda del director Sidney Olcott que en su época fue una de las primeras en sintetizar en la gran pantalla la vida de Jesucristo, además de que supuso un éxito de taquilla abrumador de la Kalem Company. Al parecer estuvo registrada como perdida durante décadas hasta que sus negativos fueron encontrados por un reverendo después de buscar en las bóvedas y los sótanos antiguos de la compañía. Lo que ofrece sobre la vida de Jesús tiene algo de fuerza en el vestuario y los escenarios que recrean la antigüedad del contexto histórico, pero su narrativa muchas veces tropieza en lugares comunes al mostrar los sucesos bíblicos con estereotipos convencionales y un enfoque idealizado que peca de simplista. Su argumento, basado en las escrituras de los evangelios, narra la vida de Jesús a partir del episodio del nacimiento en un humilde pesebre previo a la adoración de los pastores, donde crece bajo el manto de José y María y luego pasa a convertirse en un profeta adulto que transita por los lugares de Jerusalén realizando milagros junto a los doce discípulos que lo siguen por la Tierra Santa. En general, la narrativa se estructura siguiendo el manual básico de la adaptación bíblica cuando resume los capítulos más importantes de la biografía de Jesucristo del Nuevo Testamento, como el bautizo con el predicador Juan el Bautista, el reclutamiento de los subordinados, las parábolas frente a los seguidores, los milagros sobre gente moribunda o ciega, la boda de Caná en la que convierte el agua de las tinajas en vino, la ira frente a los mercaderes expulsados del templo, el conflicto con las autoridades políticas del imperio romano, la última cena que anuncia la traición de Judas, el calvario de la crucifixión en el monte Gólgota. Aunque fue una producción pionera en su época, su representación de los eventos bíblicos carece de profundidad y sutileza, a menudo quedando en un terreno superficial que reduce las acciones de los personajes a instantes melodramáticos que tiende a idealizar en exceso unas situaciones que no escapan de la teatralidad prefabricada. En pocas palabras, no hay un pulso emocional que me haga creer en su comentario sobre la fe, el amor al prójimo y el sacrificio divino. El ritmo lento por lo menos se compensa la actuación central de Robert Henderson-Bland que, a pesar de las limitaciones teatrales, logra captar con su registro expresivo la personalidad de Jesús de una manera que encaja fielmente con la descripción de la escena. Scott lo encuadra, por lo regular, en una puesta en escena que se destaca, ante todo, por el uso de la iluminación artificial para acentuar el poder de los milagros y los efectos especiales de sobreimpresión, además de ciertos valores estéticos que se matizan con la vestimenta y la recreación del período en locaciones realistas en Egipto y Palestina que agregan fidelidad histórica al asunto. Su ejecución deja mucho que desear en términos de narrativa, pero el cuento religioso sobre el amor, la compasión y la redención de Jesucristo al menos se deja ver dentro de sus irregularidades.

Ficha técnica
Título original: From the Manger to the Cross
Año: 1912
Duración: 1 hr. 11 min.
País: Estados Unidos
Director: Sidney Olcott
Guion: Gene Gauntier
Música: N/A (muda)
Fotografía: George K. Hollister
Reparto: Robert Henderson-Bland, Percy Dyer, Gene Gauntier, Alice Hollister,
Calificación: 6/10



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