Paisaje en la niebla es una película de Theo Angelopoulos que me obliga a razonar detenidamente en eso que yo llamo la poética del tiempo metafísico, empleada a menudo en su cine para encuadrar a personajes que parecen extraviados en un espacio atemporal y alegórico que interroga las paradojas de la naturaleza humana desde los dilemas de la vida cotidiana. Con esa poética del tiempo metafísico, Angelopoulos construye aquí un relato que ocasionalmente goza de atmósferas etéreas, oníricas, pero cuyo núcleo narrativo, desafortunadamente, se debilita al transitar por caminos dúctiles que reducen el viaje de los niños al de un artificio decorativo, en dos horas innecesariamente largas en la que se ausenta la profundidad emocional para favorecer una reiteración algo obvia. Esta es la tercera en la Trilogía del silencio conformada por
Viaje a Cytera (1984) y
El apicultor (1986). Su argumento narra la existencia de la joven Voula y el pequeño Alexandros, dos hermanos que abandonan a su madre para visitar a su padre en Alemania, emprendiendo un largo viaje a pie hasta una estación de tren en la que comienzan sus problemas cuando son expulsados por no tener el boleto. El viaje de los dos hermanos tiene un comienzo que me interesa, al menos, cuando atraviesan una serie de vicisitudes que los mantiene sujetos a una esfera de incerteza con cada persona que conocen en el trayecto, entre los que se hallan un policía que los lleva hasta un tío que trabaja de obrero en una industria, un camionero perverso que los conduce por carreteras de maldad y un joven motociclista con chaqueta de cuero que es dueño de una compañía de teatro itinerante. No obstante, el problema fundamental que encuentro es que la narrativa de Angelopoulos coloca la odisea de los jóvenes en una burbuja de indulgencia prefabricada que los somete a la rutina de dar vueltas sin ningún desarrollo concreto, delimitados a la descripción de situaciones superfluas que en su horizonte más básico son utilizadas como resortes discursivos para elaborar un texto sobre la soledad, la alienación y la perdida de la inocencia entendida como la imposibilidad de escapar de una sociedad en la que las libertades civiles y el gobierno omnipresente vigila a los custodiados que anhelan cruzar otras fronteras. El sufrimiento de los hermanitos luce impostado, pretencioso. La madre de los niños simboliza el Estado que se niega a revelar sus miserias internas (hambre, emigración, represión, etc.); los niños representan la incertidumbre de los ciudadanos desprotegidos; el padre anhelado metaforiza la posibilidad de alcanzar una esperanza para salir de las contrariedades. Angelopoulos, que tuvo la idea del guion luego de leer en el periódico una historia similar de emigrantes, cuestiona de manera soterrada la ineptitud del gobierno de izquierda para atender las necesidades de la gente y solventar una crisis que deshumaniza lentamente a esos ciudadanos alienados por la cotidianidad que buscan refugio en la inmigración. Pero su discurso humanista se queda, por momentos, en puntos suspensivos y no sirve de nada decodificarlo con herramientas hermenéuticas porque no va a ninguna parte. De su puesta en escena destaco, dentro del marco de sus limitaciones, las cuestiones que ensambla para evocar la condición de los personajes por medio de la elipsis, el plano simbólico, el fuera de campo, el sonido diegético, el ritmo contemplativo, las panorámicas desoladas de clima neblinoso y el encuadre móvil de una cámara en movimiento que añade intimismo al plano secuencia, destacándose la secuencia en la que los protagonistas son testigos de una enorme mano de mármol que emerge del mar. La música de Eleni Karaindrou contagia mis oídos con su leitmotiv de oboes. Y también observo una actuación creíble de Stratos Tzortzoglou como el rebelde idealista de la moto que desea liberarse de las ataduras impuestas para encontrar su propio rumbo. Todo lo demás, incluyendo el registro frío de los niños autómatas y el final trágico previsible, no me causa ninguna emoción significativa hasta el fundido a blanco esperanzador. Soy ajeno a su lirismo y presunta melancolía. No me parece otra cosa que una de las regulares del cineasta griego.
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Ficha técnica
Título original: Landscape in the Mist (Topio stin omichli)
Año: 1988
Duración: 2 hr. 07 min.
País: Grecia
Director: Theo Angelopoulos
Guion: Theo Angelopoulos, Tonino Guerra, Thanassis Valtinos
Música: Eleni Karaindrou
Fotografía: Giorgos Arvanitis
Reparto: Tania Palaiologou, Michalis Zeke, Stratos Tzortzoglou, Vasilis Kolovos,
Calificación: 6/10
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