Con
Tabú, tercer largometraje del director portugués Miguel Gomes, me sucede lo mismo que con ciertas películas de cine arte que suelen estar producidas para responder a un discurso básico que pretende ser complejo, dentro de sus limitaciones, para puntualizar en clave poética y alegórica algunos asuntos sociopolíticos desde la lupa del revisionismo histórico. Es como le digo, una película-texto. En general, la estética que presume Gomes le confiere una sobriedad que coloca en el encuadre lecturas sociopolíticas sobre las raíces de la opresión colonial y sus secuelas en la sociedad portuguesa, pero no hay mucha profundidad emocional y los personajes superfluos apenas están delineados, en dos horas interminables que avanzan como una piedra empujada cuesta arriba por la montaña. Tras un breve prólogo que describe la leyenda de un explorador devorado en África por un cocodrilo, se narra por separado dos historias interrelacionadas. La primera se sitúa en la contemporaneidad de Lisboa y relata la existencia de Pilar, una mujer solitaria de mediana edad que vive en un edificio y se solidariza con la vecina ludópata algo delirante que es cuidada por una sirvienta caboverdiana debido a su delicado estado de salud; mientras asiste a protestas sociales y como católica ferviente le reza al padre para que cuide a la vieja excéntrica antes del funeral anticipado. La segunda, narrada como un largo racconto desde la perspectiva de un señor que confiesa haber mantenido un adulterio con la anciana senil, ocurre en la época de la dictadura previa a la guerra colonial portuguesa y tiene como protagonista a Gian-Luca Ventura, un joven bohemio que en la década de 1960 visita una plantación ubicada en las laderas de un monte en una de las colonias africanas de Portugal, donde se enamora perdidamente de una mujer (la señora cuando era una joven terrateniente) y mantiene a escondidas una relación sentimental con ella, a pesar de que sabe que está casada con el dueño de la finca. En estas dos mitades, sospecho que no pasa nada que me atrape a un nivel emotivo porque las situaciones, por lo regular, repiten inútilmente su pretendido lirismo y reducen las acciones de los personajes a conversaciones anodinas que solo funcionan para reproducir, desde su horizonte discursivo, un comentario que interroga las imposiciones de la burguesía colonial sobre los pueblos oprimidos. Gomes se abstiene de desarrollar a los personajes más allá de las descripciones y opta por mantenerlos en una zona higienizada, indulgente, que suele utilizar la proxémica del espacio para subordinar a los personajes al texto de mirada social, política y antropológica; donde no hacen otra cosa que metaforizar la condición socioeconómica y la amplia desigualdad social que todavía predomina en el espectro multicultural portugués derivado del poscolonialismo. Pero también emplea la simbología del cocodrilo para representar el poder y la amenaza silente del negro explotado que espera el momento preciso para escapar de las aguas esclavizadoras del colonialismo al servicio de la servidumbre. Al margen de su componente intertextual entre el pasado y el presente, creo que lo único que puedo rescatar son algunos valores estéticos que son ejecutados por Gomes sobre la puesta en escena para estructurar la narración a través del sonido diegético, la voz en off, los silencios, la elipsis, el plano general y el plano panorámico que muestra el exotismo de la jungla africana, a menudo con una belleza compositiva de 16mm que se ilustra bajo un blanco y negro de contraste clásico manejado por Rui Poças. La versión de "Tú serás mi baby", al menos, contagia mis oídos con su leitmotiv. Desafortunadamente, no hay más nada que pueda hallar en sus dos largas horas de metraje. El resultado me parece inane, letárgico, enormemente pretencioso.
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Ficha técnica
Título original: Tabu
Año: 2012
Duración: 1 hr. 58 min.
País: Portugal
Director: Miguel Gomes
Guion: Miguel Gomes, Mariana Ricardo
Música:
Fotografía: Rui Poças
Reparto: Teresa Madruga, Laura Soveral, Ana Moreira, Carloto Cotta
Calificación: 5/10
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